Y no nos referimos al Cuerpo místico del que nos habla san Pablo, es decir, de la Iglesia, el Pueblo de Dios. Que de ese ya hablaremos otro día. Sino al Cuerpo-humano, es decir, a nuestra dimensión física, biológica y antropológica; que, existe en nosotros de manera inseparable a nuestra alma y nuestro espíritu.
*** (Advierto de antemano que, estas cosas que escribo son reflexiones particulares y puntuales que me parece oportuno publicar por si a alguien le sirve de algo. Para quien, de entrada, le parezcan rollos largos y pesados, lo cual lo entiendo perfectamente y lo respeto; es tan fácil como que pase por encima sin leerlos si quiera.) ***
Realmente, en el Mundo y en las Personas (pues nosotros también formamos el Mundo) se da una evolución, un progreso. Pero en ocasiones, parece ser que da la sensación de que hemos avanzado en la comprensión de algo que desconocíamos (porque tanto el Mundo como el Ser-humano es un Misterio, como lo es Dios, su original) y seguimos igual. Hemos evolucionado en mentalidad, pero seguimos hablando igual. ¿No será que seguimos pensando igual?
Veamos un ejemplo, quizá un poco exagerado, pero que nos ayude a entender lo que queremos expresar:
En el siglo XVII, Johannes Kepler, Galileo Galilei y Tycho Brahe desarrollaron los modelos cosmológicos de Copérnico, Pitágoras y los antiguos astrónomos egipcios, concluyendo y demostrando científicamente mediante experimentos y cálculos precisos que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés, como hasta entonces la mayoría imperante sostenía. Desde entonces hasta ahora, nadie lo ha puesto en duda demostrando lo contrario. Y la creencia del heliocentrismo forma parte de nuestra cosmovisión planetaria. Muy bien, pero seguimos diciendo: el sol "sale" por el Oriente y "se pone" por el Occidente. Seguimos hablando igual. Nuestro lenguaje no ha cambiado nada, porque todavía pretende que la Tierra no gira. ¿Puede ser una métafora del lenguaje oral decir esto actualmente? Sí, si cuando lo decimos, pensamos que es la Tierra la que gira. Por tanto, ha habido un cambio de mentalidad, pero no de lenguaje. Un cambio de mentalidad debería expresarse en el lenguaje. De tal manera que, todavía tenemos que explicarle los niños que la Tierra gira alrededor del Sol, porque ellos nacen escuchándonos y aprendiendo nuestro lenguaje clásico.
Pues algo similar nos pasa con la teología del cuerpo en el cristianismo. Nos parece que hemos evolucionado en el pensamiento, pero seguimos hablando igual. Señal de que podremos acabar, como los niños, pensando conforme hablamos, y no al revés.
Nosotros, actualmente pensamos que toda la Creación es buena (“Y vio Dios que era bueno”), pero ante ciertas experiencias o pensamientos, se siembra la duda en nosotros. Como si todavía siguiésemos pensando en los tres enemigos del alma: el demonio, el mundo y la carne.
Para san Pablo, el cristiano vive la vida del Espíritu, la vida espiritual. El adjetivo "espiritual" es una traducción del latín "spiritus", que a su vez se traduce del griego "pneuma" (como la palabra neumático: lleno de neuma/aire). La palabra "spiritualis/spiritalis" fue utilizada para traducir el vocablo griego "pneumatikós" de las cartas paulinas.
El comienzo del capítulo 8 de la Carta a los Romanos ahonda en este asunto. Citemos algunos versículos para ambientarnos:
- “Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el Espíritu, desean lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del Espíritu, vida y paz… Los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios.” (Rom 8, 5-8).
- “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.” (Rom 8, 9-10)
1Cor 2, 14ss.: “El hombre naturalmente no acepta las cosas del Espíritu de Dios, …”
Gal 3, 3: “¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿termináis ahora en la carne?” (aludiendo a la circuncisión)
En distintos textos de san Pablo observamos cómo “lo espiritual” se contrapone a “lo carnal”. Bien, cierto. Pero, ¿qué es lo espiritual y qué es lo carnal? O, ¿qué es la carne espiritual?
Primero, tengamos claro qué es cada cosa:
- Pneuma (texto griego)/spiritus (texto latino): es lo trascendente del ser humano, el soplo divino, la apertura a la vida divina. "Espíritu" se diría en castellano y "ruah" en hebreo. Pneumatikós/spiritalis/espiritual: lo relativo al espíritu. Se refiere a lo que está ordenado al Espíritu de Dios, y guiado por Él.
** Ahora bien, lo carnal, en griego (texto en el que se escriben las cartas paulinas) se puede decir de dos formas, según lo que se quiera decir. Veamos que, en inglés, se distingue el ser vivo de su simple carne a la venta para comerla; así pues vaca se dice "caw" y su carne "beef", un cerdo es un "pig", pero cuando compramos un filete decimos "pork", la oveja es "sheep" y las chuletas son "lamb" o “mutton”. Y en castellano, sin embargo, no distinguimos el "cerdo" animal vivo de los filetes de "cerdo" que nos comemos en la mesa. Pues algo similar ocurre con la traducción castellana del griego de san Pablo a nuestro idioma.
