Jesús dejó su familia y su pueblo cuando oyó hablar de Juan. Sintió la llamada y dio un corte a su vida.
Se unió a la gente que escuchaba a Juan con admiración y deseaba recibir el bautismo de sus manos. Era algo nuevo. Es verdad que los Judíos gustaban de las abluciones, pero el rito de Juan era radical, completo, definitivo. Seguro que lo había aprendido entre los esenios que vivían en el desierto de Qumrán. Con el bautismo invitaba a la conversión, arrojar en el mar todos los pecados, a empezar a vivir una vida nueva, practicando la caridad,la no-violencia, la justicia.
Era algo muy distinto de los que se acostumbraba en el Templo. Para conseguir el perdón de los pecados se utilizaba la sangre, se prescribían los ritos de expiación (Lv 4;16). Los sacerdotes se inquietaron y cuestionaban a Juan sobre dónde y el porqué de su bautismo (Jn.1,19-25). Las prácticas de Juan eran,desde luego,más limpias y más baratas, pero no encajaban con la Ley.
Empezó a llamar la atención su convencimiento de que algo importante estaba por suceder. Parece como si Dios estuviera más cercano. Alguien viene detrás de mí que es mucho más importante que yo. El separará el trigo de la paja...el os bautizará en fuego y en Espíritu.
"Venid a mí los que estáis agobiados por vuestras cargas. Yo cargaré con ella".
fr. Bernardo Yoel. Valencia