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Palabra clave: ‘Jeaninne Gramick’

El actual debate doctrinal y magisterial sobre la “ideología de género”

Martes, 27 de agosto de 2024
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IMG_1024A propósito de las declaraciones de mons. Joseba Segura

Jeannine Gramick reprochaba al Papa y al Dicasterio no haber superado la llamada “ideología de género”, heredada y repetitiva, del magisterio de sus predecesores, con Dignitas Infinita

Francisco respondió: “la ideología de género es algo más que las personas homosexuales o transexuales ya que iguala a todos sin respetar la historia personal. Entiendo la preocupación por ese párrafo de “Dignitas Infinita”, pero no se refiere a personas transgénero, sino a la ideología de género, que anula las diferencias. Las personas transgénero deben ser aceptadas e integradas en la sociedad”

En una anterior aportación decía haber leído que mons. Joseba Segura, obispo de Bilbao, en la homilía del día de la Asunción, el 15 de agosto, en la basílica de Begoña (Bilbao), habia sostenido que uno no puede “construir su identidad, ser hombre o ser mujer, o cualquier cosa intermedia o ninguna de ellas, a voluntad, sin referencia al cuerpo con el que hemos nacido”. Y tambien, que había leído algunas reacciones muy críticas con este posicionamiento.

Indicaba, igualmente, que, con la intención de propiciar un diálogo lo más objetivo y sereno que fuera posible, me permitía exponer, en primer lugar, los términos escriturísticos más importantes del debate que, en la actualidad, se estaba desarrollando en el seno de la comunidad católica sobre las personas trans y la llamada “ideología o teoría de género”. Con estas líneas, abordo el segundo aspecto del actual debate en el seno de la Iglesia católica: el magisterial y doctrinal.

Una vez publicada la Declaración “Dignitas Infinita” del Dicasterio para la Doctrina de la Fe el pasado 8 de abril, tuvo cierto eco mediático la respuesta del Papa Francisco a la carta de la religiosa estadounidense Jeaninne Gramick, responsable de un grupo católico de apoyo a personas LGTBQ. En este cruce epistolar, la religiosa reprochaba al Papa y al Dicasterio no haber superado la llamada “ideología de género”, heredada y repetitiva, del magisterio de sus predecesores. “Estoy muy triste desde el 8 de abril de 2024, cuando el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano promulgó “’Dignitas Infinita’, la Declaración sobre la Dignidad Humana”. He sentido el inmenso dolor existente entre las personas LGBTQ y sus familiares y amigos. Este documento expone muchas verdades hermosas y esenciales, pero la sección sobre la “Teoría de Género”, que condena la ‘ideología de género’, está perjudicando a las personas transgénero que amo”.

En su respuesta, el Papa Francisco, abundando en lo que entiende por “ideología de género”, sostuvo que se trataba de un movimiento “de cancelación de diferencias” en un mundo en el que el secularismo se impone a quienes creen en la moralidad tradicional y que, por ello, iguala a todos sin respetar la historia personal. Es lo que denominó, en otro pasaje, “colonización ideológica” que se recrea en suprimir las diferencias entre personas. Por eso, sostuvo seguidamente, “la ideología de género es algo más que las personas homosexuales o transexuales ya que iguala a todos sin respetar la historia personal. Entiendo la preocupación por ese párrafo de “Dignitas Infinita”, pero no se refiere a personas transgénero, sino a la ideología de género, que anula las diferencias. Las personas transgénero deben ser aceptadas e integradas en la sociedad”.

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Francisco con la hermana Jeannine Gramick y miembros de New Ways Ministry NWM (desde la izquierda) Matthew Myers, Francis DeBernardo y Robert Shine

Jeaninne Gramick volvió a escribir al Papa para decirle que en Estados Unidos (y en otras muchas partes del mundo), lo que se llama “ideología de género” no es lo que él entiende como igualación o anular o no respetar las diferencias, sino todo lo contrario: es “sentir que vives en un cuerpo con una identidad contraria a como crees que Dios te creó en tu alma”. Cuando ello sucede, lo normal es que la persona transgénero no decida “sin motivo, que su identidad de género difiere de su apariencia corporal”. Es más, frecuentemente, toma la decisión de cambiar de sexo “después de un profundo examen de conciencia, reflexión, angustia y dolor. La Iglesia debe ayudar a eliminar el dolor, para que la persona pueda volverse una en mente y cuerpo, como Dios quiere”.

En definitiva, le respondió Jeaninne Gramick a Francisco, las teorías de género -en contra de la igualación que él condena- se refieren, más bien, a las diferencias constatables y, por ello, tienen como objetivo aceptar la diversidad radical que da forma a las personas. Por tanto, no se pretende crear un nuevo ser humano, sino encontrar palabras para sí mismas sobre la forma en que se entienden a sí mismas y cómo se encuentran a sí mismas. Así entendida, es la interpretación romana de la antropología de género la que niega las diferencias al hablar de “la” mujer (y madre) y “el” hombre. Y concluyó esta segunda carta con las siguientes palabras: “espero que miles (no, millones) de católicos que aman a sus familiares y amigos transgénero les digan a sus seres queridos, a sus párrocos, a sus obispos y a todos los que quieran escuchar que el Papa Francisco desea que las personas transgénero sean ‘aceptadas e integradas en la sociedad’”.

La verdad es que me cuesta reconocer en las palabras de mons. J. Segura las matizadas consideraciones recogidas en esta relación epistolar y echo muy de menos la invitación de Francisco a que las personas transgénero sean “aceptadas e integradas en la sociedad”. Y, tambien, por supuesto, en la Iglesia; incluida, obviamente, la de Bilbao

En la correspondencia recensionada entre Jeaninne Gramick y el papa Francisco quedan recogidos los términos del debate doctrinal y magisterial provocado por la Declaración en lo referente a las personas trans y a la llamada ideología o teoría de género y el limitado desarme que ha experimentado el magisterio eclesial con respecto al de Juan Pablo II y Benedicto XVI, gracias al actual Papa. La verdad es que me cuesta reconocer en las palabras de mons. J. Segura las matizadas consideraciones recogidas en esta relación epistolar y echo muy de menos la invitación de Francisco a que las personas transgénero sean “aceptadas e integradas en la sociedad”. Y, tambien, por supuesto, en la Iglesia; incluida, obviamente, la de Bilbao.

Fuente Religión Digital

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“No se puede ser hombre, mujer o cosa intermedia a voluntad”: El obispo de Bilbao, Joseba Segura defendió que uno no puede “construir su identidad a voluntad”.

Jueves, 22 de agosto de 2024
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IMG_6903La verdad es que se ha “lucido” con esta barbaridad.  Y este es de los “moderados”… A una persona culta se le exige un mayor rigor y empatía en sus manifestaciones. Traemos la noticia y sus repercusiones, y un artículo interesante sobre el tema:

Joseba Segura declaró el pasado jueves día 15, en la misa de La Ascensión, que se “intenta imponer la idea de que el cuerpo no tiene nada que decir” y que no se declaren una serie de limitaciones sobre el cuerpo y la voluntad de uno mismo.

El 15 de agosto en Bilbao se celebra la Virgen de Begoña y el obispo de la diócesis, Joseba Segura, presidió la eucaristía principal en la basílica en la que se venera esta advocación mariana. Hasta aquí todos normal. Pero su homilía, comentado las lecturas del día de la Ascensión de María, se ha hecho viral y indignado a algunos colectivos que no han entrado en el razonamiento antropológico del prelado.

En un momento dado de su homilía, el prelado defendió que uno no puede “construir su identidad, ser hombre o ser mujer, o cualquier cosa intermedia o ninguna de ellas, a voluntad, sin referencia al cuerpo con el que hemos nacido”. Una cita que se enmarcaba, según él, dentro del misterio mariano de la Ascensión, ya que “los creyentes celebramos que María fue llevada a la gloria celestial en cuerpo y en alma”, algo que, añadió, “nos enseña que el cuerpo es bueno, que es esencial a nuestro ser”, señaló según el texto íntegro publicado en la web de la diócesis.

En este sentido denunció que “se predica una libertad para ser que no tiene ni siquiera que demostrar ni justificar nadacomo si efectivamente el puro deseo fuera capaz de crear realidad”; cuando, ejemplificó que, “lamentablemente, no todos valemos para jugar al fútbol, ni somos capaces de ganar medallas olímpicas, ni nadamos como los peces, ni volamos como las aves, ni vamos a ser mucho más guapos de lo que ya somos”. Y redondeó, de manera lamentable que: “Se nos dice tú puedes ser lo que quieras, pero sabemos que no es así porque, si fuera así, la cantera de estrellas del Athletic de Bilbao, masculino y femenino, no estaría nunca a falta de candidatos”,

IMG_6900Por ello, recordó que “la mortalidad es descanso final, es cumplimiento, es horizonte limitado y, por eso, urgencia para aprovechar los días, las horas para disfrutar” de lo vivido.

Esto ha provocado la indignación de diversos colectivos. Entre las reacciones a las palabras del obispo, la presidenta del Consejo Vasco de la Juventud, Iratxe Uriarte, definió la homilía episcopal como “declaraciones tránsfobas”. En una entrevista en Radio Euskadi, recogida por Europa Press, señaló se que este mensaje “se aleja bastante de los valores que enseña el catolicismo” de “amar al prójimo”. Para la activista, el obispo, “en este caso, lo único que hace es impulsar esa ola reaccionaria que está habiendo en todo Euskadi o en todo el Estado español, y hacer declaraciones bastante tránsfobas”. Por ello, recomendó a la Iglesia que si “quiere acercar a los jóvenes a ella, tienen que modernizar ese discurso y cambiar ese paradigma”.

Durante el acto eclesiástico estuvieron presentes varios miembros del Ayuntamiento de Bilbao, junto con otros representantes institucionales como la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui. Por si fuera poco, Segura aseguró que la sociedad vive un “tiempo peculiar“.

***

La “ideología de género” y la dignidad de todo ser humano, creado a “imagen y semejanza” de Dios

Ante las acusaciones de ‘transfobia‘ contra Joseba Segura

Así leído e interpretado, el relato del Génesis es el eje vertebrador de una antropología magisterial en la que no hay sitio para lo que vaya más allá de la sexualidad binaria. Este es el hilo vertebrador de la antropología magisterial y de la “teología del cuerpo” de Juan Pablo II

He leído esta mañana -16 de agosto de 2024- que mons. Joseba Segura, obispo de Bilbao, sostuvo ayer, en la homilía del día de la Asunción, en la basílica de Begoña, que uno no puede “construir su identidad, ser hombre o ser mujer, o cualquier cosa intermedia o ninguna de ellas, a voluntad, sin referencia al cuerpo con el que hemos nacido”. Y tambien he podido leer algunas reacciones, casi todas indignadas.

Con la intención de propiciar un diálogo lo más objetivo y sereno que sea posible, me permito exponer los términos más importantes del debate -en este caso, escriturístico- que, en la actualidad, se está desarrollando en el seno de la comunidad católica sobre las personas trans y la llamada ideología o teoría de género. A él habría que sumar el debate sobre la homosexualidad, la cirugía de reasignación de sexo, la gestación subrogada, los abusos sexuales en la Iglesia y la indignidad que, todavía, sigue padeciendo la mujer en la estructura eclesial.

En concreto, centro la atención en la lectura que me atrevo a calificar literalista -y que algunos llegan a considerar “arqueológica”– de Gn 1, 26-27 (“Dios creo al hombre a su imagen, a imagen de Dios; varón y hembra los creó”); por otra parte, muy típica en bastantes ambientes cristianos, incluso progresistas. Este pasaje escriturístico es importante porque, a la vez que permite superar determinados planteamientos anclados en la llamada ley natural, se abre  a reconocer -cuando se subraya la imagen y semejanza de todo ser humano con el Creador, incluidas las personas trans u homo- la indudable dignidad de todos ellos.

IMG_6904Pero también puede ser utilizado para detener cualquier desarrollo ulterior que vaya más allá del discurso binario de tres maneras: deduciendo, en primer lugar, del relato de la creación una naturaleza del “hombre” dada por el Creador. En segundo lugar, interpretando que sólo el varón y la mujer han sido creados a imagen de Dios. Y, en tercer lugar, colocando a ambos en una complementariedad puramente binaria.

Una interpretación que vaya más allá de estas últimas consideraciones puede ser percibida como desviada o contraria a la naturaleza concedida por Dios. Cuando ello sucede, no extraña que se rechace con el argumento de que el ser humano no se crea a sí mismo.

La consecuencia de todo ello es que los derechos de las personas trans ya no pueden ser de recibo porque tales derechos entran en flagrante contradicción con la naturaleza dada y contra el Creador. Y, por tanto, contra la misma naturaleza, el lugar en el que se realiza y desarrolla la dignidad de un varón y de una hembra creados a imagen de Dios. Así leído e interpretado, el relato del Génesis es el eje vertebrador de una antropología magisterial en la que no hay sitio para lo que vaya más allá de la sexualidad binaria.

Este es el hilo vertebrador de la antropología magisterial y de la “teología del cuerpo” de Juan Pablo II, toda ella fundada en una exaltación espiritual de la sexualidad humana y de la fertilidad, afincada en una estricta separación entre el varón y la mujer y que, por ello,  ni se plantea la cuestión de la identidad de género. Pero, afortunadamente, no es el fundamento escriturístico y racional que Adriano Oliva detecta en la interpretación de Sto. Tomás de Aquino del citado pasaje del libro del Génesis; ni tampoco, el del Camino Sinodal Alemán. Pero sí lo es el de mons. Joseba Segura, al precio de descuidar que todos los seres humanos -incluidas las personas trans y homo- hemos sido “creados a imagen y semejanza” de Dios y, por ello, dotadas de una “dignidad infinita”.

Dejo, como he adelantado, para otro momento, el cruce epistolar -y magisterial- habido al respecto entre Jeaninne Gramick (una religiosa estadounidense, responsable de un grupo católico de apoyo a personas LGTBQ) y el papa Francisco con ocasión del debate provocado por la publicación de la Declaración “Dignitas Infinita” del pasado 8 de abril y el limitado desarme que, desde entonces, viene experimentando sobre este asunto el magisterio eclesial con respecto al de Juan Pablo II y Benedicto XVI, gracias al actual Papa.

Fuente Agencias/Vida Nueva/Religión Digital

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El obispo católico John Stowe se posiciona en contra de los despidos de trabajadores LGTB en instituciones católicas

Viernes, 16 de junio de 2017
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bishopstowe1Podrían aprender de él los obispos españoles…

El obispo John Stowe ha sido ya noticia en esta página por presidir una oración en un encuentro de católicos LGTB. Ahora vuelve a merecer ser puesto de relieve por su posición en uno de los temas más delicados de la Iglesia institucional en su relación, precisamente, con las personas LGTB: la retirada de puestos de responsabilidad, y en el peor de los casos los despidos, de personas LGTB en instituciones católicas. Sus palabras tienen especial relevancia porque podrían ayudar a personas cuyo medio de vida depende de un sueldo en instituciones católicas.

John Stowe, obispo de Lexington (Kentucky), es franciscano. Hace pocas semanas ya nos referimos a él por presidir una ceremonia de oración en un encuentro de católicos LGTB. Se trataba, en concreto, de un encuentro de New Ways Ministry, una organización norteamericana que trabaja por la inclusión de las personas LGTB en la Iglesia católica, y en presencia de gente de la significación de la hermana Jeaninne Gramick, una de las figuras más prominentes en este campo. Ahora vuelve a ser noticia porque en una entrevista realizada con motivo de su participación en ese mismo encuentro se ha pronunciado sobre el despido de personas LGTB de instituciones católicas.

Según el relato de la entrevistadora, Patricia Lefevere, “Cuando se le preguntó a Stowe cómo creía que la Iglesia debía responder a los casos de empleados LGTB —muchos de los cuales habían sido despedidos de posiciones en la Iglesia mantenidas durante mucho tiempo cuando sus matrimonios del mismo sexo se hicieron públicos o alguien los hizo públicos— remarcó que la iglesia debe ser consistente y no discriminatoria en su trato con sus empleados. ‘Debemos preservar nuestra tradición e integridad como iglesia’, dijo. ‘Nos arriesgamos a contradecirnos a nosotros mismos si queremos que nuestros empleados cumplan las enseñanzas de la Iglesia mientras nosotros no vivimos según nuestras enseñanzas, que siempre se han opuesto a la discriminación de todo tipo’. Stowe consideró que la iglesia podía encontrar una vía para ‘defender nuestra libertad religiosa sin violar los derechos humanos de nadie”.

En el contexto de los Estados Unidos, las declaraciones de Stowe son importantes porque tienen lugar precisamente en medio de un goteo de casos de discriminación hacia las personas LGTB desde que el matrimonio igualitario comenzó a ser una realidad en ese país, y sobre todo desde que el Tribunal Supremo extendiera ese derecho a todo su territorio. No solo se trata, de hecho, de personas que se casan con sus parejas: lo exacerbado de los ánimos hace que el mero hecho de saberse que es LGTB (incluso defender sus derechos públicamente) puede suponer problemas. En algunas ocasiones, la justicia ha acabado dando dado la razón a los despedidos, pero en otros, la ausencia de legislaciones contra la discriminación de las personas LGTB a nivel de los estados lo impide. Recientemente, ha cobrado también protagonismo el caso de personas trans que han visto negado su tratamiento en hospitales católicos, incluso con cancelaciones de última hora.

Pero la relevancia de sus declaraciones va más allá de los Estados Unidos y afecta a todas aquellas regiones en las que la Iglesia católica tiene un peso importante, como España o América Latina. Sobre todo, merecen ser destacadas porque suponen una interesante argumentación para acabar con los despidos o las retiradas de sus funciones a personas LGTB sin necesidad de un cambio doctrinal. Como señala el propio Stowe, se puede apelar a ser fieles a la propia doctrina de no discriminar para mantener a estas personas en sus puestos.

Con razón podrá argumentarse que este enfoque se queda corto, pero en el terreno práctico podría marcar una importante diferencia, crucial para quienes trabajan o cooperan en instituciones católicas de diverso tipo y no pueden permitirse esperar a una revisión de la doctrina para tener tranquilidad en sus empleos. Hay que tener en cuenta, sumando las instituciones educativas, sanitarias o de otra índole que están administradas de uno u otro modo por la Iglesia católica, que el número de personas afectadas es elevado. Hablamos, además, de un derecho fundamental: el derecho al trabajo.

Fuente Dosmanzanas

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Un obispo preside la oración en un encuentro de católicos LGTB en Estados Unidos

Jueves, 18 de mayo de 2017
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bishopstowe1Dos noticias de cariz muy diferente revelan las tensiones internas que se están produciendo en el seno de la Iglesia católica estadounidense por lo que la inclusión de las personas LGTB se refiere. Por un lado, un obispo ha asistido a un encuentro para personas LGTB católicas, en el que además ha dirigido la oración. Por otro, se siguen conociendo casos de discriminación en instituciones dependientes de la Iglesia.

Que las instituciones de la Iglesia católica no son precisamente un lugar fácil para las personas LGTB es bien conocido. No obstante, también es cierto que se están produciendo en los últimos tiempos movimientos internos, especialmente en países como Estados Unidos o Alemania, de los que venimos informando regularmente. Hoy recogemos movimientos de signo contrario al otro lado del Atlántico, unos a favor de la inclusión y otros de reafirmación de la exclusión.

Un ejemplo reciente del primer grupo es el del obispo de Lexington (Kentucky), el franciscano John Stowe, quien ha dirigido una oración ante 300 personas en un encuentro de New Ways Ministry, organización norteamericana que trabaja por la inclusión de las personas LGTB en la iglesia católica. No era, por cierto, el único obispo que tenía previsto asistir: también iba a estar presente el obispo emérito auxiliar de Detroit, Thomas Gumbleton, que al final se vio obligado a cancelar su asistencia por enfermedad.

En una entrevista concedida durante el encuentro, Stowe declaró sentir humildad ante la persistencia de las personas LGTB católicas, con “una vida de fe en una iglesia que no siempre la ha acogido o valorado”. Según el obispo, ellas también le han dado a la Iglesia “una valiosa lección de misericordia”, al pedirle “ser más inclusiva y más parecida a Cristo, a pesar de que se les hayan dado tantas razones para marcharse”.

Stowe dirigió la oración, además, en presencia de la hermana Jeaninne Gramick, de la Congregación de Loreto. Esta monja es desde hace más de 20 años una de las figuras más prominentes en defensa de la inclusión de las personas LGTB católicas en la Iglesia. Cofundadora de New Ways Ministry, ha publicado varios libros y ha protagonizado un documental sobre su vida y su mensaje, In Good Conscience. Más aún, Gramick llegó a ser reprobada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1999, junto a otro de los fundadores de la organización, Robert Nugent, fallecido en 2014. Pese a ello persistió en su tarea, aunque tuvo que cambiar de congregación.

La participación de Stowe, como era de prever, no dejó de causar gran controversia, a través de correos y publicaciones en blogs, algunas de las cuales calificó de “maliciosas”. Con todo, es un signo positivo que pese a las presiones en contra, Stowe persistiera en ir al encuentro.

“Algunos santos probablemente fueron gais”

En el contexto de esta charla, merece ser destacada una anécdota. La protagonizó el jesuita James Martin, de quien ya hemos hablado en esta página por su apoyo al colectivo LGTB (la última hace menos de un mes, cuando afirmó que las iglesias debían denunciar la persecución de los homosexuales en Chechenia).

Martin respondió en su perfil de Facebook a quienes le reprocharon su publicación sobre el encuentro del obispo Stowe. En concreto, al comentario de que “a ningún santo canonizado le haría mucha gracia”, James Martin respondió: “algunos de ellos eran probablemente gais. Un cierto porcentaje de la humanidad es gay, por lo que muy probablemente lo fueron algunos de los santos. Te sorprenderás de verte saludado por hombres y mujeres LGTB cuando llegues al cielo”. Un comentario que curiosamente ha sido recogido en Infovaticana, un portal ultraconservador que, a pesar de su nombre, no tiene nada que ver con ninguna página oficial del Vaticano.

