Tienes razón Bernardo. Yo no creo que haya ninguna diferencia entre seglares y religiosos. Los votos no son exclusivos de las personas que forman parte de una institución. Un voto es algo muy personal y ese voto es mi dádiva para mi Dios.
Uno no puede renunciar a algo que no posee. Ni puede disimular que tiene algo que es incapaz de retener como puede ser el amor.
Muchas personas a veces se ríen o menosprecian a un religioso como si fuera un incapaz o un eunuco en vida, porque piensan que en el fondo es un hipócrita, que a saber lo que hará cuando no lo vean.
Son incapaces de comprender, que dar la propia vida como dádiva, pueda ser el mayor regalo que pueda dar una persona a su Señor, porque ya no se pertenece a sí mismo sino que se ofrece como instrumento para los planes del Altísimo.
Estamos en un mundo de mediocres. En una sociedad en que los valores son una losa que hay que romper en mil pedazos. Lo mejor es abandonarse y dejarse llevar.
Si eres incapaz de ser buena persona o de mentir, esperaras que los demás también serán inicuos o mentirosos.
Si eres incapaz de pagar una factura con iva, te regocijaras con los ladrones y pensaras que todos roban.
Si algún día te dan un golpe con el coche huiras sin dejar una nota porque los demás también lo hacen porque todo el mundo es mala gente...ellos también lo harían.
Nos regodeamos en lo malo, en lo mediocre para así no mover un dedo y no esforzarnos por nada.
El otro día leí un relato de don Miguel de Unamuno, que contestaba al general Millan Astray fundador de la legión después de un discurso negro y atávico, cuando el gritaba la funesta VIVA LA MUERTE!Este es el discurso que os copio de internet. Así contestaba Unamuno al general en su misma cara.
“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito “¡Viva la muerte!” y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.”
El general Astray era incapaz de amar. A su manera era un soldado. El pensaba que su vida había sido todo sacrificio por un bien mayor....el estado. Pero se había convertido en un ser negro, funesto, amante del miedo, precursor de la maldad.
Los votos que hacemos, deben de procurar que cada día seamos mejores personas. Que nosotros, los verdaderos soldados de Cristo, no dudemos en colocarnos en la primera línea de batalla. Nuestras armas, el amor y los mandamientos de nuestro Señor.
El mundo yace en el poder del inucuo, ya incitó el diablo a Jesús, ofreciéndolo todos los reinos de este mundo si daba un solo acto de adoración.
No somos parte de este mundo. Somos peregrinos. Estamos de paso.
Nada trajimos a este mundo cuando abrimos nuestros ojos por primera vez, nada nos podremos llevar.
Acumulemos tesoros en el cielo donde la polilla no lo convierta en nada.
Hagamos votos para que nuestro Señor, llegado el día, nos de la bienvenida y nos diga, entra ven conmigo porque no he encontrado falta en ti.
Paz y bien