¿Qué estamos haciendo por nuestros niños y jóvenes LGBT?
Me tome el tiempo para navegar en la web e investigar sobre índices de suicidio de jóvenes homosexuales, las cifras resultan alarmantes, máxime si consideramos que las causas que los motivan son inaceptables y son prevenibles.
Lo más triste es que son pocas las organizaciones de homosexuales que han denunciado esta problemática y las que están colaborando con las agencias gubernamentales en la formulación y planificación de políticas que ayuden a la solución de este flagelo humano; siendo nulo el registro del acompañamiento, que por razones humanitarias y morales, estamos obligados a efectuar cada uno de nosotros como miembros de la comunidad LGBT a nuestras generaciones más jóvenes carentes de experiencia para afrontar sus problemas de aceptación e integración social.
Estudios realizados en EEUU, en España, en Suiza, entre otros países, han evidenciado que los intentos y los suicidios concretados de jóvenes homosexuales son más frecuentes en sociedades conservadoras, con una cultura heterocéntrica cerrada y una homofobia institucionalizada e internalizada, que lleva a los jóvenes a no aceptarse al experimentar conflictos intrínsecos sobre su orientación sexual por razones exógenas y atemporales a su realidad
Estas sociedades cuadradas tienden a reproducir ambientes nocivos para un desarrollo sexual sano de los niños y de los adolescentes LGBT, en estos contextos es casi imposible la coexistencia de programas en defensa de los derechos de los grupos diversos, de escuelas y colegios con alianzas entre gay y heterosexuales, de la enunciación de políticas contra la discriminación por orientación sexual, de la promoción de puntos de vista liberales, de la presencia de profesores homosexuales en sus nóminas educativas, de programas que incluyan la diversidad sexual en sus planes de educación sexual.
Los hallazgos de estas investigaciones han detectado que no es la orientación sexual la razón que propicia el intento o la concreción del suicidio, es el estrés que les produce a nuestros niños y a nuestros jóvenes las situaciones adversas – reales o imaginarias - a enfrentar, al asumir su sexualidad; como el tener que tomar la decisión de confesar su orientación a sus familias por el temor a no ser aceptados en su entorno inmediato; a no encontrar un modo para vivir su homosexualidad dentro de su sociedad; ante la imposibilidad de visualizar horizontes con futuro; por sus sentimientos de culpa producto de los mecanismos de socialización y por el adoctrinamiento religioso que los hace sentirse excluidos del redil de su Creador.
Los factores que tienen más peso en la toma de este tipo de decisiones extremas son la falta de apoyo familiar, según estos sondeos se hace evidente que con frecuencia los jóvenes LGBT son expulsados de sus casas a una edad temprana tras asumir su preferencia sexual. Otra causa que influye es el “bullying” –violencia, hostigamiento- que sufren en sus centros de estudio, este acoso no solo es físico sino es emocional, es viral, es sexual, es racial.
El acoso físico va desde las patadas, los puñetazos; en tanto que el emocional consiste en los insultos, la creación de rumores. El acoso viral o “ciberacoso” incluye el envió de textos, de imágenes, de mensajes descalificativos, peyorativos, de amenazas de agresión física y de muerte a través de las redes sociales; el acoso sexual suele consistir en manoseos, en gestos, en chistes obscenos y en algunos casos en abusos sexuales; finalmente el acoso racial está relacionado con los estereotipos y la discriminación; todos estos tipos de persecución enumerados hacen que los jóvenes LGBT experimenten la sensación “outside”, con lo que se sienten sutil y profundamente afectados por todo lo que sucede en su entorno adyacente.
Inexcusablemente el acoso escolar es interpretado por el esquema hetero dominante como un tipo de ”ceremonia de paso” por el que deben transitar los estudiantes en su periodo de adaptación social, y en muchos de los casos los adultos responsables de su formación y educación procuran hacer sentir culpable a la víctima y el exonerar a los agresores de su actuar; pero la verdad es que conlleva efectos físicos y psicológicos negativos que marca a sus víctimas. Estas prácticas provocadoras constituyen una reproducción de los patrones homofóbicos de las familias de los agresores y de la sociedad en general.
La realidad es que los jóvenes LGBT se han convertido en blanco de numerosas expresiones intolerantes, de constantes mensajes agresivos de su entorno, orillándolos a tomar decisiones que comprometen su integridad física como mecanismo para escapar del ambiente social que los lastima al discriminarlos y al marginarlos.
Estos tipos de experiencias negativas suelen producir en nuestros jóvenes una baja autoestima, vidas cargadas de estrés, problemas de cambios en sus estados de ánimo, los vuelve vulnerables al consumo abusivo de drogas como mecanismo de escape y los lleva a la deserción escolar. No solo los estudiantes son acosados dentro de sus recintos formativos, sino que los empleados, los profesores y los activistas con orientación homosexual sufren la misma suerte.
Lo más frustrante para nuestros jóvenes es que no encuentran apoyo en las personas que comparten el ámbito en que se desarrollan a saber sus familias, sus profesores, sus compañeros de estudios, su líderes religiosos; lo que constituye el reflejo de la ignorancia social y del desconocimiento de las comunidades heterodominantes sobre la naturaleza de la diversidad humana.
Sobre todo la falta del apoyo de sus padres, del sistema educativo y la iglesia, principales agentes sociales llamados a la consolidación de los valores del respeto a los derechos de todos los ciudadanos y a la tolerancia de las diferencias existentes en la diversidad humana, hace experimentar a nuestros jovenes sensaciones de desamparo y abandono social.
Estas conductas auto destructivas de nuestros jovenes obedecen a los diversos factores enunciados que interactúan en su entorno social inmediato; estas interacciones complejas subrayan la necesidad de estrategias integrales para la prevención del suicidio e intervenciones para cambiar este ambiente a niveles estructurales, que enfaticen en el accionar familiar, que eduque a las familias sobre la diversidad sexual - LGBT-, las familias homoparentales, el matrimonio igualitario, elimine la homofobia, promueva el respeto y la tolerancia, en síntesis que origine la aceptación de la diversidad sexual al interior de las familias homo y heterosexuales fundamento de nuestras sociedades, como primer paso para el cambio social
Debemos luchar por la concreción de programas educativos que coadyuven a reducir la vulnerabilidad de nuestros jovenes, las conductas sociales de rechazo y por ende el riesgo latente en nuestros niños, en nuestros jóvenes y hasta en nuestros adultos LGBT de atentar en contra de sus vidas, complementada con una consejería pastoral-espiritual integracionista con el objetivo de eliminar los sentimientos de culpa y temor. Instrumentos didácticos con los que puedan aprender nuestros congéneres menores sobre su identidad sexual y sus derechos.
Es una tarea preventiva, formativa, sistemática, completa y compleja que deberá integrar familia, iglesia, sistema educativo, agencias gubernamentales- servicios familiares, justicia juvenil- , programas de salud mental y formación profesional, fundaciones y organizaciones LGBT. Pero sobre todo deberá contar con la participación incondicional de todos nosotros como adultos homosexuales con experiencia de vida, obligados moralmente, a cuidar y a orientar a las nuevas generaciones, a luchar por su derecho a una vida plena en una sociedad más igualitaria y con espacios seguros para su desarrollo integral.