Luc. 7:1-10 narra el milagro de sanidad del siervo de un centurión.
El siervo amado, una alusión en griego de una relación intima (homosexualidad) los romanos en especial los soldados era común. Este Centurión Se Sentía Indigno De Jesús.
Ya cuando Jesús no estaba lejos de la casa, "el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo" (v. 6). Fue actitud muy excepcional entre los romanos.
Cristo elogió su fe: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe", y estuvo muy dispuesto a sanar al siervo de este hombre: "al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo" (Luc. 7:10)