Aunque parezca que estemos caminando en una noche, hay una luz que brilla en el corazón de la tiniebla. Pedro, el apóstol, nos invita a contemplar esa luz "Hasta que la aurora empiece a despuntar y el día ilumine nuestros corazones" (2 P 1, 19).
Una poetisa francesa del siglo XX, Marie Noël, escribía, habitada por su gran fe: "Las mejores personas, las que nos atraen, es el resultado de las cualidades que irradian, pero que van mezcladas de mil pequeñas miserias oscuras, de las cuales se alimenta su bondad, de la misma manera que crece el trigo gracias a las impurezas del suelo" (Notes intimes, Stock, 1984, p.48).
Cristo puede hacer nacer de todo ese sufrimiento una audacia extraordinaria capaz de crear, de arriesgarse por la fe. El Señor contempla nuestra fragilidad, nuestros fracasos, nuestra oscuridad interior, pero lo transforma, lo transfigura a lo largo de nuestra existencia.
Dios nos permite nacer y renacer cada vez que acogemos su confianza y su perdón. Si nos dejamos envolver de perdón, seremos capaces de descubrir la luz en nuestra noche. Descubriremos, con gozo, que la transfiguración del ser se va haciendo poco a poco.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza