Tú que sin mirar hacia atrás querrías seguir a Cristo, ¿te prepararás para caminar con un corazón reconciliado, incluso en medio de fuertes tensiones?
No perdonas para cambiar al otro sino, sencillamente, para seguir a Cristo.
Considera a tu prójimo en la totalidad de su existencia y no en una etapa de su vida.
En toda edad y todo tiempo, el impulso de la fe. Hasta en los días grises, su alegría y, aun, el gozo. Sin gemir, en cada instante, confiarle todo, incluso tu cuerpo cansado de fatiga.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza