Para la persona más desprovista de conocimientos, para quien no sabe leer ni escribir, así como para el más culto, la fe es una realidad muy sencilla.
La confianza en Dios no se expresa con argumentos que, pretendiendo convencer a cualquier precio, pueden llegar a suscitar inquietudes e incluso miedo. Es en el corazón, en la profundidad de uno mismo, donde recibimos la llamada del Evangelio.
Un abrazo
D.G.;Zaragoza