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Vergüenza ajena

(2 mensajes)
  1. ionath
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    Los comentarios que transcribo a continuación no pueden ser de alguien que se autodenomine cristiano, porque no reconozco en sus palabras las expresiones, ni acciones de Cristo, quien en su etapa terrenal no aparto, ni discrimino, ni juzgo, ni condeno; únicamente acogió y amo sin hacer acepción de personas por ningún motivo.

    “El presidente del Foro de la Familia de Louisiana Gene Mills, ha manifestado que lo que realmente ocurre es que las personas homosexuales sienten “culpa y vergüenza en su interior”, motivo que cree que hace que dichas personas se sientan acosadas por la sociedad.- (…) Las personas homosexuales, bisexuales y transexuales no están siendo discriminadas y acosadas”

    “Bryan Fischer, portavoz de la Asociación Americana de la Familia “Dios ve repugnante el sexo entre homosexuales” Fischer ha defendido que el sexo entre personas homosexuales es algo “profundamente repugnante“, considerando que Dios y “cualquier persona normal” también ve así las relaciones homosexuales.” (…) “Cuando Dios lo ve, tiene que retroceder de lo repugnante que es. Cuando nosotros pensamos en el mismo acto homosexual, tenemos exactamente la misma reacción. La mayoría de la gente no quiere pensar en eso, no lo quieren visualizar porque es repugnante” (…)“Si las personas no estuviesen condicionadas políticamente para aceptarlo, su reacción natural es la de que no es algo normal, no es algo natural, eso no es aquello para lo que fueron diseñados los seres humanos”, defendió Fischer.

    El telepredicador de Club 700, Pat Robertson expreso: “Me gustaría vomitar al ver parejas gays, pero Facebook aún no ha puesto ese botón“ o “los homosexuales de San Francisco intentan intencionada y deliberadamente propagar el SIDA mediante un anillo especial que produce un corte a quienes den la mano”.

    “Richard Lande líder de una organización evangélica de los Estados Unidos, se ha mostrado satisfecho con la derrota sufrida por colectivos LGTB en la localidad de Baton Rouge (Louisiana), quienes pretendían aprobar una ordenanza contra la discriminación de la ciudadanía LGTB. Land considera que prohibir la discriminación viola la libertad de expresión. (…) Land ha defendido que los representantes de la localidad de Baton Rouge, con su rechazo de la ordenanza contra la discriminación, protegieron las libertades del resto de los ciudadanos. (…) El líder evangélico alega que prohibir la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género conlleva “suprimir la libertad de expresión” de la población.”

    Ante las manifestaciones citadas no puedo ser indiferente, al contrario al leer estos comentarios me siento profundamente indignado y me atrevo a decir que nuestro Señor Jesús debe sentirse entristecido al ver que su ejemplo, sus palabras y su sacrificio no han calado en muchos de sus hijos, máxime cuando se llaman así mismos: “consejeros y pastores”.

    Personalmente por mis creencias cristinas debería poner la otra mejilla y doblar rodillas para que mi Dios les de entendimiento, les de discernimiento y sobre todo amor para su prójimo; pero lamentablemente lo que me produce es una enorme vergüenza ajena.

    Esta vergüenza no es producida por la poca tolerancia, ni por la ignorancia, ni por el desconocimiento de la naturaleza humana, ni por el olvido selectivo de los preceptos cristianos, ni por el no saber reconocer en sus congeneres a Jesús, sino por ese corazón tan duro y seco de estos seudos cristianos, donde no hay amor, en donde se ha entronizado la homofobia y utilizan sus posiciones y su visibilización como personas públicas para transmitirla a otros y herir gratuitamente a toda una comunidad.

    Y ahora soy yo quien parafraseándolos les digo que ante seres tan recalcitrantes como ellos no me produce más que retroceder de lo repugnantes que resultan con sus actitudes y por la vileza de su proceder; y sí, siento culpa de no orar por ellos y vergüenza ajena en mi interior de que sean parte de la creación divina. Porque no son algo normal, porque no es algo natural, sus sentimientos discriminativos, eso no es aquello para lo que fueron diseñados los seres humanos dentro del plan divino.

    Su férrea oposición a reconocer la igualdad de los derechos de todos los seres humanos, su decisión poco humana y cristiana a detener el rechazo de la ordenanza contra la discriminación, a no proteger las libertades de todos los ciudadanos, me hace sentir nausea y ganas de vomitar.

    Dentro de todo lo que han expresado en algo tienen razón, sí, los homosexuales llegamos a sentir culpa y vergüenza que nos ha sido inculcada a través del discurso homofóbico imperante en la sociedad hetero dominante. Sentimientos desgastantes y dolorosos que ningún ser humano debería experimentar, pero hoy les doy gracias por ellos y por ello, porque lo que no nos mata nos hace más fuertes. Y esta fortaleza interna, este reconocimiento a mi sentir y esta aceptación que experimento hoy, me permite elevar mi voz con conocimiento de causa y decir “basta con la homofobia”.

    Por su desconocimiento de la sabiduría de Dios que nunca se equivoca y de la naturaleza humana, al igual que de millones de nuestros semejantes, hace que crecer siendo homosexual en este mundo no resulte fácil para nadie. Todo lo contrario, es bastante normal que muchos de nosotros los homosexuales crezcamos con tareas emocionales pendientes de solucionar producto de las secuelas de la homofobia internalizada y transmitida socialmente al tener que transitar por etapas de rechazo, de discriminación, de bulliying a lo largo de nuestra infancia, adolescencia y hasta en la edad adulta; en espacios vitales que deberían ser seguros y armoniosos para nuestro desarrollo físico, psíquico y emocional sano y equilibrado; como son la familia, la iglesia, la comunidad, los centros educativos y las sedes laborales, entre otros.

    Por lo que en nuestro caso, los homosexuales llegamos a sentir vergüenza y culpa, pero es transmitida por siglos de práctica de la intolerancia y de la homofobia de la iglesia y de la sociedad. Prejuicios religiosos y sociales que se han filtrado en gran parte de los sistemas jurídicos, provocando que las relaciones entre personas del mismo sexo sean ilegales con penas de cárcel y hasta de muerte en diversos países (incluso países occidentales), y que la protección de los derechos civiles de la comunidad LGTB se tambalee en muchos otros. Estas leyes y creencias sociales influyen en la manera en que somos educados por nuestros padres, en lo que nos enseñan en el sistema educativo y en cómo las personas de nuestro entorno reaccionan ante nosotros.

    Afortunadamente, no todas las culturas tienen una visión negativa de la homosexualidad. Suecia y Filipinas son ejemplos de países con leyes tolerantes hacia los homosexuales y las lesbianas. En general, las sociedades que creen que la conducta homosexual, transexual o bisexual viene desde el nacimiento son más proclives a aceptarnos que los que creen que ser homosexual es una opción. Por supuesto, como saben la mayoría de los homosexuales, uno nunca toma la decisión de sentirse atraído o enamorarse de una persona del mismo sexo, se nace con ello.

    Para entender dónde nace la vergüenza y la culpa, debemos hablar de nuestra etapa homosexual de la niñez, cuando aun no hemos desarrollado nuestra capacidad crítica, por lo que carecemos de argumentos, de la capacidad para discernir lo que son simples prejuicios, procediendo a internalizar dogmas preconcebidos y alejados de la realidad cargados de una ideología homofóbica. Desarrollándonos como adolescentes con una baja autoestima e incapaces de amarnos como somos, y percibiéndonos como seres que no encajamos en el mundo y en la realidad en que nos tocó vivir. Experimentando vergüenza y culpa por ser como somos y sentir como sentimos. Cuando esto debería ser todo lo contrario, tenemos derecho a crecer como seres felices, seguros, abrazando, amando y disfrutando nuestras vidas, nuestra sexualidad; ya que la orientación sexual es solo una parte de esta. Tenemos derecho a quemar las diferentes etapas de nuestro desarrollo como todo ser humano, sin sufrir por sentir vergüenza y culpa solo por el despertar de nuestra sexualidad, atraídos por personas del mismo sexo, por enamorarnos, por aspirar a ser correspondidos, a alcanzar una vida plena y a poder edificar una familia.

