Domingo de Ramos.
Mc 14, 1-15, 47
«¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?»
No es probable que hubiese mucha gente en Jerusalén que conociese a Jesús. El propio Mateo dice en su evangelio que los judíos se preguntaban: «¿Quién es éste?» … y les contestaban: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea» … Esto nos hace pensar que fueron los propios galileos que habían acompañado a Jesús a Jerusalén a celebrar la Pascua, los que quisieron preparar una entrada triunfal para reivindicar a su profeta.
Llama la atención que Jesús se prestase a ello, y que cuando los fariseos le pidieron que reprendiese a los discípulos que le aclamaban como mesías, él se negase: «Os aseguro que si estos callan gritarán las piedras». Jesús sabía que en Jerusalén se jugaba el todo por el todo, y es probable que llegase allí con la idea de jugar fuerte desde el primer momento; de llevar la iniciativa hasta que lograse la conversión de los judíos o hasta que las autoridades judías acabasen con él.
Y esta determinación nos puede ayudar a entender su entrada triunfal en Jerusalén, su contestación tajante a los fariseos que le increparon, el desalojo de los mercaderes del Templo y el tono desafiante empleado con los sacerdotes que habían presenciado la escena… También nos ayuda a comprender por qué, a partir del día siguiente, se presentó cada día en el Templo a predicar a los judíos desde las gradas del pórtico de Salomón; a urgirles a aceptar la buena Noticia; o por qué se enfrentó con violencia a todos los estamentos políticos y religiosos de Israel…
Si miramos ahora al otro lado de la escena, vemos a las autoridades alarmadas ante el entusiasmo que generaba en el pueblo; temerosas de que llegase un momento en que no fuesen capaces controlar la situación. Jesús contaba sólo con el poder de su palabra, mientras que los sacerdotes contaban con todo el poder y con el apoyo de la clase dirigente de la sociedad judía de la que formaban parte. Además, estaban espoleados por unas ganas irrefrenables de acabar con aquel impostor que ponía en riesgo su estatus y su influencia…
Y ésta es nuevamente una escena para contemplar; para saborear. Por una parte, Jesús, el carpintero de un pueblecito de Galilea, solo en medio de la gran urbe jugándose la vida para llevar la buena Noticia al mismo corazón de Judea. Por otra, saduceos, sacerdotes, levitas, doctores, fariseos, ricos y poderosos, tratando de destruirle y fracasando hasta que uno de sus discípulos decidió traicionarle.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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