Estamos en un mundo en el que coexisten la luz y las tinieblas (Jn 1, 4-5 y Jn 8, 12). ¡Feliz aquel que va de la duda hacia la claridad de la humilde confianza en Dios!
De la misma manera que desaparecen las nieblas matutinas, se iluminan las oscuridades del corazón. No hablamos de una confianza ilusoria, sino de una confianza limpia que empuja a actuar en situaciones concretas, a comprender, a amar.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza