El Evangelio de ayer nos enseña cómo es la verdadera FE. Una FE siempre debe estar asociada a la paz. En cada aparición que Jesús hace a sus discípulos tras la resurrección, empieza deseándoles que la paz esté con ellos.
No se puede creer con miedo con inquietud. Una religión que causa miedo no es una religión que nos acerque a Dios. Por desgracia hemos asociado demasiadas veces, a lo largo de la historia, la religión con las prohibiciones, los castigos, la condena eterna. Esto ha apartado a mucha gente de Dios, en lugar de acercarla.
Para darse a conocer, Jesús enseña a sus discípulos sus llagas. Tomas no necesita verlas, sino que ha de tocarlas. Nuestra Fe, hoy también pasa por reconocer a Jesús en sus llagas;los pobres,los que sufren, los desahuciados, los hambrientos, los maltratados, lo que nos pasa a nosotros lo sabeis de sobra.... Y no sólo están ahí para que veamos en ellos a Jesús, sino para que los "toquemos", para que luchemos por cambien la situación. Es cierto que encontramos el cuerpo de Jesús en la Eucaristía, pero sobre todo, cuando la entendemos como comunión, como verdadera fraternidad entre todos los hombres. Nuestra FE no es creer en una entelequia, sino en un Dios encarnado,al que amamos amando a todos los hombres. Si nuestra Fe nos encierra en nosotros mismos, es una FE falsa. Por eso, como pidió San Juan XXIII al que canonizo Francisco ayer, debemos abrir puertas y ventanas de la iglesia. Abrir nuestros brazos en un inmenso abrazo a todos los hombres. Todos quiere decir todos.
fr. bernardo yoel. valencia