“Ultraderechas católicas: ¿Son católicas o jansenistas?”, por José Ignacio González-Faus
De su blog Miradas Cristianas:
“Esas derechas hoy pretenden destruir el esfuerzo misionero de Francisco”
“Todas esas derechas extremas, tanto de Francia como de España y que tanto presumen de católicas, son en realidad un resto de jansenismo”
“En el s. XVIII esas derechas destruyeron la mayor oportunidad misionera de toda la historia, en China e India. Hoy pretenden destruir el esfuerzo misionero de Francisco”
“Me atrevo a pedir a muchos políticos sedicentes católicos (y a algunos obispos) de hoy en día, que miren si algo de lo dicho puede ayudarles a preguntarse si creen efectivamente en el Dios revelado por Jesucristo o en el Dios de la religiosidad humana”
| José I. González Faus teólogo
En este mismo portal habló alguien hace poco del “anticristianismo” de Vox. De entrada pediría que nadie se escandalice por ese tipo de acusación: Yo mismo escribí una vez a otro respecto (en el librito Después de Dios) un capítulo titulado “Catolicismo no cristiano”. Y vale la pena recordar que, en la primitiva polémica católico-protestante, ambos acusaban al otro de deformar el cristianismo: los unos por reducirlo tanto que lo privaban de muchos elementos cristianos; los otros por ampliarlo tanto que le añadían mil cosas no cristianas. De modo que se dijo que lo que separaba a ambos era solo una “y”: donde los protestantes decían “solo esto”, los católicos replicaban “esto y lo otro” (y el ejemplo de fe o fe y obras no es el único).
Cornelio Jansenio
Quizá pueda contribuir a explicar un poco esa acusación tan dura a nuestras derechas, la siguiente tesis de la que me siento muy convencido: todas esas derechas extremas, tanto de Francia como de España y que tanto presumen de católicas, son en realidad un resto de jansenismo. Esto quisiera explicar aquí.
El jansenismo es una herejía del s. XVIII que tuvo un increíble poder en la Iglesia. Aunque el nombre viene del obispo belga Cornelio Jansenio (latinización de Janssens), este murió antes de que estallara el conflicto. De modo que el verdadero padre del jansenismo sería más bien el abad francés de Saint Cyran, discípulo del anterior.
La enseñanza de Jansenio era un agustinismo exagerado y deforme. Afirmaba haber leído más de cinco veces a san Agustín (yo solo puedo presumir de haber leído una vez la obra de Jansenio: Augustinus; y bastante me costó). Y sostenía que las últimas obras de Agustín son las que reflejan mejor su pensamiento, como fruto de su madurez. Pero el hecho es que, ya en el s. V, esas obras últimas de Agustín habían creado muchos problemas en las iglesias nacientes de entonces: se las consideraba como hijas de un hombre ya anciano y pesimista, derrotado por la catástrofe histórica de sus últimos años. En realidad, Agustín es un genio hablando de la gracia y a veces roza la herejía cuando habla del pecado: no logró liberarse plenamente de toda la experiencia negativa de su vida anterior.
Jean-Ambroise du Vergier de Hauranne, abbé de Saint-Cyran,
Si hubiese que resumir aquí el contenido del jansenismo diría que es un enorme fervor religioso ante un Dios que no es el Dios de Jesús. Por eso no es un Dios de todos sino una especie de “propiedad privada” de aquellos que dicen creer en Él y servirle. Agustín calificaba a la humanidad como “una multitud condenada” (“massa damnata”). Y Dios es, por supuesto, justo y misericordioso; pero su misericordia es para salvar solo a los que le sirven y su justicia para condenar a todos los demás. Ante ese Dios sin corazón fue como surgieron en aquellos días devociones al “corazón de Jesús”, o religiosas “del sagrado corazón” etc.
