Hacía años que el amigo teólogo y el Abad Ferran no se veían. Hablaban de sus preocupaciones. El teólogo le dijo:
-Frente a esta sociedad laicalizada hay que luchar por guardar el depósito de la Fe.
El Abad movió la cabeza y contestó:
-No me gusta esa idea de "depósito de la Fe". Juan XXIII decía que no era un depósito, sino una fuente de pueblo.
El teólogo, que había nacido en una ciudad y había vivido siempre en un mundo urbano, no acababa de entender la comparación. Por eso el Abad se explicó:
. La fuente del pueblo está en la plaza. Mana siempre. Se llenan allí cada día los cántaros. El agua cae en un pilón donde van a beber los animales. Pero ese pilón no es un depósito.. Rebosa y su agua se desliza por un canalillo que alimenta el lavadero popular, o sirve para regar una huerta...
El teólogo seguía mirando dubitativo al monje. Este prosiguió:
-El depósito nos da la idea de algo muerto, sin vida. Allí el agua, si nadie va en su busca, acaba evaporándose. La Fe es viva; como le dijo Jesús a la Samaritana. En la Iglesia hemos estado preocupados por conservar este depósito, que quizá hemos contribuido a que muchos se les haya evaporado la Fe.
Miró a los ojos del teólogo y concluyó:
-Nuestra misión no es conservar nada, sino repartir, quitar la sed,lavar,dar vida...Hay que colocar la Fe en la fuente del pueblo, no en el depósito...
fr. Bernardo Yoel. Valencia