El circo había llegado a la ciudad y eso se notaba en los niños. Un monje y su amigo fueron a pasearse entre las casetas ya que uno de los equilibristas era buen amigo de los dos. El monje se paró entre los elefante. Esos grandes animales estaban atados con una cadena alrededor de una pata, unida a una pequeña estaca clavada en el suelo.
-¿Cómo es que no se escapan si con un simple tirón harían saltar la estaca? -pregunto el joven seglar.
El monje sonrió y respondió;
-Un cuento de Ceilán lo explica. están tan acostumbrados a estar atados a barras de hierro bien sujetas, que ya no intentan liberarse, creen que no lo lograrán.
Luego miro a los ojos de su amigo y concluyó:
-Lo mismo nos pasa a nosotros. Las cosas que nos impiden liberarnos y avanzar en nuestro comino espiritual y aceptación personal son tan livianas como la estaca que sujeta al elefante. Un pequeño hilo nos inmoveliza y no intentamos luchar de verdad. Creemos que no lo lograremos, que es un camino imposible. El problema es, que ni siquiera intentamos empezar a andar.
Y siguieron paseando entre las casetas y camiones del circo...
fr. Bernardo Yoel.c.g. Valencia