El abad comento a un joven amigo:
- Escucha lo que dijo Abrahán: "Haré grande tu nombre, te convertirás en una bendición".
Lo miró sonriendo y prosiguió:
- Los cristianos deberíamos ser una bendición para los demás, pero para ello hay que hacer como Abrahán: ir dejando nuestro yo... La mayoría de los cristianos no somos una bendición, porque nos quedamos a medias tintas. No dejamos atrás nuestro egoísmo para amar aunque sea a poquitos al hermano.
fr. bernardo YOEL cg. Valencia