    Si bien es cierto, la vergüenza y la culpa son emociones sociales necesarias para regular nuestra convivencia en sociedad, sentir culpa o vergüenza depende mucho de los valores sociales imperantes, ya que nos hacen sentir qué cosas nos ganarían el apoyo social y qué cosas nos lo harían perder. Estas emociones equilibradas son funcionales pero en exceso resultan perjudiciales. Solo hagamos la tarea de imaginar lo frustrante y deprimente que es para nosotros los homosexuales crecer y desarrollarnos en un ambiente donde somos repudiados, señalados y donde se nos hace creer que lo que experimentamos es una opción, una aberración y no la naturaleza que nos dio nuestro Creador, que lo que sentimos no debe ser simplemente porque no es aceptado social y espiritualmente, que va contra la normativa de una mayoría que se niega a abrir, a ceder espacios y a reconocer nuestros derechos como seres humanos en igualdad de condiciones.

    Para comprenderlo mejor, podemos decir que la vergüenza tiene que ver con aquello que somos o con aquello que no podemos ser. La culpa tiene que ver con algo que hemos hecho o con algo que no somos capaces de hacer. Simple, vergüenza: soy algo malo; culpa: hice algo malo. Las personas con sentimientos de vergüenza se preocupan por sus defectos, las personas con sentimiento de culpa, se preocupan por sus excesos. La persona que siente vergüenza siente miedo de ser abandonado mientras que el que se siente culpable, teme ser castigado.

    Cuando como homosexuales entendemos estas sutilezas de la vergüenza y la culpa, que hace siglos fue descubierta por la iglesia y que aprendió a manipular magistralmente; es el momento para empoderamos e iniciar la tarea para sobreponernos a esta vergüenza generada social y espiritualmente para no pasar el resto de nuestras vidas ocultos en un armario, con temor a aceptarnos y a luchar por una vida de realización. La tarea no es fácil se debe realizar un gran esfuerzo para dejar atrás los prejuicios que fueron interiorizados durante la infancia y afirmados en la adolescencia, etapas claves para una vida emocional y sexualmente sana.

    Los expertos opinan que vencer la vergüenza y los sentimientos de culpa conlleva un esfuerzo que tiene un coste y que nos suele dejar en una situación de vulnerabilidad inconsciente. Reflejándose a futuro en dependencias emocionales, en comportamientos compulsivos, en depresiones, en reacciones emocionales incontroladas, en una sensación de insatisfacción, en problemas familiares. Terminamos cargando equipajes innecesarios resultado de la intolerancia social y que debemos tomar la decisión de abandonar.

    Debemos interiorizar día con día que nos merecemos una vida sin culpabilidades, sin dependencias. Una vida que de verdad sintamos nuestra. Una vida que sintamos que podemos conseguir y que merecemos vivir.

    Al carajo con la vergüenza y las culpas transmitidas, somos perfectos, somos normales, somos únicos, somos maravillosos y encajamos en la diversidad sexual que el Señor concibió, no es pecado amar y el sexo es un regalo precioso. Solo experimentemos vergüenza ajena cuando otros con su homofobia evidencian su involución.

    Publicado hace 10 años #
  2. ionath, me quito el sombrero. Tienes toda la razón. Nada de lo dicho por estas personas "huele" a Evangelio. El constante intento de hacernos sentir culpables por sentir en nuestro corazón lo que Dios mismo ha puesto es una forma de amedrentarnos. Por eso es tan importante reconocer nuestra filiación divina: somos hijos de Dios y eso, no nos lo pueden quitar nadie. Así que, como tu bien dices: al carajo.

    Un abrazo
    D.G.;Zaragoza

    Publicado hace 10 años #

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