Hace mes y medio que publiqué mi primer mensaje en este foro. Entonces (y no hace tanto tiempo) me sentía metido en un pozo del que quería salir, porque no me gustaba, no me sentía a gusto con lo que vivía, ni me sentía bien ni conmigo, ni con mis opciones de vida, ni con mis hermanos de comunidad, ni con lo que iba viviendo día a día, ni con Dios de quien me sentía muy alejado.
No voy a ahondar en cuál era mi situación personal antes de que Dios me hubiera puesto en contacto con vosotros. Soy de los que piensa, como José Luis Martín Descalzo, que “pasarse la vida dando vueltas a nuestros propios errores, es señal de un refinadísimo orgullo”. Mi escrito en el foro creo que reflejaba algo de lo que estaba viviendo, si bien, en algunos en puntos los suavicé, porque me daba vergüenza escribir la verdad. Llevaba tiempo buscando a alguien con el que compartir y aligerar la carga que llevaba dentro. Aquel escrito fue un SOS que lancé al foro y varios de vosotros respondisteis inmediatamente cosa que os agradezco enormemente.
Estoy muy agradecido a las personas del foro que cada día comparten su vida, sus oraciones y sus reflexiones, las considero como un regalo para mi vida. Pero especialmente agradezco el hecho de que dos hermanos me hayan tendido su mano, mano que he aceptado sin ningún tipo de dudas y reparos. Me aferré a ellos, como se aferra un chicle a la suela de un zapato. Con ellos voy compartiendo mi vida, mis sentimientos, mis miedos y dudas, mis miserias y también mis alegrías... A través de ellos me he sentido acogido, querido y aceptado. Siempre he sentido sus palabras cálidas y llenas de confianza. Dios los puso en mi camino y desde entonces no paro de agradecer a Dios este encuentro, por lo mucho que me ayudan sus palabras y sus correos. De hecho, si ahora estoy compartiendo esto con vosotros, es por invitación suya. “Narra la gracia recibida como una devolución a los demás”, me dicen y como además coincido con ellos en que aquello que se comparte se multiplica, pues ahí va mi experiencia.
El caso es, que después de mes y medio, puedo decir con alegría que me encuentro más sereno, mucho más tranquilo y que ya consigo conciliar el sueño con cierta facilidad, cosa que no hacía desde hace mucho tiempo. Puedo decir que mi oración es activa y presencial (cosa que antes me cuidaba mucho de que no calase en demasía, para evitar herirme). Siento que Dios me ama, me mira con cariño, misericordia y me acepta como soy, también con mis debilidades, con mi pecado y me quiere así, en mi pobreza. Mis dos samaritanos del foro me han repetido machacona e insistentemente: Dios te ama, Dios te mira con misericordia aunque tú no lo veas, Dios está orgulloso de ti. Mensajes que se han convertido en Palabra de Vida, Palabra de Dios en mi vida y que se han hecho oración, mientras los leía y mientras los pasaba por el corazón. Mensajes que me han llegado y mucho, que me han ablandado un poco el corazón y me están ayudando a mirarme de otra manera. Mensajes que me han hecho llorar como un niño, pero no con un llanto de dolor como el que he vivido muchas noches, sino de liberación, de sentirme querido y acogido como hace mucho tiempo que no he vivido.
Poco a poco he ido cambiando algunas conductas en mi vida, he ido despojándome de algunos hábitos que estaban muy aferrados a mi vida y de los que he deseado muchas veces alejarme. Poco a poco he ido buscando y usando recursos y alternativas en mis momentos de debilidad. Todo ello me está ayudando a aceptarme como soy y físicamente me ayuda sentirme mejor. Ahora me encuentro más sereno y en paz.
Hace mes y medio, en la vorágine de sentimientos y contradicciones que vivía, sólo veía que por coherencia conmigo mismo tenía que abandonar la vocación a la que sentía que Dios me había llamado, e iniciar otra vida de cero y como pudiera. Ahora no lo siento así, creo que Dios me sigue llamando en mi debilidad y desde mi debilidad me invita a ayudar a quienes conviven conmigo y me invita, también, a acoger sus debilidades. Es en mi propia debilidad donde me siento invitado a descubrir la gracia de Dios que se derrama en todos y cada uno de nosotros, muchas veces de la forma más insospechada.
Esto está siendo mi Pascua. ¿O es que acaso Pascua no significa “paso” y “paso a la vida”? Yo estoy dando mis pasos hacia la vida y en este peregrinar puedo testimoniar que me encuentro cada mañana con el Resucitado acomodando su caminar a mis pequeños pasos y unas veces susurrándome al oído y otras gritándome, porque soy un poco cabezota, pero siempre alentándome y como a un discípulo más me dice: “no tengas miedo”. Siento que camino hacia la vida y con la Vida. Por eso, bendigo el momento en que, un poco desde la inconsciencia y con mucha osadía, inicié mis pasos en este foro. Todo lo que ha venido después ha supuesto un gran torrente de gracia para mí, cosa que agradezco de corazón a Dios y a cuantos habéis contribuido para que esto sea así.
¿Perfección? ¡No! ¡Ni la busco! Tentaciones, dudas, fallos y errores me han acompañado también en este tiempo, no lo voy a negar. Pero siento que soy humano, y que aunque caiga una y otra vez, siempre podré levantarme si mantengo viva esa inquietud. Uno es como es, con mis manías, mis vicios, mis limitaciones e incoherencias… y todo ello me acompañará el resto de mis días. No obstante, no deseo quedarme ahí, y sé que si mantengo la actitud y el esfuerzo por superarme, a pesar de mi debilidad, podré vencerlas. En estos días he practicado el perdón, el primero conmigo mismo, que quizás era del que más necesitado estaba, y luego con los demás y poco a poco voy recuperando la armonía en mi vida. Al menos la que estaba necesitando.
No, no soy ningún ingenuo, ni pienso que todo está conseguido. Me sigo sintiendo débil y tentado. Sé que tengo que seguir trabajándome. Sé que quizás vendrán momentos peores, pero he comenzado a caminar y hasta ahora estoy satisfecho con los pasos que he ido dando. Son positivos y los considero una gracia de Dios.
Y por último, quiero terminar agradeciendo con todo el corazón, a todos los que estáis siendo mis muletas y mis camilleros en este camino que he empezado, gracias. Porque al fin y al cabo, y en palabras del papa Francisco: “la única herencia que nos ha dejado Jesús es ser servidores los unos de los otros”. ¿O no? ¡Pues sí! Vosotros lo estáis siendo conmigo. Gracias.