Reflexiones de María, discípula amada, en el monte de Galilea.
Mt 28, 16-20
Mateo 28, 16-20
Nunca imaginé que la presencia de Jesús llegaría a ser tan viva, en la comunidad y en cada un@ de nosotr@s.
El grupo de discípul@s nos fuimos a Galilea, allí donde Jesús empezó su misión. Hombres, mujeres y niñ@s, nos pusimos en camino, como nos había pedido, con la esperanza de volver a encontrarle.
Y así fue. Eran tiempos difíciles, muy difíciles. Mientras caminábamos fueron cobrando vida muchas palabras que nos había dicho el Maestro cuando predicaba: “No os dejaré huérfanos…, voy a prepararos una morada… id a Galilea, allí me veréis…” Y su presencia se fue haciendo más palpable a lo largo del camino.
En el monte de Galilea tuvimos una experiencia increíble. No sabría explicar bien lo que ocurrió, pero tuvimos la certeza de que Jesús se acercó y nos dijo: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.
Muchas personas nos postramos, como hacíamos en el Templo de Jerusalén. Nos rendimos ante el misterio de Jesús de Nazaret. Lo habían condenado como un proscrito, pero tras su muerte y resurrección, se nos cayeron las escamas de los ojos y le aceptamos como el Hijo Amado del Abbá y como el Señor de nuestra vida.
Tengo que reconocer que algunos apóstoles dudaban. Les dijimos que tenían esclerocardia, es decir, dureza de corazón, porque eran incapaces de ver lo que estaba ocurriendo y se aferraban a sus viejas ideas (y a sus miedos, aunque no querían reconocerlo)
Jesús nos envió a hacer discípulos a todos los pueblos y a enseñarles lo que Él nos había transmitido. Creo que en nuestro interior tuvimos un sentimiento parecido: ¿cómo íbamos a ser capaces de enseñar, si éramos gente sencilla, muy sencilla? ¿Cómo podíamos dirigirnos a otros pueblos, con otras lenguas y culturas?
Pero las palabras de Jesús estaban cargadas de vida: Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos.
Volvimos a nuestras casas, a nuestras aldeas, felices y conscientes de nuestra misión. Y sabíamos que podríamos llevarla a cabo, porque Jesús estaba con nosotros, y estaría hasta el final de los tiempos.
******************
Sugiero que en las homilías de este fin de semana haya un tiempo de silencio para que cada persona podamos interiorizar las palabras: Estás conmigo, estás con nosotr@s, todos los días, hasta el fin de los tiempos.
Porque si nos lo creemos, nos levantaremos cada mañana con otra energía, con la fuerza del Espíritu, con el dinamismo de la Ruah. En lugar de lamernos las heridas que tenemos.
Si nos lo creemos, al mirar a cada persona, reconoceremos que es una persona “habitada” por el Espíritu. Y nos relacionaremos desde otras claves.
Si nos lo creemos, seremos conscientes de que el mañana, con todas sus incertidumbres, también está “habitado”.
Si nos lo creemos, distinguiremos mejor la enseñanza de la erudición y nos animaremos a crecer como maestras y maestros de vida -y de Vida-, porque es el propio Maestro quien nos va tallando, personalmente y en comunidad.
María, discípula amada.
Marifé Ramos
Fuente Fe Adulta
Comentarios recientes