- Sarx (griego)/Caro (latín)/Carne (castellano): se utiliza para hablar de carne, sin más, como un filete de carne. Pero cuando lo aplicamos a las personas, hacemos referencia a la debilidad humana, al sufrimiento, es decir, a la carne no espiritual. Lo que se ha venido llamando tradicionalmente, lo carnal. Por tanto, lo carnal (latín: carnalis/griego: sarkikós). En hebreo, basar. Con este término, se refiere san Pablo a todo lo que en las personas se opone a la influencia de Dios y de su Espíritu. También, la carne y lo carnal pueden ser la mente, el corazón, la voluntad del hombre, si se resisten a la influencia del Espíritu.
- Soma (griego) /Corpus (latín): se refiere al cuerpo físico en su conjunto, es decir, a una dimensión humana inseparable del resto de la persona. No existen cuerpos sin alma, excepto el de los difuntos, que por eso los llamamos "cuerpos", a secas, o restos mortales.
En san Pablo, la oposición espíritu-carne no se identifica con la relación espiritual-corporal. Es decir que, nos está hablando de dos formas de vida distintas: la persona espiritual (soma-pneumatikós) sería la que se deja guiar por el Espíritu y la persona carnal o mundana (sarkikós) sería la que se opone a la influencia de ese Espíritu, la que se guía por criterios mundanos.
Con el desarrollo del cristianismo, las cosas de la fe había que explicarlas con el lenguaje, idioma y mentalidad de cada época, cultura y lugar. Así, en los primeros siglos, la fe se explicaba en latín y en griego (en occidente) y según los mapas conceptuales de las personas. Una de las formas de pensar que tenía mucha fuerza y que mejor encajaba (aunque no del todo) era el platonismo. Al explicar a san Pablo con el esquema de Platón, no es de extrañar que, si para Platón el cuerpo era malo porque era la cárcel del alma (razón-mente)… Y el alma (razón-mente) tenía que liberarse del cuerpo (cárcel física temporal) y luchar contra ella para hallar la felicidad; las palabras de san Pablo fueron leídas con un marcado acento negativo, y por tanto, lejano al original. Pero las palabras de san Pablo no iban por esa línea. Ni las del mismo Cristo que no rechazó ningún cuerpo, ni por enfermedad, ni por prostitución, ni por justicia retributiva ("Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? Jesús respondió: ni este pecó, ni sus padres", Jn 9, 2). Así lo dice también san Juan: “Todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne mortal, es de Dios” (1 Jn 4, 2).
Esta negativa concepción paulina del cuerpo, con el paso de los años, más concretamente en la Edad Media, por poner un ejemplo (y no todas las personas de la Edad Media), fue tomando fuerza de manera negativa. Y tocó fondo en el siglo XIX. En el siglo XX se ha observado un intento de asimilación y mejora en la comprensión de estos temas, pero la carga de la tradición pesa mucho en la Iglesia y en la Humanidad. Recordemos que las ideas cristianas han calado bastante en Occidente y todavía existe este sustrato hasta en regiones aconfesionales o ateas. Sin obviar el pasado, que es nuestra historia, pero teniendo en cuenta que ya no vivimos allí; tenemos que salir de la moral victoriana y apostar por una vida más evangélica. Más conforme a Dios, más conforme a nosotros.
Si nuestros cuerpos físicos fuesen malos, ni Dios nos habría creado a su imagen y semejanza (Gn 1, 26-27), ni Cristo se habría encarnado en una persona humana (Lc 1, 26 ss.). Si la teología del cuerpo femenino fuese tan negativa como nos la han presentado en épocas antiguas (“las desterradas hijas de Eva”), el Espíritu Santo no había entrado en las entrañas de una mujer, ni Jesús habría nacido de una mujer, sino que habría llegado a la Tierra de cualquier otro modo, que para eso es Dios. Ahora bien, si hubiese hecho esto, no sería hombre, y eso sí que sería preocupante. Pero como vemos, Dios nos quiere como somos: enteros y verdaderos.
Si el cuerpo humano no fuese algo divino, ni querido por Dios, los cristianos no celebraríamos la Navidad. Si las dos fiestas más grandes del año son la Pascua de Navidad y la Pascua de Resurrección, por algo será. En el primer acontecimiento, Dios toma un cuerpo humano de una mujer totalmente humana. En el segundo acontecimiento, pone fin al todo mal que acecha a ese cuerpo glorificándolo. Y lo mejor de todo, en los dos acontecimientos, Dios hace partícipe a la humanidad de esos acontecimientos, entrando en la Historia, precisamente porque esos acontecimientos se realizan en la misma humanidad. Tontos seríamos nosotros, si no lo vemos.