El joven monje comentaba que llevaba un tiempo en que parecía que Dios estaba ausente de su vida. No oía su voz como antes y todo era sequedad en su vida espiritual.
El Abat Ferran lo hizo sentar en frente a él. Y mirándolo con simpatía le dijo:
-Sentir el silencio de Dios,la ausencia de Dios no es necesariamente malo. Es más, es un signo de amistad. Toda amistad consta de un encuentro y de una separación. De una presencia y una ausencia. En cambio, entre dos personas que no se aman, no hay ni encuentro ni ausencia.
Sonrió levemente y continuó:
-Todas las personas de espiritualidad profunda, han tenido momentos en que sentían la ausencia de Dios. Esta ausencia puede ser el inicio de otro encuentro profundo. María Magdalena ante el sepulcro vacío, es el modelo de persona que siente la ausencia en su corazón. Pero es ausencia le permitirá hacer el encuentro con una presencia más profunda: la de Jesús Resucitado.
-No temas. Volverás a sentirlo presente y escucharás su voz en una dimensión más profunda.Lo que muchas veces lo que creemos es una puerta cerrada, es un puente hacia Dios.
bernardo Yoel. Valencia