Violencia doméstica hacia mujeres trans: una realidad naturalizada
A partir de la denuncia de la influencer mexicana Paola Suárez sobre la violencia ejercida por su pareja, se reabrió la discusión sobre un tema naturalizado.
Recientemente se dio a conocer que la influencer Paola Suárez,una mujer trans, fue víctima de violencia física por parte de su pareja. Se habían comprometido el día anterior. Esta noticia trajo a discusión nacional la situación de violencia doméstica para las mujeres trans.
La derecha mexicana se infiltra en movimientos feministas con discursos anti-trans. Diferentes personalidades transodiantes como la diputada federal del PAN, Teresa Castell, han carroñado casos mediáticos de violencia, revictimizando a mujeres como Paola. Pero también a les fallecides Ociel Baena y Dorian Herrera. Generan un discurso que afirma que las personas trans vivimos y ejercemos violencia en nuestras parejas por ser trans.
Pero, ¿Qué tan cierto es que la violencia de pareja es indisociable de la vivencia trans? Quizá desde una particularidad más observable, para las mujeres trans que nos relacionamos con hombres cis.
Romper las normas
Las parejas integradas por una mujer trans y un hombre cis se enfrentan a un desafío particular. Ambas partes de la pareja viven la violencia que conlleva la asignación de ser hombre al nacer. Rompe con las dos mayores imposiciones que esto implica: la heterosexualidad y la masculinidad.
Las relaciones de mujeres trans con hombres cis viven un permanente cuestionamiento identitario. La heterosexualidad de los hombres que aman a las mujeres trans se cuestiona.
No hay espacios donde los hombres puedan discutir sus relaciones con mujeres trans sin ser mofados, cuestionados o hasta violentados. Así se les priva de espacios para reflexionar y reaprender sobre prácticas violentas entre sus parejas.
Mientras la masculinidad heterosexual signifique una apropiación de la violencia y de conductas autodestructivas como la negación de los afectos para sostenerse, sus parejas trans seguirán siendo víctimas colaterales de la heterosexualidad hegemónica. Con este coste, las mujeres trans seremos relegadas a parejas clandestinas, y parejas violentadas.
Paola Suárez junto a su prometido, José de Jesús Castro, en una imagen compartida en sus redes sociales.
Y en esta ecuación: ¿Qué pasa con las mujeres trans?
La continua pérdida de capitales que vive la mayoría de las mujeres trans, como lo son el capital social con la expulsión temprana del hogar, el capital académico con la alta tasa de deserción escolar y el capital económico con la falta de oportunidades laborales, suele pensarse sólo desde consecuencias económicas, patrimoniales y políticas, desplazando las implicaciones afectivas para las mujeres trans.
Sabemos que aproximadamente 9 de cada 10 mujeres trans aún sobrevive del trabajo sexual desde la juventud y no tiene acceso a la educación media superior ni superior.
El mundo de las mujeres trans es más pequeño. Cuando no hay preparatoria o no hay universidad, no hay compañeros con quienes compartes 5 días a la semana durante tres o cuatro años de tu vida. No hay escapadas a un bar después de una semana de exámenes, ni hay compañeros de oficina porque no hay trabajo formal. Tampoco hay una socialización en la adolescencia y juventud de las mujeres trans entre parejas que compartan experiencia e inexperiencia en igualdad de condiciones.
No hay ciudadanía para las mujeres trans en un mundo que vive de día y duerme de noche mientras las mujeres trans trabajan de noche y descansan de día. Tampoco hay participación afectiva. La socialización es entre otras mujeres trans y los clientes. El amor, cuando se encuentra, suele darse en relaciones asimétricas atravesadas por la soledad que estas pérdidas generan y de la que se toma ventaja con prácticas como el love bombing. Asimetrías económicas, la promesa de un mejor trato, de una alternativa económica, laboral o patrimonial, y hasta el padrotazgo por parte de la pareja.
Esto, junto a un Estado que no piensa a las mujeres fuera de la heterosexualidad cis y no atiende violencias que no respondan a esa heterosexualidad hegemónica es la fórmula para relaciones codependientes donde las mujeres trans se encuentran en círculos de violencia.
¿Cómo se previene la violencia?
¿Cómo se aprende a pensar como violencia lo que las mujeres trans ven con normalidad porque es la constante? ¿Se puede denunciar públicamente lo que apenas se sabe cómo sostener en lo privado?
¿Cuál es la prevención si se discute su pertenencia en espacios para víctimas de violencia, como los albergues? ¿Cómo pueden las mujeres trans solicitar auxilio a instituciones que están pensadas sólo para las mujeres cis heterosexuales? ¿Cómo escapa una mujer trans de una relación codependiente con una pareja abusiva sin alternativas laborales y patrimoniales?
El ostracismo a las mujeres trans se convierte también en una condena afectiva y de violencia por la que también seremos responsabilizadas, mientras un Estado que odia a las mujeres trans siga negando su papel en sostener esa condena.
Fuente Agencia Presentes
Comentarios recientes