El lenguaje humano apenas consigue expresar a Dios lo profundo de nuestro ser. Algunos días oramos con casi nada. Mantenerse junto a Cristo en este desprendimiento es ya orar. Él comprende nuestras palabras, comprende también nuestros silencios. Y el silencio es, a veces, el todo de la oración.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza