Antiguamente al saludar a un obispo, se doblaba la rodilla y se besaba su anillo. Aún hoy, la palabra "obispo" evoca más un ámbito de poder y importancia que uno de servicio y modestia.
En la Iglesia primitiva el obispo no era el maestro y señor, ni su excelencia o Eminencia; tampoco vivía en palacio ni llevaba báculo curvo, con el que todavía se pasea majestuosamente y acentúa la ficción de ser un pastor. Por reminiscencia bíblica aún se persiste en utilizar el nombre de pastor y quien merecería ese nombre es más bien el párroco, que conoce a las ovejas, y es lo que se puedes esperar de un pastor. Ciertamente las conoce mejor que el obispo.
En los siglos anteriores al Concilio de Trento,los obispos tenían preocupaciones muy distintas como darse al trabajo de enseñar al rebaño. En general los hijos más jóvenes de noble estirpe eran quieres recibían de regalo una sede episcopal como premio de consuelo por que la herencia correspondía al hermano mayor. Sabían más de cacerías que de teología. En la actualidad en este país ningún obispo es faro de teología.
bernardo yoel. valencia