Algunas veces me pregunto cómo hacer ante la aridez y el vacío, a veces, de la oración. Cuando en el corazón de su corazón el hombre se sabe amado para siempre, no teme esperar en medio del silencio, aun cuando ciertos silencios deban prolongarse hasta la muerte.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza (ahora desde Málaga)