Jesús y sus discípulos se retiran a descansar, pero se encuentran con una multitud. Si el evangelio se escribiera hoy en la prensa, nos dirían que eran un millón según los organizadores y doscientos mil según la guardia urbana. Números sin rostro. Lo cierto es que Jesús se encuentra ante una multitud que están como ovejas sin pastor.
En el evangelio nos encontramos con unos discípulos que tienen necesidad de descansar y de compartir sus experiencias. Y una muchedumbre desorientada que necesita las enseñanzas de Jesús. Según el texto parece ser que ganan los segundos. Jesús se compadece de ellos y empieza a enseñarles.
Hoy Jesús se encuentra en nuestras ciudades con multitudes manifestándose. Muchedumbre que reducimos a un número y a un calificativo: tantos miles de indignados. Jesús se compadece de ellos porque les pone un rostro. Ve a cada uno de ellos como una persona, como alguien que necesita amor, consuelo...
Los discípulos necesitaban descansar, compartir todo aquello que habían vivido en su apostolado. Posiblemente pusieron mala cara al ver aquel gentío que perturbaba sus planes. Jesús ve a personas que le necesitan. Ve rostros, no multitudes. Quizá nosotros estamos "reunidos" en importantes jornadas de planificación pastoral y no atendemos al que llama a la puerta. Puede que estemos rezando y hemos puesto un cartel en la puerta "no molesten". Posiblemente nos llevaremos un chasco, cuando al final de los tiempos, nos demos cuenta de que era Jesús quien llamaba a nuestra puerta...
Bernardo YOEL. cg. Valencia