A hard rain’s a-gonna fall (Va a caer una fuerte lluvia)
Una mirada a nuestra vida… un deseo hacia el futuro…
Despedimos agradecidos este año 2022 en el que, a pesar de la pandemia, del COVID-19, que parece revivir, de las personas que nos han dejado, de las dificultades, injusticias, errores, desamores… sabemos que hemos recibido innumerables gracias, y sobre todo, la del deseo de sumergirse entre quienes más sufren, que nos han ayudado a seguir sembrando en este peregrinar por acercar el Reino de Dios a todas las personas sin distinciones de ninguna clase, pequeñas semillas que germinarán, cuando Dios quiera…
Oh,¿dónde has estado,
mi querido hijo de ojos azules?
¿dónde has estado,
mi joven querido?.
He tropezado con la ladera
de doce brumosas montañas,
he andado y me he arrastrado
en seis autopistas curvadas,
he andado en medio
de siete bosques sombríos,
he estado delante
de una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
Oh, ¿y qué viste,
mi hijo de ojos azules?
Oh, ¿qué viste,
mi joven querido?.
Vi lobos salvajes alrededor
de un recién nacido,
vi una autopista de diamantes
que nadie usaba,
vi una rama negra
goteando sangre todavía fresca,
vi una habitación llena de hombres
cuyos martillos sangraban,
vi una blanca escalera
cubierta de agua,
vi diez mil oradores
de lenguas estaban rotas,
vi pistolas y espadas
en manos de niños,
y es dura, es dura,
es dura, y es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
¿Y qué oíste,
mi hijo de ojos azules?
¿Y qué oíste,
mi joven querido?.
Oí el sonido de un trueno,
que rugió sin aviso,
oí el bramar de una ola
que pudiera anegar el mundo entero,
oí cien tamborileros
cuyas manos ardían,
oí diez mil susurros
y nadie escuchando,
oí a una persona morir de hambre,
oí a mucha gente reír,
oí la canción de un poeta
que moría en la cuneta,
oí el sonido de un payaso
que lloraba en el callejón,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es dura la lluvia que va a caer.
Oh, ¿a quién encontraste,
mi hijo de ojos azules?
¿Y a quién encontraste,
mi joven querido?.
Encontré un niño pequeño
junto a un pony muerto,
encontré un hombre blanco
que paseaba un perro negro,
encontré una mujer joven
cuyo cuerpo estaba ardiendo,
encontré a una chica
que me dio un arco iris,
encontré a un hombre
que estaba herido de amor,
encontré a otro,
que estaba herido de odio;
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
¿Y ahora qué harás,
mi hijo preferido?
¿Y ahora qué harás,
mi joven querido?.
Voy a regresar afuera
antes de que la lluvia comience a caer,
caminaré hacia el abismo
del más profundo bosque negro,
donde la gente es mucha
y sus manos están vacías,
donde el veneno
contamina sus aguas,
donde el hogar en el valle
encuentra el desaliento de la sucia prisión,
y la cara del verdugo
está siempre bien escondida,
donde el hambre amenaza,
donde las almas están olvidadas,
donde el negro es el color,
y ninguno el número,
y lo contaré, lo diré, lo pensaré
y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano
hasta que comience a hundirme,
pero sabré bien mi canción
antes de empezar a cantarla,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
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Bob Dylan
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Otro año del Señor…
“Para el hombre en Cristo, el ciclo de las estaciones es algo enteramente nuevo. Se ha convertido en un ciclo de salvación. El año no es simplemente un año más, es el año del Señor, un año en que el paso del tiempo mismo no sólo nos trae la natural renovación de la primavera y la fecundidad de un verano terrenal, sino también la fecundidad espiritual e interior de la gracia.
La liturgia hace que el mismo paso del tiempo santifique nuestras vidas, pues cada nueva estación renueva un aspecto del gran Misterio de Cristo vivo y presente en su Iglesia. Cada nueva fiesta nos llama la atención hacia la gran verdad de Su presencia en medio de nosotros. El ciclo litúrgico renueva nuestra redención en Cristo, y nos muestra que aunque estemos captados en una batalla entre carne y espíritu, la victoria ya es nuestra.
Para el creyente que vive en Cristo cada día nuevo renueva su participación en el misterio de Cristo. Cada día es un nuevo amanecer de esa lumen Christi, la luz de Cristo que no conoce poniente. Por eso, cada año litúrgico es un año de salvación, pero también un año de iluminación y de transformación.
La liturgia es la gran escuela de vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras almas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo”.
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Thomas Merton
Tiempos de celebración
Del blog Amigos de Thomas Merton
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