Dos casos de discriminación

La asistencia del obispo Stowe a un encuentro LGTB contrasta con dos casos de discriminación recientemente conocidos, también en Estados Unidos. En el primer caso, Evan Michael Minton, un hombre trans, ha demandado al grupo de hospitales Dignity Health de California por haberse negado a practicarle una histerectomía (extirpación del útero). Fue, en concreto, en el San Juan Medical Center, centro que canceló la intervención justo el día antes de que se le practicara: “Me dejó destrozado, no quiero que esto afecte a mis hermanos y hermanas transgénero como me afectó a mí. Nadie debería pasar por esto”, asegura.

De acuerdo con la explicación de los administradores, la cancelación se debió a que la operación violaba las políticas de la empresa, basadas en las directivas éticas y religiosas para los servicios de salud católicos de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, publicadas en 2009. En este sentido, la doctora de Minton, Lindsey Dawson, afirma no culpar a los administradores o al personal del centro. “Culpo a la doctrina católica”, ha declarado.

El segundo caso es el de William di Canzio, retirado de sus funciones de lector en la parroquia de Daylesford Abbey, en las afueras de Filadelfia, por haber contraído matrimonio con otro hombre. La decisión se produce después de que el arzobispo de Filadelfia, Charles Caput (uno de los más conservadores de Estados Unidos), haya prohibido expresamente que personas con pareja del mismo sexo lleven a cabo labores litúrgicas. Sin embargo, el relato de los acontecimientos que ofrece el propio Di Canzio muestra las tensiones actuales, pues el propio párroco expresó un claro malestar al tener que aplicar la decisión: “el abad Richard Antonucci de la Abadía de Daylesford en Paoli pidió reunirse conmigo, aunque no quiso decirme por adelantado el motivo. Empezó la conversación diciendo que se había enterado de que me había casado con mi compañero desde hace doce años, Jim Anderson. ‘Créeme’, me dijo, ‘os deseo sinceramente muchos, muchos años de felicidad juntos’. Luego me pasó una copia de la directiva del arzobispo Charles Caput [y] dijo que, a su pesar, tenía que aplicar la directiva”.

En definitiva, noticias contradictorias que hablan de tensiones en el interior de la Iglesia católica por lo que a la situación de sus fieles LGTB se refiere. Unas tensiones cuya visibilidad, inimaginable hace solo unos pocos años, es señal de que se están produciendo cmovimientos a los que merece la pena seguir atentos.

Fuente Dosmanzanas

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Se cumplen treinta años del documento que de una forma más negativa ha marcado la discriminación de las personas LGTB en la Iglesia católica

Martes, 8 de noviembre de 2016
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beso-gay-vaticanoUn despropósito que Francisco no ha eliminado aún…

Se acaban de cumplir treinta años de la “Carta a los obispos sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”, sin duda el documento más importante emitido en materia expresamente LGTB por la Iglesia católica. Un texto que frenó en seco numerosas iniciativas entonces en marcha y que aún hoy parecen audaces. Hacemos memoria de esta carta, de sus circunstancias y su repercusión.

El 31 de octubre de 1986 el Vaticano publicaba la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales. Juan Pablo II era papa, y Joseph Ratzinger, luego papa Benedicto XVI, era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Un documento que es conocido también como Homosexualitatis problema, sus dos primeras palabras en latín. En Estados Unidos algunos la llamaron también “la Carta de Halloween”, por la fecha en que fue publicada.

El documento pretendía salir al paso del debate en torno a la integración de gais y lesbianas en la Iglesia católica suscitado por la mínima apertura que había significado un documento anterior, la Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual, de 1975, bajo el pontificado de Pablo VI. Un texto que había reconocido por primera vez que la inclinación homosexual en sí misma no era pecado. Esta mínima concesión fue suficiente para que en ciertos lugares se iniciara un acercamiento a la comunidad LGTB (al principio centrada casi exclusivamente en gais y lesbianas), lo que causó inquietud en el Vaticano y motivó la publicación de este segundo documento.

Como era de esperar, la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales supuso un cerrojazo a todas las esperanzas de cambio. Pero no solo eso: en ese documento se incluyeron además observaciones sobre las motivaciones de los activistas LGTB católicos y seculares notablemente duras, se marcó con el sello de la desconfianza el apoyo a leyes antidiscriminatorias y se hicieron unas anotaciones “sociológicas” que motivaron que incluso algunos miembros de la jerarquía se vieran posteriormente obligados a relativizarlas en su valor. Fue un cierre de filas doctrinal y una negativa a todo diálogo. En cualquier caso, aunque sea para mal, la Carta sigue siendo el documento doctrinal más importante sobre homosexualidad, y sus consecuencias siguen sintiéndose hoy. Por ello, merece la pena recordarla en algunas de sus tesis, así como el contexto en que se produjo.

El trasfondo: una década de debates e iniciativas audaces (1975-1985)

juan-pablo-ii-y-ratzinger2Entre los últimos años 70 y primeros 80 se habían adelantado propuestas teóricas e iniciativas muy interesantes sobre la inclusión de gais y lesbianas en la iglesia católica, sobre todo en los Estados Unidos. Desde el punto de vista teórico, destacan especialmente dos textos: el libro La sexualidad humana, de la Asociación Católica de América, y La iglesia ante la homosexualidad, del entonces jesuita padre John J. McNeill (a quien en su momento dedicamos un obituario en esta página). En ambos casos se defendía la posibilidad de relaciones físicas homosexuales moralmente buenas desde un punto de vista cristiano.

En cuanto a las iniciativas, algunas resultarían innovadoras y atrevidas incluso hoy (1). En 1981, la archidiócesis de Baltimore estableció uno de los primeros ministerios diocesanos para gais y lesbianas católicos. En 1983, la archidiócesis de San Francisco emitió el primer plan global de pastoral para personas homosexuales. También en 1983, la Conferencia Católica del Estado de Washington, formada por los obispos de tres diócesis del estado, publicó un documento titulado El prejuicio contra los homosexuales y el ministerio de la Iglesia, donde se llegaba a decir que la enseñanza sobre la homosexualidad requería “repensarse y desarrollarse”, y se urgía a la Iglesia a llevar a cabo una “investigación teológica sostenida respecto de su propia tradición teológica sobre la homosexualidad, de la cual nada es enseñanza infalible”. Por último, en 1985, los encargados del acercamiento pastoral a gais y lesbianas de la archidiócesis de Baltimore publicaron Homosexualidad: una perspectiva católica positiva. Aunque no cuestionaba el magisterio oficial, su enfoque positivo despertó recelos en algunos sectores de la iglesia.

Por otra parte, las asociaciones LGTB cristianas proliferaban, en Estados Unidos y fuera. Dignity era la organización más veterana, pero también estaba la Conferencia de Católicas Lesbianas. Había organizaciones dedicadas a religiosos y sacerdotes LGTB, como Communications Ministry, Christian Community Association, Rest, Renewal o Re-Creation. Por último otras organizaciones se dedicaban a la comunicación entre la comunidad LGTB y la iglesia, como New Ways Ministry (aún existente), SIGMA (Sisters in Gay Ministry Associated) y la Consultation on Homosexuality, Social Justice and Roman Catholic Theology.

Condena de toda relación sexual y descalificación de cualquier cambio doctrinal

imagen-9106720-2-pngTodas estas iniciativas preocuparon sin duda al Vaticano, que quiso emitir un comunicado a los obispos para “aclarar” en qué podía consistir y en qué no la pastoral con homosexuales. El resultado fue la Carta que comentamos. En primer lugar, prohibía toda pastoral que implicara aprobación de las relaciones homosexuales. Con ser esto ya un freno a las iniciativas que se estaban dando, la Carta fue más lejos, realizando afirmaciones recibidas por muchos como hirientes.

En primer lugar, estaba la calificación de la misma orientación sexual. Aunque mantenía que en sí misma la homosexualidad no era pecado, sí que le otorgaba un valor negativo en sí mismo:

En la discusión que siguió a la publicación de la Declaración [acerca de ciertas cuestiones de ética sexual, de 1975], se propusieron unas interpretaciones excesivamente benévolas de la condición homosexual misma, hasta el punto que alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada”.

Por ello, la atención pastoral debía realizarse “para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable”.

Pero el texto iba aún más allá, haciendo una serie de observaciones sobre los colectivos LGTB y sobre los activistas católicos a favor de las personas LGTB en la iglesia que muchos recibieron como hirientes. Así, las personas que trabajaban para un cambio en la iglesia eran descritas con tonos exclusivamente negativos:

Dentro de la Iglesia se ha formado también una tendencia, constituida por grupos de presión con diversos nombres y diversa amplitud, que intenta acreditarse como representante de todas las personas homosexuales que son católicas. Pero el hecho es que sus seguidores, generalmente, son personas que, o ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan subvertirla de alguna manera”.

Por ello, el que estuvieran bajo el paraguas de la institución significaba: “mantener bajo el amparo del catolicismo a personas homosexuales que no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento homosexual”. Igualmente, la Carta identificaba toda protesta con una “táctica”:

Una de las tácticas utilizadas es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica, o reserva en relación con las personas homosexuales, con su actividad y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación”.

Contra el apoyo a políticas antidiscriminatorias y referencias muy cuestionables al sida y la violencia homófoba

No era lo único, Sin embargo. También se rechazaba que se buscara apoyo en los católicos a leyes antidiscriminatorias a favor de las personas LGTB, en asuntos laborales o para el alquiler de casas (recuérdese la urgencia de estos temas en los peores años de la la crisis del sida). En este sentido, la Carta consideraba que cuando se buscaba el apoyo a estas leyes, en realidad se estaba buscando la aceptación de la conducta homosexual:

En algunas naciones se realiza, por consiguiente, un verdadero y propio tentativo de manipular a la Iglesia conquistando el apoyo de sus pastores, frecuentemente de buena fe, en el esfuerzo de cambiar las normas de la legislación civil. El fin de tal acción consiste en conformar esta legislación con la concepción propia de estos grupos de presión, para quienes la homosexualidad es, si no totalmente buena, al menos una realidad perfectamente inocua”.

Más aún, para apoyar este rechazo a apoyar leyes discriminatorias porque significaba apoyar la homosexualidad, la Carta realizó una de sus afirmaciones peor recibidas. En ella, se insinuaba la relación entre homosexualidad y sida, con un texto que roza la culpabilización de los activistas LGTB por la difusión de la enfermedad:

Aunque la práctica de la homosexualidad amenace seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas, los partidarios de esta tendencia no desisten de sus acciones y se niegan a tomar en consideración las proporciones del riesgo allí implicado”.

La Carta contenía otro pasaje muy discutible sobre la violencia contra las personas LGTB, que por un lado rechazaba:

“Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen (…) La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones”.

Para a continuación decir lo siguiente:

Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos”.

Se entiende fácilmente que esta declaración causara estupor muchos activistas LGTB, personas de la sociedad civil y hasta no pocos católicos, incluidos clérigos. No en vano, el que entonces era arzobispo de San Francisco, John R. Quinn, en su comentario a la Carta, se vio en la necesidad de exhortar a distinguir entre sus afirmaciones “doctrinales” y sus “observaciones sociológicas”.

Un documento que ha marcado las tres décadas posteriores

Homofobia religiosaA pesar de estar dirigida en principio a los obispos, la Carta causó un fuerte impacto entre los católicos, al menos de Norteamérica y Europa occidental. En primer lugar, fue un golpe muy duro para los activistas LGTB católicos y sus aliados, acusados genéricamente de tener intereses espurios. Lo fue también para quienes manejaban una visión más abierta de la Iglesia católica, al ver cómo se cerraban filas en todos los aspectos doctrinales (el texto debe enmarcarse en un contexto de reafirmación de la doctrina en moral sexual y personal en todos los niveles: anticoncepción, técnicas de reproducción asistida, etc.). En un nivel más práctico, supuso que las asociaciones LGTB católicas que no aceptaron la doctrina que marcaba fueron expulsadas en casi todas las diócesis de los espacios propiedad de la Iglesia.

Es cierto que este cerrojazo no supuso el final del activismo LGTB católico y cristiano. En medio de muchas dificultades, agravadas por la crisis del sida (recuérdese que la Carta fue publicada en octubre de 1986), Dignity y otros colectivos mantuvieron su actividad. En este contexto, merece la pena recordar que la Carta permitió que el movimiento LGTB católico recuperara para el activismo a John J. McNeill, quien decidió romper su silencio impuesto para protestar contra este documento.

Igualmente, otros grupos fueron surgiendo en Estados Unidos y otros países. El movimiento LGTB católico y “revisionista” siguió vivo a pesar de la Carta. En un primer momento logró el mérito nada desdeñable de sobrevivir. Posteriormente ganó en peso y organización. Y lo ha hecho hasta el punto de que 30 años después, cuando parece haber signos de un mínimo deshielo, algunos en la Iglesia católica vuelven a pensar que va siendo hora de darles espacio.

El hecho de que la Carta siga en vigor como doctrina oficial de la iglesia (conviene recordarlo) impide todo optimismo fácil. Pero también es cierto que tres décadas de vigencia no han logrado acallar esas voces a favor de las personas LGTB, que tan duros calificativos recibieron entonces.

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(1) Las informaciones sobre el contexto previo, así como las declaraciones del arzobispo de San Francisco, están tomadas de un libro de Jeaninne Gramick y Pat Furey, The Vatican and Homosexuality. Reactions to the Letter to the Bishops of the Catholic Church on the Pastoral Care of Homosexual Persons, Nueva York, Crossroad, 1988.

Fuente Dosmanzanas

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Un nuevo libro cuenta en primera persona la vida de 34 personas LGTB católicas de Europa

Lunes, 9 de noviembre de 2015
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61wTZEGOMnL._SX339_BO1,204,203,200_Un libro recientemente editado por el Fórum Europeo de Grupos Cristianos LGTB narra la historia de vida de 34 personas católicas LGTB de Europa. Se trata de una obra que va más allá de las declaraciones habituales de los miembros de la jerarquía católica y da voz a las personas que al fin y al cabo son las más directamente afectadas.

Las noticias sobre realidad LGTB e Iglesia católica suelen centrarse casi siempre en las posiciones y pronunciamientos de la jerarquía, lo que oscurece e invisibiliza a menudo la existencia del activismo LGTB católico, del que es buen ejemplo el libro que presentamos. Su título es Y vio Dios que todo era bueno (And God Saw that it was All very good), y recoge las historias de vida, narradas en primera persona, de 34 personas LGTB católicas repartidas en 13 países europeos. Se trata de una iniciativa del Fórum Europeo de Grupos Cristianos LGTB, asociación ecuménica que reúne a colectivos de todo el continente, y que ya anteriormente ha publicado otro libro con autobiografías de mujeres LGTB: Oíd nuestras voces (Let our voices be heard).

