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15.12.24 Dom 3º. Adviento de Juan Bautista: Unos militare le preguntaron: Qué hacemos? (Lc 3)

Domingo, 15 de diciembre de 2024

IMG_9035Del blog de Xabier Pikaza:

Lucas 3, 10-18 ¿Qué hacemos nosotros?

En aquel tiempo, le preguntaban a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?” Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro ¿Qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido.” Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”. Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

Introducción. Juan Bautista no es Jesús, pero está en el camino de Jesús:

 El evangelio de Lucas está escrito en un contexto parecido al de Flavio Josefo, hacia el año 80/90 d.C.  y así presenta a Juan Bautista como un profeta moralista), diciendo que fue asesinado porque su mensaje escatológico (y su forma de vivir) podía provocar un levantamiento popular:

Juan, de sobrenombre Bautista… era un hombre bueno que recomendaba a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse…, dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia.

Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión… Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Josefo, Ant XVIII, 116-119).

 Josefo presenta  así  a Juan un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno greco-romano, un predicador de la virtud (cumplir la ley y contentarse cada uno con lo suyo), como supone de manera convergente Lc 3, 10-14. Pero de esa forma no se explicaría bien la condena de Hyab, pues todo nos lleva a pensar que Herodes le mandó matar a Juan porque tuvo miedo de su protesta social y de su anuncio del Más Fuerte:

 Yo os bautizo en agua para conversión. Detrás de mí llega uno Más Fuerte que yo… Tiene el hacha levantada sobre la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Él os bautizará en Espíritu Santo y Fuego. Lleva en su mano el bieldo y limpiará su era: y reunirá su trigo en el granero; pero quemará la paja en fuego que jamás se apaga (Mt 3, 9-12; cf. Lc 3, 3-9).

             Con su gesto (bautismo) y su anuncio, Juan proclama su amenaza final, preparando la llegada del juicio, que es Hacha que corta los árboles sin fruto, Huracán que limpia la era y Fuego que quema la leña inútil y la paja. En esa línea, su bautismo evoca por un lado la muerte (¡todo será destruido!), y, por otro, abre una esperanza de salvación para aquellos que lo reciben, dejando que Juan les introduzca en el río, para renacer de esa forma a la vida que se acerca:

 ‒ Juan se opone al poder socio-religioso del Templo de Jerusalén, que ha tomado el monopolio de la religión judía. Por eso se distancia del templo y sus ritos, volviendo a la ribera oriental del Jordán, para anunciar e iniciar la nueva entrada en la tierra, en contra de un orden ritual que expulsa a publicanos y prostitutas, a quienes él acoge, como hará Jesús (cf. Mt 21, 31).

Juan rechaza orden socio-económico simbolizada de un modo especial en las comidas, pero no en una línea de pureza ritual, pues la miel silvestre (no bien refinada) es impura, lo mismo que el pelo de camello, sino en el sentido económico-comercial. A su juicio es impura la comida del mercado, vinculada a la injusticia social que impide que todos coman[1].

Mensaje de Juan según el evangelio de Lucas. Juan Bautista y el dinero

 Lucas ha reinterpretado el juicio escatológico de Juan en forma de enseñanza ética, convirtiéndole en un moralista. Ciertamente, Lc 3, 7-9 le presenta como intérprete del juicio profético (ya está cayendo el hacha contra la raíz del árbol…), en un contexto de gran importancia económica, comparable al Magníficat (Lc 1, 45-56). Pero más adelante, en Lc 3, 10-14, él ha traducido esa denuncia de juicio (fin de este mundo) en un mensaje de “organización ética de este mundo”, en la línea de una doctrina posterior de la Iglesia, que aparece en la glosa de Rom 17, 1-7, en 1 Pedro y en las Caras Pastorales de la tradición de Pablo . Este es un Juan cristianizado, en la línea tardía del tiempo de Lucas (90-100 d.C.), un moralista de la justicia y equilibrio universal:

 ‒ Economía universal, al servicio de la vida, no del capital. “La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? Y les contestaba: El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo” (Lc 3, 10-11). Comida y vestido no han ser objeto de compra-venta,  no han de estar al servicio del capital, sino de comunicación  interhumana y así deben compartirse, es decir, ponerse al servicio de todos, empezando por los pobres. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia. Ésta es la base de la moral, dirigida a todos, no sólo a sacerdotes o gobernantes. Los objetos básicos de la vida (vestido, comida) han de ponerse al servicio de todos, en línea de comunicación, no de compraventa. No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar dogmas o caminos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) mientras sigue habiendo gente sin comida o vestido.

Economía de administradores (Publicanos  servidores de hacienda, comerciantes…). “Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: Maestro ¿Qué tenemos que hacer? Él les respondió: No exijáis nada fuera de lo establecido” (diatetagmenon) (3, 12-13). Juan supone así que hay un orden (sistema) de economía, y de esa forma pide a los funcionarios que sólo exijan lo regulado, que no cobren más, ni utilicen su poder al servicio propio. Este Juan sabe que puede haber normas injustas, que deben cambiarse, pero debe mantenerse firme el principio anterior de compartir lo que se tiene. En contra del Apocalipsis, Juan Bautista  piensa que en principio los gestores del dinero  público  los pueden cumplir un servicio (¡de manera que no los demoniza!), pero sabiendo que en la base de todo es el principio anterior de “dar aquello que nos sobra a los necesitados…”. “Reyes y publicanos” no son dueños, sino administradores de unos bienes que son  para todos.

La economía está al servicio de los hombres, no los hombres al servicio de la economía.  Eso significa que los bienes han de ponerse al servicio de todos… no a la inversa. Este Juan aparece así como reformador, dentro del sistema, no para destruirlo, sino para ponerlo al servicio del bien común (para compartir túnica y comida, es decir, humanidad).

Una “economía” militar “También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué debemos hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga” (3, 14). Este Juan admite la función de los soldados del Imperio, a quienes concibe como policías (ministros del orden público) al servicio de  la paz universal. Muchos judíos de entonces querían que se aboliera el imperio romano y no hubiera soldados, pues su función es intrínsecamente perversa (cf. Dan 2.7 y Ap 12-13).

Pero Lucas admite la existencia de soldados, y los presenta incluso como “pioneros” evangélicos, es decir, como garantes de la paz público, en un servicio social de anticipación del evangelio  (cf. Hch 10-11, conversión de Cornelio). No es antimilitarista, no es anarquista, ni celota guerrillero. Admite a los soldados, pero cree y dice que ellos deben cambiar y por eso les pide tres cosas:

(a) No emplear violencia. Juan quiere soldados sin armas, sin cañones, sin carros de combate… Soldados como servidores de humanidad, para bien de la paz entre todos, un tipo de ángeles humanos para ayuda de los más débiles.Este Juan de Lucas supone que los soldados no son (no han de ser) ser portadores de violencia (no emplean la espada), sino ministros de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo a los demás, como pacifistas activos, arriesgándose al servicio de los débiles, para defenderles.

(b) No extorsionar a nadie. En esa línea, el Bautista utiliza una palabra plástica “me sykophantêsete”, no seáis psicofantes, no utilicéis vuestro poder para imponeros a los otros. En contra de los que utilizan las armas para matar y enriquecerse, para tomar el poder y mantenerse a la fuerza,  Juan pide a los soldados quelas pongan las armas  al servicio de los indefensos. Este Juan va en contra de los generales y generalitos de Roma que han acudido a diversos alzamientos militares para tomar el poder, para mantenerlo con sus pretorianos, para manejar los hilos de la política y de las armas al servicio de sí mismo.

(c) Contentarse con la paga”. Esta es la reflexión de fondo: Que el ejército no esté al servicio del dinero… no busque más o más dinero, que el Estado no se convierta en una Pluto-cracia al servio de las armas, de la guerra universal.   Lo mismo puede y debe decirse de los funcionarios (publicanos y empleados de la administración): No han de buscar dinero, sino cumplir su función al servicio de todos, sabiendo que la norma fundamental es la ya establecida: Si tienes dos túnicas dale una a quien no tiene ninguna.

Adviento del Bautista. …  Juan Bautista no es Cristo,

ni los comerciantes y soldados son Cristo, pero pueden ponerse al servicio de la humanidad, es decir, de Cristo.

 Juan Bautista puede situarse con los comerciantes y soldados en un camino de AdvientoEl proyecto y mensaje de Jesús se sitúa en ese contexto de gran crisis de Israel que estaba descubriendo y proclamando Juan Bautista. Pero, pasado un tiempo, Jesús  dejó el Jordán y vino a Galilea para iniciar por sí mismo el gran cambio, pero no para implantar el orden tranquilo que Lc 3, 10-14 atribuye más tarde a Juan Bautista (un equilibrio de publicanos y soldados), sino para anunciar la gran transformación mesiánica y liberadora de los pobres, en la línea del canto de su madre (Magníficat).

En esa línea, Jesús vendrá a ser el profeta universal de la justicia mesiánica, secular y campesina, enraizado en las tradiciones proféticas de liberación de Israel, desde la esperanza de los pobres. La tradición posterior intentará vincular su movimiento con la tradición letrada de escribas y rabinos (y eso puede contener un elemento positivo), pero él fue ante todo representante y testigo de la esperanza de su pueblo, desde los marginados sociales con los que había convivido. Ciertamente, aceptó algunos rasgos del mensaje de Juan, pero más que el juicio de Dios le interesará la vida de los pobres, la transformación de los campesinos, enfermos y excluidos, insistiendo así en el aspecto social del mensaje.

 Jesús fue profeta de vida, no de libro, promotor de libertad m de amor y comunión entre todos,  de manera que más que la gloria de Israel (su pureza nacional) le importaba la suerte de los marginados, excluidos, hambrientos y oprimidos, como había proclamado su madre (Magníficat). No buscó el equilibrio ético de Juan (tal como lo interpreta Lc 3, 10-14), ni el compromiso imperial de Rom 13, 1-7, sino que quiso situarse ante la desmesura del Dios de los profetas en una línea de amor fuerte que culmina de algún modo en el Apocalipsis.

Desde ese fondo ha de entenderse el camino de vuelta de Jesús a Galilea, que deja a Juan Bautista y, sin haberle condenado, comienza su misión liberadora en Galilea, ayudando de manera positiva a los que en ese momento se hallaban más oprimidos por la fuerza de los prepotentes.  No lo hace como sacerdote ni escriba, sino como líder profético campesino. Sólo desde ese fondo se entiende su evangelio.

[1] Juan condena toda comercialización de la comida: Es injusto comprar y vender comida en el mercado… al servicio del mercado. Al revés, el mercadeo ha de estar de los hombres. Por eso, los mercaderes han de ser “servidores” de la vida humana, no señores de ella.

(2) Juan condena toda militarización del ejército... Es injusto un ejército al servicio de su poder y de su guerra, como en tiempo de los alzamientos militares de Roma y del mundo moderno. Todo alzamiento militar que busca el poder militar,  dirigido por “brujos psicofantes” es demoníaco. Los soldados sólo tienen sentido como servidores pacíficos de la libertad y fraternidad humana, como han puesto de relieve los últimos papas de la iglesia católica, Juan XXII y Benedicto XVI, en la línea de Juan Bautista. Con ellos seguimos haciendo camino de Adviento hacia Cristo.

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