Noche de calor. A lo lejos, blanqueada por la luna llena, se dibujan los contornos de la laguna. La felicidad: se halla ahí, al acance de la mano. No buscarla nunca: se escaparía. Está en la vigilancia del maravillarse, de la presencia de Dios. La felicidad da la impresión a veces de desaparecer por largo tiempo, por muy largo tiempo. Y sin embargo está allí, en el encuentro con una mirada. Ahí está, muy cerca, cuando el hombre ama sin saber demasiado si es a su vez amado. Pero si, además, este hombre se siente amado por muchos, entonces experimentará una felicidad sin nombre...
Un abrazo
D.G.;Zaragoza (ahora dese Málaga)