El joven explicaba al P. Abad que deseaba la soledad, pero que la Biblia dice: ¡Ay del solo!
El Abad sonrió y le dijo:
-Es que hay muchas clases de soledad y solitarios. Puedes sacar la soledad para meditar...pero nunca has de ser un solitario. El solitario está poseído de la soledad. La soledad del enfermo, de la marginación social, del emigrante lejos de los suyos...
Luego miró al joven a los ojos y añadió:
-Y luego esta la soledad del egoísta. Es la de aquel que todo lo hace girar a su alrededor. Del que busca sacar provecho de todo y no da nada. Ese está profundamente sólo, aunque esté rodeado de una multitud. Es el verdadero solitario. y ¡ojo! Si buscas la soledad espiritual sólo para sentirte bien, para tu provecho...te alinias con el solitario egoísta. Busca la soledad, pero para volver con más fuerza a luchar por los otros, a amar a tus hermanos. Una soledad en la que sientas a los demás más que nunca.
fr. Bernardo YOEL.cg. Valencia