La oración es un tesoro de Evangelio, abre una senda que conduce a amar y a perdonar.
El perdón puede cambiar nuestro corazón y nuestra vida: se alejan entonces de las severidades, las durezas al juzgar, para dejar paso a la bondad y a la generosidad del corazón. Y somos capaces de intentar comprender más que buscar ser comprendidos.
No hay nada más tenaz que la memoria de las heridas y de las humillaciones. Buscar incansablemente perdonar y reconciliarse abre un porvenir inesperado.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza