“Yo también busco cada mañana”, por Carmen Notario.
Me vienen a la mente imágenes del viaje que hicimos a Tierra Santa hace ya algunos años y en concreto el recorrido por Galilea. ¡Qué diferente es Galilea del resto del país! Una tierra verde, con colinas, agua abundante y allí abajo el lago de Tiberíades. Un paisaje que no pareciera pertenecer a un país tan lleno de desiertos, tan árido, tan seco.
No es de extrañar que Jesús se encontrara a gusto en su tierra, donde se crio, donde experimentó la armonía entre la tierra y los seres que la habitan, a pesar de la pobreza, de los escasos medios y del duro trabajo. También se encontraba a gusto lejos de los poderes políticos y religiosos por los que no sentía aprecio y criticaba duramente.
Con tantos rebaños alrededor, experimenta a Dios como pastor que cuida, que conduce, que sacia y que procura el descanso. Esa experiencia diaria de haber dado con la fuente, con el sustento, le da fuerza para convertirse él en pastor de quien se quiera acercar.
Yo también, busco cada mañana en el silencio de todo y de todos el alimento para el día, sabiendo que tanto si lo siento como si no, Dios tiene dispuesta la mesa para mí. “Me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa” (Salmo 22, 5). Mi encuentro con Él es una fiesta donde no falta nada.
Me prepara para el camino, para el seguimiento al que me invita diariamente. Mucha parte del sendero se me presenta oscuro, contradictorio. Experimento el miedo de tantas cosas: de no hacerlo bien, de estar confundida, el miedo a la soledad y a la indiferencia de tantos.
“Nada temo porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Salmo 23, 4)
Tampoco temo porque sé que camino en comunidad, que no voy sola; entre todos hacemos luz y nos ayudamos a discernir cuando se presentan los dilemas y las dificultades.
Tu bondad y tu amor nos acompañan todos los días de nuestra vida; transfórmanos en esa misma bondad y compasión.
Carmen Notario, SFCC
Fuente: espiritualidadcym@gmail.com
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