La vida religiosa -dicen- es la vía más perfecta de la santificación. Si dicen que pensamientos, emociones...se deben poner al servicio de Dios, ¿por qué no también algo tan humano como la sexualidad?.
Nacer, crecer, enamorarse, amar, desear vivir en pareja, reproducirse, morir es la vida del hombre y una de las funciones de la vida la ponen en entredicho. ¿Por qué precisamente la función de amar y ser amado.
Mas virtuosa es una monja o un religioso, cuanto más reprime las irreprimibles tendencias sexuales y afectivas?
Pues digamos tan fuerte como se quiera que observar del modo más absoluto la continencia sexual en aras de una moral que basa su perfección espiritual en la negación de la sexualidad es aberrante. No se pueden reprimir impunemente las leyes naturales sin que el psiquismo sufra alguna fractura.
La vida religiosa, la vida diaria, la del minuto y el día a día, no contiene en sí las virtudes necesarias para "elevar" a la persona por encima de las leyes naturales,y una de las leyes naturales más fuertes es la de amar y desear ser amado.
Dejemos las teorías y elucubraciones místicas o teológicas: es la vida que marca la pauta...
fr. bernardo yoel.valencia