El poder levanta la cruz, el carisma es crucificado en ella.
Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:
01.- Una vez en casa…
Tras repetirles a los discípulos que el Mesías iba a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán, Jesús y los suyos vuelven a casa…
La casa en el Evangelio de San Marcos es la comunidad cristiana, la iglesia.
Una vez en casa, en la Iglesia, Jesús les pregunta a sus discípulos: ¿De qué veníais hablando por el camino?
Si a nosotros nos preguntaran¿De qué vamos hablando por la vida? Seguramente que también nos callaríamos como los discípulos, pues también nuestro interés es quién es el primero, quién es el más importante, con quién importante trato y me codeo en la vida…
¿La mayor parte de nuestros temas y de nuestras actitudes son acerca del poder? Poder económico, político, religioso, prestigio social, religioso, etc. Hasta en el ámbito familiar las pequeñas cuestiones de poder juegan un papel importante…
También en la Iglesia -por desgracia- el poder tiene una gran vigencia. Muchas de las cuestiones aparentemente dogmáticas, litúrgicas, se sostienen por el humus de poder en el que se apoyan: ¿Quién puede -poder- presidir la Eucaristía? ¿Quién y cómo puede absolver de los pecados? ¿Quién puede -poder- nombrar obispos?, ¿Quién manda en una diócesis, parroquia, etc.?
Por otra parte -y al mismo tiempo- está el “carrerismo” en la Iglesia. El papa Francisco (creo que con poco éxito) ha tratado y trata de paliar esta ansia de poder de muchos clérigos y jerarcas.
El poder, el mando tiene un atractivo enorme. Hoy lo mismo que en tiempo de Jesús.
Es nuestra mentalidad de poder. Estamos en un año olímpico (Paris). El “lema” de las olimpiadas es citius, altius, fortius: Es la manía de verlo todo desde “el más”: el más rápido, más alto, más fuerte, el mejor, etc…
La “casa”, la Iglesia es la comunidad de los más débiles, de los más sencillos.
02.- El poder / el carisma
El poder sirve para algunas cosas. Pero no sirve para que los hombres se vuelvan buenos.
El poder no sirve para liberar o sanar la libertad humana, sino sólo para suprimirla. La gracia, en cambio, hace buenos a los hombres y libera la libertad humana. El poder obliga, la gracia ayuda. El poder crea cuarteles o campos de concentración; el carisma edifica comunidad. El poder crea bancos de dinero, el carisma multiplica los panes. El poder impone silencio, el carisma habla hasta con su silencio. El poder sólo es capaz de preservar, el carisma es capaz de transmitir. El poder sospecha siempre, desconfía siempre; el carisma alienta siempre, apuesta siempre.
El poder da la seguridad de la instalación, el carisma se mantiene vivo en la inseguridad de Abrahán. El poder se ama sólo a sí mismo, la gracia ama a los seres humanos. El poder se atribuye carismas, el carisma no se atribuye poderes. El poder suplanta al Espíritu, el carisma transparenta al Espíritu. Y por eso, el poder acaba por levantar la cruz y el carisma acaba por morir en ella. En una palabra: el poder es de este mundo como todos los sanedrines: el carisma es del cielo como Jesús.
03.- El poder sagrado en la Iglesia es el servicio.
Jesús llama a un niño (que bien podemos traducir por un criado). El niño es símbolo de debilidad, de dependencia. Jesús les dice a los discípulos: el que acoge a uno de estos pobres y sencillos, a mí me acoge.
El camino para ser grande en la Iglesia no es el nombramiento que pueda venir de Roma, la vestimenta de colorín, colorado, sino que el camino para vivir en “casa”, en la Iglesia, es la acogida de los más humildes, el servicio sobre todo a los débiles a coger a quien no tiene ni poder ni defensa. El poder en la Iglesia es el servicio.
Una Iglesia que viva en una búsqueda y dialéctica del poder, no es, está muy lejos de ser la Iglesia de Jesús.
- Una Iglesia que no escucha jamás a la mayor parte de sus miembros, es decir a los propios curas, a los laicos: catequistas, monitores, voluntarios, etc., es una iglesia totalitaria y está lejos, muy lejos de ser la Iglesia del lavatorio de los pies y se ha re-convertido en una “agencia de servicios religiosos”.
- El clericalismo se pasa la vida discutiendo lo que puede o no puede (poder), se ha convertido en una clase dirigente, pero está muy lejos de la diaconía, el servicio de Jesús.
Como decía el papa Francisco bien estaría que la Iglesia se pareciese a un hospital de campaña donde se curan las heridas.
Termino con el texto eclesial programático de Jesús:
Los jefes de la tierra tiranizan y oprimen a los suyos … Entre vosotros no puede ser así.El que quiera ser el mayor, ha de ser vuestro servidor. (Mc 10)
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