Un joven de una asociación cristiana andaba preocupado mientras hacía un cursillo de interioridad. Aprovechando un tiempo libre, telefoneo al abad y le dijo:
- Se que he de abrir la puerta de mi interior, pero no se como hacerlo, no encuentro la llave adecuada.
El Abad guardo unos instantes de silencio, que al joven le pareció que se había cortado la línia. Pero luego respondió:
- La llave son las preguntas. Debes encontrar las preguntas correctas y verás como se abre la puerta de tu interioridad.
Y antes que que el joven pudiera interrumpirlo dijo:
- Pero no me preguntes cuáles son las preguntas. Tú mismo debes encontrarlas, porque cada uno tiene sus propias preguntas. Las preguntas provocativas son las mejores llaves. Han de ser preguntas que te hagan pensar, que te descoloquen. Esas preguntas que nos da miedo hacernos, que nos inquietan. Pasar por la vida sin hacerse preguntas puede ser muy cómodo, pero nos impide vivir conscientemente, vivir en profundidad.
Y concluyó:
- Eso sí: Has de hacértelas en un ambiente de silencio y paz. Por eso la meditación es un buen momento para ello...
fr. Bernardo YOEL cg. Valencia