En este caso, el proyecto comenzó a alumbrarse con ocasión de la asamblea anual del Fórum en 2008. Su promotor fue el teólogo católico alemán Michael Brinkschroeder (que luego fue copresidente del Fórum). La razón fue considerar que la realidad de los católicos LGTB merecía una atención especial. Si con las mujeres el problema era la invisibilidad, con los católicos el problema era la situación especialmente difícil que viven en su iglesia.

El proyecto ha tenido sin embargo una historia accidentada. Nació siendo papa Benedicto XVI, periodo durante el cual, como comentan sus editoras Sandra Taylor y Hazel Barnes, cundió el desánimo y costó encontrar testimonios. Casi se llegó a renunciar, pero nuevos colaboradores y lo que se percibían como nuevos aires en el Vaticano lo reanimaron. Se recabaron nuevos testimonios y se logró financiación de la Arcus Foundation, organización dedicada a la promoción de los derechos LGTB. La editorial que finalmente lo ha publicado (al igual que Oíd nuestras voces) es la holandesa Esuberanza.

El libro ha sido presentado en la Asamblea de la Global Network of Rainbow Catholics, que tuvo lugar en Roma mismo fin de semana en que daba comienzo el Sínodo de la Familia. Aprovechando la conyuntura, además, se entregó a cada uno de los obispos participantes una separata con tres historias, con lo que estos ya no pueden decir que no hayan tenido acceso alguno a la realidad de las personas LGTB católicas…

34 historias de toda Europa y de todas las identidades

El libro contiene los relatos autobiográficos de 34 personas de 13 países europeos, desde Reino Unido hasta Albania, encontrándose representadas todas las identidades LGTB. La mayor parte se siguen identificando como católicas, con pocas excepciones, y narran un largo camino autoaceptación especialmente complicado por el hecho de querer conciliarla con su fe religiosa. A ello se sumó la discriminación social, en muchos casos fomentada en sus países por la propia iglesia a la que quieren pertenecer.

El resultado es un mosaico de historias de vida muy diferentes, como la de Andrea y Dario, de Italia, una pareja que ha tenido que superar numerosas dificultades, o la de Eduard, un joven albanés que culminó su proceso de autoaceptación en Londres. Está también Karly, una joven mujer transexual de Malta, que ha mantenido su fe y afirmado su realidad en un entorno social complicado. También de Malta es Pyt Farrugia, un joven que rechaza fijarse según las categorías vigentes de género. Las personas bisexuales están representadas por Meneldil Palantír, de Francia, que ha encontrado en su esposa una influencia decisiva en su camino religioso. Destacan también las historias de quienes han estado en congregaciones religiosas (en uno de los casos, de hecho, sigue dentro).  Son historias ambivalentes, pues hablan de dificultades pero también de su etapa en la vida religiosa como ocasión para asumir su sexualidad.

De España hay una representación apreciable. Está la historia de Paulina, extremeña afincada en Barcelona, quien cuenta el duro enfrentamiento con su familia por su relación con la que ha sido su pareja desde hace más de 40 años. También tenemos a Enric, antiguo presidente de ACGIL (asociación LGTB cristiana de Cataluña) y a Alberto, Juan y Óscar, vinculados al colectivo madrileño CRISMHOM y otras organizaciones.

El libro cuenta con dos introducciones, una de las editoras y otra de los actuales copresidentes del Forum europeo (Wielie Elhorst y Sharon –Shannon- Ferguson). A ellas se suma un prefacio de Jeaninne Gramick, monja cofundadora de New Ways Ministry, organización de Estados Unidos que busca defender los derechos de las personas LGTB católicas.

Esperemos que en algún momento el libro esté disponible en castellano, como ya lo está el dedicado a las mujeres LGTB, ayudando así a comprender la realidad de los católicos LGTB, tanto en el seno de la Iglesia católica como de parte de cristianos de otras confesiones más inclusivas o de personas LGTB seculares, que no entienden su empeño por permanecer dentro de una institución que los discrimina. En este contexto, el principal atractivo del libro es que habla de personas concretas y sus historias de vida, no de teorías o ideologías. Como señala Gramick en su prefacio: “La gente se ve afectada por las historias de la gente (…) Cuando era joven, nunca escuché a ningún líder de la Iglesia hablar de homosexualidad. Nunca mencionábamos la palabra. No lo hacíamos porque ya conocíamos la ética sexual (…) Pero cuando escuché las historias de gais y lesbianas, esta ética sexual mostró ser muy injusta. Estas historias cambiaron mi vida, y las historias de los 34 católicos lgtb de este libro marcará una diferencia en su vida también”.

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Falleció John J. McNeill, pionero en el activismo LGTB dentro de la Iglesia católica

Viernes, 23 de octubre de 2015
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26McNeill-Obit-master675Rev. John McNeill, segundo desde la derecha, en la marcha del orgullo gay de Nueva York en la década de 1980Crédito Carlos Chiarelli

El pasado 22 de septiembre, acompañado del que ha sido su pareja durante casi cincuenta años, falleció John J. McNeill poco antes de cumplir los noventa. Pionero del activismo LGTB cristiano, publicó en 1976, siendo sacerdote jesuita, The Church and the Homosexual. Era este el primer libro dedicado a defender un cambio en la doctrina católica sobre las parejas del mismo sexo.

El día que se escriba la historia del activismo LGTB cristiano, la figura de John J. McNeill tendrá un lugar destacado. Pocos años después de la revuelta de Stonewall, el entonces sacerdote jesuita publicaba un libro con un título entonces llamativo, The Church and the Homosexual (traducido al castellano como La Iglesia ante la homosexualidad), que por primera defendía, en el seno de la Iglesia católica, la necesidad de un cambio de postura en la enseñanza sobre homosexualidad.

McNeill nació en Buffalo (Nueva York) en 1925. En 1942 entró en el Ejército y participó en la Segunda Guerra Mundial. Fue hecho prisionero por los nazis. Durante su cautiverio vivió un acto de generosidad por parte de un extraño: un prisionero polaco le acercó una patata, y cuando McNeill le hizo un gesto de agradecimiento aquel le respondió con la señal de la cruz. Esta experiencia fue determinante para que ingresara en los jesuitas en 1948. Fue ordenado sacerdote en 1959, y cinco años después se doctoró en Filosofía en Lovaina.

Fue a lo largo de los años sesenta cuando McNeill aceptó su propia homosexualidad. Al poco de ordenarse, sufrió una profunda depresión con ideas de suicidio. Fue entonces cuando se enamoró de otro hombre, y lo vivido a su lado le convenció de la legitimidad una relación amorosa entre personas del mismo sexo. Algo más tarde, hacia 1970, empezó a atender pastoralmente a gais y lesbianas, y en 1972 cofundó la sede en Nueva York de Dignity (asociación católica de personas LGTB en Estados Unidos). Mientras, se formó como psicoterapeuta. Su creciente convicción de que las relaciones entre personas del mismo sexo podían ser buenas (incluso “santas” desde los parámetros cristianos) le llevó a visibilizarse cada vez más y hablar en público sobre catolicismo y homosexualidad.

Publicación de The Church and the Homosexual y activismo posterior

Esta creciente visibilidad desembocó en la publicación, en 1976, de The Church and the Homosexual, un libro que cuestionaba tanto los argumentos bíblicos como los más típicamente católicos acerca de la tradición y la ley natural sobre la homosexualidad. El texto concluía afirmando que las razones de la condena carecían realmente de base y que por tanto debía afirmarse la posibilidad de relaciones entre personas del mismo sexo moralmente buenas desde el punto de vista cristiano.

