“No es ese el hijo del carpintero”.
¿Cómo tenemos que vivir? ¿Qué es lo que valoramos?¿Qué tiene importancia en nuestra vida?
Estas son las preguntas que todos nos hacemos casi todos los días. Hoy al leer el evangelio me ha llamado la afirmación de los contemporáneos de Jesús cuando dicen “ Ese el hijo del carpintero, vive en Nazaret con su madre y sus hermanos”
Posteriormente he leído una reflexión de Juan Pablo II hablando del trabajo humano como medio de llegar a Dios y de autorealización.
Jesús vivió en Nazaret trabajando con sus manos la madera, inserto en un pueblo, en una familia y con unos amigos. Allí trabajando vivió y compartió su vida con sus contemporáneos. Se ganó el sustento con su trabajo, no le dieron nada hecho.
Esto me ha llevado a dos reflexiones:
La primera es el amor a lo cotidiano. En la vida cotidiana es donde se manifiesta Dios, es donde amamos, es donde nos realizamos y es aquel ámbito que queremos llenarle de sentido.
Recuerdo en tiempos de mi adolescencia cuando leía a los existencialistas: Camus, Sartre. Ellos hablaban del sin sentido, de la nausea, de la nada. Venían a asimilar la vida cotidiana , la vida del ser humano como un tránsito que nos lleva a la muerte, como algo que nos produce angustia, ansiedad, somatizándolo con el simil de la Nausea.
Estoy leyendo el libro de Nazaret editado por los Hermanos de Foucauld. Este sublima la vida oculta, la rutina, el quehacer diario. Es allí donde descubre su vocación el hombre, es ahí donde se le ofrece al ser humano el sentido a su vida y donde se pone a prueba su capacidad amar. En la vida cotidiana, en la vida oculta es donde se forja el hombre, es donde se juega uno el corazón, es donde el ser humano se enfrenta a su ser y a su destino. Es el ámbito en el que se comparte con los demás. Para él y para los cristianos la vida sencilla, humilde y rutinaria es el lugar de encuentro con Dios, es el ámbito en el que se crean lazos solidarios y una opción clara por el Reino de Dios y su justicia. En la vida gris , rutinaria, que nade se fija, es donde se realiza el hombre y se produce el encuentro con Dios. Esto constituye un revulsivo y una respuesta a tanta gente que se hace las preguntas derivadas de las corrientes existencialistas.
La segunda Jesús carpintero, trabajador. Debido a mi experiencia( en este momento estoy esperando a que me llamen para una interinidad, creo que en esta semana, debido a los recortes la situación de paro se va alargando y las prestaciones se van agotando); y por otra parte al escuchar las cifras del paro de este mes me ha llevado a reflexionar sobre el trabajo. El trabajo, hoy en día es un lujo, la gente malvive, vive del trapicheo, precariedad en los contratos, contratos por horas, de un tercio de jornada, de duración limitada….. Hoy hay gente que quiere trabajar y no puede. Mientras que unos están forrándose; otros están casi en la miseria. ¿Pero por qué ha sucedido esto? La respuesta es que hoy se considera el trabajo como un producto. Los empresarios contratan siempre que la estructura de producción exija trabajo. El trabajo se considera un elemento del mercado y como producto se contrata siempre que me sea útil y produzca el máximo beneficio. Debemos luchar contra esta concepción materialista y con Juan Pablo II en la Laborem Exercens luchar para “que el trabajo no sea solo un producto, y descubrir que debajo de cada trabajo hay un trabajador, sujeto de derechos y obligaciones, con una dignidad y no un producto más del mercado”
Un abrazo
HILARIO.