Blase Cupich, arzobispo de Chicago: “ Dejemos de lado los prejuicios y escuchemos a las personas LGBTQ: Los católicos LGBTI tienen mucho que aportar, incluso en el amor sacrificado de la adopción”.
El arzobispo de Chicago, cardenal Blase Cupich, en un artículo publicado en el portal Outreach, ha valorado muy positivamente el hecho de que las parejas homosexuales adopten niños. Un discurso en las antípodas del discurso y acción del ultra Benedicto XVI, quien siendo cardenal, calificó como acto inmoral y violento hacia los más pequeños.
El cardenal Blase J. Cupich, arzobispo de Chicago, ha reflexionado sobre el papel de los católicos LGBTQ en la Iglesia y su contribución a la sociedad, especialmente en el ámbito de la adopción y la crianza de niños. En un artículo publicado en Outreach, el prelado destacó cómo estas personas, a menudo marginadas, muestran una resiliencia admirable y una firme voluntad de vivir su fe a pesar de las dificultades.
“El enfoque sinodal de la vida de la iglesia que el Papa Francisco está fomentando me ha sido de gran ayuda. Me ha obligado a repensar cómo sirvo en la iglesia y cómo ministro a aquellos a quienes sirvo. Quizás la idea más importante que he adquirido es que los líderes de la iglesia deben tener cuidado de no presumir demasiado acerca de las personas. Nos va mejor cuando escuchamos a los demás antes de hablar o emitir juicios sobre ellos. Dados nuestros años de educación y preparación en el seminario y la deferencia que la gente nos ofrece a menudo, la falacia de que “el padre sabe más” puede fácilmente infiltrarse en nuestro pensamiento.”
En ese sentido, el cardenal continúa: “Nos va mejor cuando escuchamos a los demás antes de hablar o emitir juicios sobre ellos. En otras palabras, debemos escucharlos en lugar de suponer que sabemos cómo entienden las enseñanzas de la iglesia, o cómo ven el desempeño de las responsabilidades de su cargo.
Este enfoque de dejar de lado nuestras ideas preconcebidas y escuchar realmente también se aplica a cómo los líderes de la iglesia deben considerar a las personas en una variedad de situaciones de la vida. Esto incluye no sólo a los católicos LGBTQ, sino también a las personas casadas o solteras, las que se encuentran en las llamadas situaciones irregulares, las que viven con discapacidades físicas y psicológicas y otras.”
Continúa con su propia experiencia: “Durante la última década como arzobispo de Chicago, he programado sesiones de escucha con personas que representan a todos estos grupos. Estas conversaciones me han dado una nueva perspectiva para comprender lo que la Iglesia quiere decir cuando afirmó en el Concilio Vaticano II que “las alegrías y las esperanzas, los dolores y las ansiedades de los hombres de este siglo, especialmente los pobres o en cualquier situación camino afligido, estos son los gozos y esperanzas, los dolores y ansiedades de los seguidores de Cristo. En efecto, nada genuinamente humano deja de suscitar un eco en sus corazones” (Gaudium et spes, n.1).”
Y afirma que es necesario “estar” con las personas: “Por supuesto, sólo podemos hacer esa afirmación honestamente si estamos en contacto con personas en esos niveles profundos de la existencia humana y las escuchamos. En mis conversaciones con católicos LGBTQ, he encontrado verdades abrasadoras sobre las realidades de sus vidas en nuestra iglesia y en nuestro mundo.”
El prelado también abordó las experiencias de rechazo que muchas personas LGBTQ han compartido con él. Relató casos de parejas que, tras adoptar niños, se han enfrentado a obstáculos para bautizarlos o inscribirlos en escuelas católicas debido a su orientación sexual. Así, señala que: “Un número abrumador de católicos LGBTQ que he conocido me dijeron que sufren una sensación de alienación precisamente porque se sienten juzgados y excluidos de forma preventiva. El dolor es especialmente agudo cuando se experimenta en sus familias o entre quienes han sido sus amigos. Esto también es cierto cuando lo experimentan como miembros de su propia iglesia. Relatan historias de haber sido excluidos, incluso expulsados de sus hogares familiares, cuando les contaron a sus padres sobre su orientación sexual. Se sentían no bienvenidos en la iglesia e incluso hablaron de que se les negaba el bautismo y la admisión a las escuelas católicas a los niños que adoptaban. Una persona me dijo que la forma en que fue desterrado, rechazado e incluso odiado lo llevó a la conclusión de que ser gay lo convertía en un leproso moderno. Trágicamente, este tipo de alienación puede conducir a ideas suicidas.”
Continuando con su propia y esclarecedora experiencia, el cardenal destacó la perseverancia de estos creyentes en su fe, a pesar de dicho rechazo, y su deseo de formar parte activa de la comunidad eclesial. “En mis conversaciones con católicos LGBTQ, he encontrado verdades abrasadoras sobre las realidades de sus vidas en nuestra iglesia y en nuestro mundo.
Sin embargo, en medio de estas realidades de exclusión y sufrimiento se encuentra una profunda resiliencia, una falta de voluntad para renunciar a su deseo de ser buenos y responder al llamado de Cristo a seguirlo en la vida de la iglesia. Asisten a misa. Se involucran en la vida parroquial donde son bienvenidos. Oran a diario y practican obras de misericordia, especialmente la ayuda a los pobres.
Muchos de nuestros hermanos y hermanas católicos LGBTQ valoran la vida comunitaria. Están convencidos de que es importante defender su lugar en la vida de la iglesia porque tienen algo no sólo para recibir sino también para dar, lo cual debemos reconocer y acoger con agrado.”
El cardenal Cupich enfatizó la importancia de escuchar y comprender las realidades de las personas LGBTQ en lugar de emitir juicios apresurados. Subrayó que su contribución, especialmente en el cuidado y la crianza de los niños, representa un ejemplo del amor sacrificado que todos los cristianos están llamados a practicar. “Muchas personas LGBTQ también aprenden y saben qué es el amor sacrificial, ya que asumen el papel de criar a niños que de otro modo no tendrían un hogar. Esto también sucede cuando las personas LGBTQ ponen en práctica el Evangelio social al ofrecerse como voluntarios para buenas causas y tratar con compasión a los demás, ya que muchos de ellos ya saben lo que significa sentirse excluidos.” Según Cupich, estos actos de amor concreto y generoso encarnan el Evangelio en su dimensión más profunda
Continúa desmontando mitos y prejuicios homóbobos cuando afirma que “Al contrario de lo que otros suelen decir o pensar sobre las personas LGBTQ, la idea de que están exclusivamente obsesionadas con la satisfacción sexual es un mito (como si no tuviéramos abundantes ejemplos de obsesión cultural con la gratificación heterosexual). Más bien, lo que ha quedado claro en mis conversaciones con católicos LGBTQ es que dan alta prioridad a las expresiones de amor e intimidad que concuerdan con las enseñanzas de la iglesia. De hecho, tienden a ver la relación de pareja como un intento de establecer estabilidad en sus vidas frente a la promiscuidad que a veces está presente tanto en la comunidad gay como en la heterosexual.”
por ello, según su opinión, “El alcance pastoral a la población LGBTQ siempre debe incluir el llamado del Evangelio a vivir una vida casta y virtuosa. Al mismo tiempo, en mis 50 años como sacerdote he aprendido que todos luchamos con esas demandas. Después de todo, todos estamos llamados a la castidad”.
Finalmente, animó a la Iglesia a acoger a estas personas con respeto y reconocimiento, recordando que “todos somos hijos de Dios” y que en la sinodalidad encontramos un camino para caminar juntos hacia una vida de fe más plena e inclusiva: “Volviendo al llamado del Papa Francisco a una iglesia sinodal, creo que tenemos más posibilidades de llevar una vida santa si caminamos juntos “en el camino” (synodos) y nos ayudamos unos a otros en el camino. Esto significa dejar atrás la exclusión preventiva y el rechazo de aquellos a quienes fácilmente, si no perezosamente, hemos considerado indignos de nuestra compañía. Porque si hablamos y, aún más importante, nos escuchamos unos a otros, podemos llegar a reconocer lo que todos los hijos de Dios comparten como miembros de la misma familia: que somos más parecidos que diferentes, y que todos somos de y vamos hogar de Dios.”
Cupich no es una excepción. En mayo del 2022, la web oficial del Sinodo sobre sinodalidad publicó el testimonio de tres parejas homosexuales que habían adoptado niños
Fuente Outreach
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