Hoy muchas de las tesis de McNeill son aceptadas. No ciertamente en la doctrina oficial, pero sí han influido en muchas personas dentro de la Iglesia católica y se han extendido más allá de la misma. Sin embargo, en su momento el libro causó un notable revuelo, a lo que contribuyó el hecho de contar con el imprimi potest, autorización oficial de la Iglesia para su publicación (ello había retrasado la publicación del libro tres años, mientras era analizado por una comisión de teólogos). Eran los años posteriores al Concilio Vaticano II, cuando por un tiempo pareció que en el seno de la Iglesia católica las cosas podían cambiar de forma rápida.

El fuerte impacto de este libro inquietó a no poca gente dentro de la Iglesia. McNeill era invitado a numerosas charlas y llegó a aparecer en programas de televisión de gran audiencia, como el Phil Donauhe Show o el Today con Tom Brokaw. En este último programa, el sacerdote declaró públicamente que era gay. Fue demasiado: poco después su libro vio retirado el imprimi potest y en 1977 se le prohibió hablar públicamente sobre catolicismo y homosexualidad.

McNeill obedeció la orden durante casi diez años, mientras continuaba su atención psicológica y pastoral a personas LGTB. Durante estos años tuvo lugar también la aparición del VIH/sida y su rápido avance, que le llevó a fundar un servicio para personas afectadas, atendiendo a personas sin hogar en Harlem. De esta época es también la fotografía con la que abrimos la entrada, y que muestra a McNeill, en compañía de otros sacerdotes, en una marcha del Orgullo. Sin embargo, la publicación en 1986 del documento vaticano Sobre la atención pastoral a las personas homosexuales le hizo cambiar de idea. Dicho documento calificaba la orientación homosexual de tendencia “objetivamente desordenada” y prohibía toda atención pastoral que aceptase las relaciones entre personas del mismo sexo. McNeill se rebeló y decidió pronunciarse públicamente en contra en una declaración enviada a The New York Times. Se le ordenó retractarse, y al no hacerlo, fue expulsado de los jesuitas a principios de 1987.

Esta expulsión significó una nueva etapa en el activismo de McNeill. Continuó ofreciendo sus servicios de pastoral y atención psicoterapéutica a personas LGTB. Publicó otros libros en los que iba más allá de su simple aceptación, buscando desarrollar una espiritualidad en positivo para las personas LGTB. De esta época son sus obras Taking a Chance on God y Freedom Glorious Freedom. En 1997 publicó su autobiografía Both Feet Firmly Planted in Midair.

En 2011 viajó a Roma y junto al Fórum Europeo de Grupos Cristianos LGTB le entregó a Benedicto XVI una carta invitando al diálogo y urgiendo a que el Vaticano condenara la violencia contra las personas LGTB. En 2012, se estrenó un documental sobre su vida, titulado igual que uno de sus libros: Taking a Chance on God, dirigido por Brendan Fay, que resumía su trayectoria. En sus últimos años, John McNeill vivió retirado en Fort Lauderdale junto a Charles Chiarelli, su pareja desde hacía casi cincuenta años. De hecho, como se supo después, The Church and the Homosexual se basaba en su formación académica, pero también en su experiencia personal.

Su fallecimiento ha traído consigo las habituales muestras de reconocimiento. “John McNeill fue un auténtico pionero y muchas hemos seguido sus pasos. Aprendí mucho de su investigación y de sus escritos. Pero aprendí todavía más de la interacción personal con él. Siendo testigo de la pasión y preocupación humana que tenía por toda persona LGTB con la que se encontraba”, expresaba Jeaninne Gramick, fundadora de New Ways Ministry, otra asociación que busca la inclusión plena de las personas LGTB en la Iglesia católica.

En la historia personal de quien escribe esta entrada, McNeill tiene un significado especial. Con apenas 20 años, me hice con un ejemplar de The Church and the Homosexual. En el proceso personal de aceptación como gay y cristiano, este libro fue determinante. Si alguna duda me quedaba de cuál era el camino que debía seguir en mi vida, el libro de McNeill sirvió para borrarlas. Por ello, esta breve nota sirve también de expresión de agradecimiento de quien se benefició de su libro años después de haberlo publicado. Su vida y su obra han ayudado a muchos, incluyendo a quien ha escrito este obituario.

Os dejamos con el tráiler del documental sobre su vida, Taking a Chance on God. (subtítulos en italiano)

Fuente Dosmanzanas

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No seamos ingenuos con “Dignitas Infinita”

Viernes, 31 de mayo de 2024
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IMG_0939Dra. Nicolete Burbach

La publicación de hoy es de la colaboradora invitada, la Dra. Nicolete Burbach, líder de justicia social y ambiental en el Centro Jesuita de Londres. Su investigación se centra en utilizar las enseñanzas del Papa Francisco para superar las dificultades en el encuentro de la Iglesia con la transidad.

Recientemente, la cofundadora del New Ways Ministry, la hermana Jeannine Gramick, escribió al Papa Francisco expresando su preocupación por la reciente declaración de Dignitas Infinita, el Dicasterio del Vaticano para la Doctrina de la Fe, sobre la dignidad humana. Explicó al Papa que las condenas del documento a la “ideología de género” son perjudiciales para las personas trans. Francisco respondió enfatizando que la “ideología de género” es “algo distinto” de las personas trans, y que su rechazo de las primeras no significa un rechazo de las segundas.

Es bueno escuchar esto del Papa Francisco. Sin embargo, también es asombrosamente ingenuo: cuando analizamos lo que significa institucionalizar la visión de Dignitas Infinita, rápidamente se hace evidente cómo su ataque a la “ideología de género” conduce a un ataque a las personas trans.

¿Cómo es eso? Para entender esto, es útil entender lo que Dignitas Infinita dice sobre la dignidad humana y la transidad.

La Declaración comienza desglosando la idea de “dignidad” en cuatro tipos diferentes. La primera es la dignidad “ontológica”: el valor inherente que todos poseemos en virtud de ser creados por Dios y objetos de su amor. La segunda es la dignidad “moral”, que se logra cuando actuamos de tal manera que respete los valores que fluyen de la dignidad ontológica de la creación. En tercer lugar, está la dignidad “social”. Nuestras vidas poseen dignidad social cuando se cumplen las exigencias éticas que se derivan de nuestra dignidad ontológica; cuando estén libres de explotación, opresión, pobreza y marginación. Finalmente, está la dignidad “existencial”. Nuestras vidas tienen dignidad existencial cuando las experimentamos como poseedoras del valor que implica nuestra dignidad ontológica (§7-8). Si alguien siente que su vida no vale la pena ser vivida, o incluso que es menos valiosa de lo que realmente es, su vida carece de dignidad existencial.

En términos generales, Dignitas Infinita afirma que la transidad tiene sus raíces en una “teoría o ideología” de género que rechaza nuestra naturaleza esencial como seres sexuados. Este rechazo, afirma, niega la dignidad ontológica de nuestra naturaleza sexuada; lo que podría describirse como una visión existencialmente indigna del yo. La Declaración también afirma que esto nos lleva a ignorar la dignidad ontológica de nuestros cuerpos haciendo cosas que los dañan (cirugía, etc.); actos que podríamos describir como moralmente indignos (§58-60).

Dignitatis Infinita sitúa esto dentro de lo que considera una tendencia más amplia de separar la libertad humana de los límites y obligaciones que presenta la verdad de la dignidad humana. Según la Declaración, la sociedad actual a menudo actúa como si las personas debieran ejercer su libertad por sí misma; que basta que los humanos actúen libremente, sin ninguna referencia al valor intrínseco de la vida humana y a las exigencias morales que de ella se derivan.

Esta tendencia, afirma la Declaración, es perjudicial en parte porque es una visión equivocada de la libertad misma. Según Dignitas Infinita, la libertad humana encuentra su plenitud al permitirnos perseguir el bien. Nuestra libertad, ejercida simplemente por sí misma, no se cumple.

También atribuye esta visión equivocada al desorden que el pecado crea en el mundo, haciéndonos desear ejercer nuestra libertad en contra de la verdad moral. En este contexto, sostiene la Declaración, “la libertad humana, a su vez, debe ser liberada” (§29). Es decir, necesitamos ser rescatados de la corrupción de nuestros deseos causada por el pecado, dándonos la auténtica libertad de poder usar nuestra libertad adecuadamente, es decir, de manera que respeten la verdad de la dignidad humana.

IMG_4020Aunque Dignitas Infinita no lo dice explícitamente, esto significaría que las personas trans deben ser liberadas de la influencia de nuestros (supuestamente) deseos desordenados de transición, en particular disuadiéndonos, si no impidiéndonos, de vivir vidas trans. Esto se ilustra con particular claridad en otro documento, publicado recientemente por la Conferencia de Obispos Católicos de Inglaterra y Gales: Intricately Woven by the Lord. Esta “reflexión pastoral sobre el género” se identifica como “en línea” con Dignitas Infinita (p. 4), compartiendo la misma visión amplia de la transidad en relación con la dignidad humana.

Intricately Woven revela los problemas de Dignitas Infinita en sus indicaciones sobre cómo las organizaciones católicas deberían responder a la transidad. Estas direcciones incluyen un rechazo generalizado de toda la atención médica trans por considerarla dañina para el cuerpo; así como de transición social (cuando alguien cambia su rol social de género), que afirma no respeta “la verdad y la vocación de cada hombre y de cada mujer”. También afirma que las instituciones de la Iglesia deberían evitar adoptar “el lenguaje de la ideología de género”. No continúa definiendo lo que incluye este lenguaje, citando únicamente la afirmación de Dignitas Infinita de que la teoría de género “anula las diferencias en su pretensión de hacer a todos iguales” (p. 10, ver DI §56). Sin embargo, esta vaguedad se presta a una interpretación más amplia; como mínimo, podemos ver cómo esto podría interpretarse como una exclusión de cualquier lenguaje que implique que las personas pueden cambiar de género, en lugar de (por ejemplo) simplemente sentirse incómodas con su rol social. y el cuerpo.

En este sentido, finalmente, Intricately Woven continúa estipulando que las personas trans deben recibir un modelo de “acompañamiento” pastoral que busque “ayudarlas a redescubrir y valorar su humanidad tal como fue concebida y creada por Dios, en cuerpo y alma” ( pág.10).

Es difícil ver cómo estas direcciones dejan algún espacio para la vida trans dentro de las instituciones y organizaciones católicas. Lo único que realmente ofrecen es la oportunidad de someterse a esfuerzos dañinos de cambio de identidad de género (o GICE, por sus siglas en inglés), ya sea a través de las presiones de un contexto institucional que resiste la transidad en todo momento hasta que te ves obligado a desistir, o a través de un esfuerzo deliberado por “acompañarte“. a la cisnormatividad.

De esta manera, si bien tanto Dignitas Infinita como Intimately Woven se preocupan por afirmar la dignidad humana en sus diversas formas, en última instancia abogan por el abandono y el abuso de la dignidad trans en varios sentidos.

En primer lugar, estar sujeto a este nivel de exclusión y control policial es difícilmente compatible con una vida socialmente digna. Tampoco, como lo atestiguan las historias de las víctimas del GICE, conduce a la dignidad existencial.

Tampoco es compatible con la dignidad moral. La visión de la libertad de Dignitas Infinita sugeriría que una vida vivida bajo las restricciones de Intricately Woven, cuyo objetivo es hacer que las personas trans respeten lo que considera la dignidad de la naturaleza humana sexuada, está por lo tanto empoderada hacia la “libertad de libertad” que permite la dignidad moral. . Su argumento a favor de esta idea gira en torno a la afirmación de que la transidad busca someter el cuerpo a caprichos y deseos humanos desordenados, sin ningún respeto por el valor intrínseco del cuerpo. Esta idea se ha utilizado durante mucho tiempo para descartar la transidad, y sospecho que esto se debe precisamente a que permite a los católicos ignorar las formas en que las personas trans a menudo viven una vida trans sobre la base de algo más que un deseo egocéntrico. Esto puede incluir convicción moral o espiritual, ya sea un sentido de gracia; o simplemente un sentido de lo que necesitan para florecer verdaderamente y la exigencia de su propia dignidad para proporcionárselo.

IMG_4018El Cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano, sosteniendo una copia de la declaración “Dignitas Infinita

Reconocer este hecho revela que vivir nuestras vidas trans es vital para nuestra libertad: la Iglesia enseña que los humanos, en virtud de nuestra naturaleza de seres libres, estamos “al mismo tiempo impulsados por la naturaleza y también obligados por una obligación moral a buscar la verdad”. y moldear nuestras vidas de acuerdo con él una vez conocido (Dignitatis Humanae, §2). De esta manera, la actividad de buscar la verdad moral es necesaria para lo que Dignitas Infinita llama dignidad moral: parte de respetar la verdad moral es tratar de descubrirla en primer lugar y moldear nuestras vidas de acuerdo con lo que encontramos.

Explorar nuestra transidad y vivir nuestras vidas trans en respuesta a una convicción moral o espiritual es parte de nuestra búsqueda y respuesta a (lo que hemos descubierto que es) la verdad. En este sentido, es parte del proceso por el cual buscamos una vida moralmente digna, de acuerdo con nuestra naturaleza y obligación como seres libres.

Además, la Iglesia también enseña que no podemos ejercer nuestra libertad de acuerdo con nuestra naturaleza y deber si somos obligados a hacerlo. Y este es el caso incluso si la libertad humana también necesitara ser “liberada” para evitar que cometa errores en esa búsqueda. Este es el principio que sustenta la afirmación de la libertad religiosa por parte de la Iglesia (Dignitatis Humanae, §2), que se aplica incluso a las personas malas y/o equivocadas.

Si vivir nuestra vida trans es parte del proceso mediante el cual buscamos e intentamos conformar nuestras vidas a la verdad moral, entonces crear una sociedad en la que seamos vigilados en nuestra transidad nos impide vivir una vida moralmente digna al someternos a coerción en esta proceso. Y este sería el caso incluso si estuviéramos mal dirigidos en nuestra búsqueda por los efectos del pecado, o equivocados en nuestras conclusiones.

Finalmente, si bien tanto Dignitas Infinita como Intimately Woven afirman explícitamente la dignidad ontológica de las personas trans (de hecho, su objetivo es hacerlo para todas las personas), su visión de la sociedad nos negaría las diversas formas de dignidad que exige nuestra naturaleza. Hacer realidad esta visión sería, por tanto, una ofensa a nuestra dignidad ontológica.

Permítanme ser clara: no creo que ninguno de estos dos documentos haya sido escrito con malas intenciones. Pero sí creo que fueron escritos de manera ingenua. Está muy bien distinguir entre “ideología de género” y personas trans en teoría. Sin embargo, las direcciones más concretas de Intricately Woven muestran que defender la dignidad humana desde la “teoría de género” tal como la entiende Dignitas Infinita conduce al abuso de la dignidad trans. Es decir, no es tan fácil hacer esta distinción desde un punto de vista práctico, donde atacar la “ideología de género” significa atacar a las personas trans.

—Nicolete Burbach, 18 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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