Este modo de ver daba a los jansenistas un gran sentimiento inconsciente de superioridad, que les permite despreciar a los que no son como ellos. Y es importante subrayar otra vez el papel que juega aquí la ausencia de Jesús: nos hemos acostumbrado a hablar de un “Cristo” sin Jesús, una especie de unción divina sin rostro, y que sirve para absolutizar a todos los que lo invocan, sin necesidad de seguirle a fondo. Los jansenistas nunca aceptarían aquel precepto de Jesús: “amad a vuestros enemigos para que seáis hijos de vuestro Padre”. A lo más, intentarían amar al enemigo personal del propio bando. La gracia divina es entonces una especie de privilegio antifraterno que no conduce al “olvido de sí” sino al olvido (o desprecio) de los demás.
Eran conservadores en lo político: partidarios de las regalías (o privilegios del monarca), contrarios a la independencia de las colonias sudamericanas… Pero, sobre todo, atacaron muy duramente los procedimientos misioneros inculturadores en China e India, que estaban teniendo un éxito enorme y que los jansenistas consiguieron abortar: si un misionero escribía que China era “un pueblo muy bendecido por Dios” le acusaban de negar al Dios verdadero. Y si en la India suprimían el rito de la sal en los bautizos, los acusaban de infieles a la Iglesia. Solo 200 años después, Pío XII reconoció que los misioneros tenían razón, y el cardenal Tisserant confesó que aquellos fueron “los días más tristes en la historia de las misiones”. Si hoy China e India no son mucho más cristianas, eso se debe en muy buena parte a los jansenistas.
Comunidad cisterciense de La Abadía de Port Royal des Champs
Por otro lado es innegable que, en los inicios hubo, tanto en Janssens como en Saint Cyran, un intenso deseo de renovación de la Iglesia que fue llevando a los jansenistas a un enorme poder en la curia romana y a unos procedimientos no precisamente transparentes. Es conocida la frase que corrió ya entonces sobre las monjas de Port-Royal: “puras como ángeles y soberbias como demonios”; y que parece un remedo de la actitud de Jesús ante los fariseos, que eran cumplidores de la ley como santos, y enemigos de los demás como demonios. Porque esas mismas monjas tan puras, cuando les pidieron que aceptaran el primer texto de Roma contra algunas afirmaciones jansenistas, se negaron a firmar alegando que ellas eran unas pobres ignorantes que no sabían nada de teología, y que no podían firmar una cosa que no entendían…
Tras esta rápida presentación, me atrevo a pedir a muchos políticos sedicentes católicos (y a algunos obispos) de hoy en día, que miren si algo de lo dicho puede ayudarles a preguntarse si creen efectivamente en el Dios revelado por Jesucristo o en el Dios de la religiosidad humana: si creen que Dios es un Dios de todos, que solo Él conoce la bondad o maldad de nuestros corazones, que el amor al prójimo (aunque no sea de mi partido) es el resumen de toda la moral cristiana, y que Jesús, que intentó hablar y actuar siempre para transparentar a Dios, fue acusado de blasfemo y amotinador. El hecho de que un obispo (¡norteamericano!) escriba una carta pastoral contra algunas reformas de Francisco y termine proclamando: “seamos descaradamente católicos”, significa en realidad: “seamos sectariamente católicos”. Y ya sabemos que secta significa parcialidad y lo católico significa universalidad.
También es fácil comprender que los jansenistas de hoy sean necesariamente enemigos acérrimos de Francisco. Y aquí vendrá bien recordar que una de las víctimas del primer jansenismo fue san Vicente de Paul, a quien acusaban porque auxiliaba a los remeros de las galeras en vez de bautizarlos (sin caer en la cuenta de que Jesús curaba muchas veces de esa misma manera). Por eso quizá sea bueno recordar a todos los que hoy se sienten víctimas de obispos “jansenistas”, que la paciencia de Vicente de Paul perdura hoy en día como ejemplar y canonizada. Mientras que de sus acusadores nadie se acuerda: porque es con esa paciencia difícil, y a veces mártir, como se ganan muchas batallas, en la historia y en la vida cristiana.
N.B. Una ampliación de lo aquí dicho, con citas directas de los jansenistas, puede verse en el capítulo 4, (pgs. 289-332) de Plenitud humana. Reflexiones sobre la bondad.
Comentarios recientes