Son las que han transmitido la fe, digan lo que digan. Son las responsables (en la sombra) de que la Iglesia cuajase y siga en pie.
Antes de enseñarnos la fe un catequista o el cura de nuestro pueblo, nuestra madre o nuestra abuelica ya se había adelantado. Y no sólo los contenidos de la fe, sino también a rezar. Conque, no funciona una parroquia pequeñita del más recóndito núcleo rural de la España profunda sin la presencia de una buena mujer, va a funcionar el resto de la Iglesia.
¿De quién se sirve Dios para llevar a cabo la salvación?
¿Quién es la primera redimida?
¿Quién es la primera en ver al Cristo Pascual?
¿Quién es la que interviene, ante el marido, para que deje a Jesús, acusado de haberse declarado más que el César, que eso era más grave que el delito de "Lessa Maiestas", la que dijo: "no te metas con ese justo, que hoy se sufrido mucho en sueños por su causa"?
Pobre Magdalena que, como no tiene capacidad de testificar en una sociedad patriarcal hebrea, tienen que acudir dos testigos masculinos para testimoniar que "han visto al Maestro".
Cuando no entendían a Jesús, y lo etiquetaban diciendo: Que si hace los milagros en nombre de Dios... Que si hace los milagros en nombre del Príncipe de los demonios, porque los demonios le obedecían... Que si, ¿no es este el hijo del carpintero...? Que si te negaremos, que si no te negaremos... ¿Quién es la contemplativa que lleva todos los acontecimientos de su hijo a la oración, "meditándolos en su corazón", en vez de juzgar, para mirar con los ojos del corazón en vez de con los de la sola razón humana? La misma que dirigió la Oración y explicó la Escritura el día de Pentecostés. Porque los demás habían estado en Babia.
Pobres místicas medievales, que se les prohibió el estudio de la teología en la Sorbona de París en el siglo XIII, mientras su magisterio espiritual tocaba más lo humano, desde la mística, que los escolásticos desde la dogmática. Algunas caminaron hacia la hoguera con la cabeza bien alta, más tiesas que una vela y con la conciencia bien tranquila.
Curiosa respuesta a la reflexión del sacerdocio ministerial ejercido por una mujer en la Iglesia Católica, que viene a decirnos que "no había mujeres en la Última Cena". Qué apañados estos apóstoles que se hicieron la cena ellos solitos, después de venir de trabajar, y fregaron los platos, colocaron los cubiertos, pasaron la bayeta, plancharon el mantel y escurrieron el mocho. Eso son hombres!!!
Los que tanto hablan de la mujer, casi exclusivamente como una "máquina de tener hijos", como un ser humano cuya función es "concebir, engendrar, dar a luz y cuidar, sin abortar"; porque es su principal función biológica; no se han dado cuenta de que son las que han cumplido la principal función teológica y biológica de "concebir, engendrar, dar a luz y cuidar, sin abortar" la fe en los hijos y en las familias. todo ello desde el silencio y, en algunos casos desde la marginación o exclusión de la Comunidad. No era así en los primeros tiempos del cristianismo, cuando las llamadas "diaconisas", antes que planchar purificadores, servían el altar; y antes que poner lavadoras, atendían a los cristianos con, al menos, algunos sacramentos.
Desterradas hijas de Eva, siguieron y siguen desde la retaguardia al pie del cañón. Cuánto tenemos que aprender de su aguante, tesón y esmero, los que tenemos menos paciencia en que las cosas del Señor lleguen a caminar como Él quiere.
Feliz Pascua de Resurrección a todas y a todos.
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