Seguir a Jesús con corazón firme no es encender unos fuegos artificiales que destellan mil luces maravillosas y que luego se apagan. es entrar y permanecer en un camino de confianza que pude durar toda la vida.
Esta confianza permanece siempre sencilla. Si la fe se convirtiera en un espejismo espiritual y superficial no nos llevaría a ninguna parte.
El soplo de la confianza se puede ahogar por el recuerdo de sufrimientos antiguos o recientes. El Evangelio nos anima a no mirar hacia atrás (Lc 9, 62), a no pararnos en nuestros fracasos. Mirarnos demasiado a nosotros mismos nos puede molestar y alejarnos de la confianza. Es preferible decir a Cristo: "Luz interior, ¡no dejes que me hablen mis tinieblas!" (san Agustín, Confesiones, XII, 10).
La alegría del Evangelio, el espíritu de alabanza, supondrá siempre una decisión interior.
Hay que cantar a Cristo hasta alcanzar la alegría serena...(Fil 4, 6-7 y Ef 5, 19), no cualquier alegría sino la que viene directamente de las fuentes del Evangelio.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza