Dom 13. XI. 2022. 33 del Tiempo ordinario. No quedará piedra sobre piedra. Escatología bíblica y ecología: Las cinco bombas (Lc 21, 5-19)
Del blog de Xabier Pikaza
Los evangelios del fin del año litúrgico nos vienen situando ya ante el riesgo de la “destrucción final” del hombre y del mismo mundo. Éste es un tema crucial de la ecología que he vuelto a plantear en el blog (RD) y en el FB de hace dos días, distinguiendo los dos planos de la vida humana:
(a) Como ser de este mundo el hombre puede destruirse a sí mismo, convirtiéndose en ser para la muerte.
(b) Como ser que “habita” en Dios, el hombre puede vivir eternamente (es “hijo” de la resurrección).
El tema teológico de fondo del evangelio de pasado domingo consiste en vincular los dos aspectos o planos ya evocados de la vida humana: Que el hombre viva en este mundo de tal forma que su misma existencia humana (en el mundo) se mantenga abierta a la resurrección o vida eterna de Dios.
| X.Pikaza
Había preparado esta postal para del domingo (13.11.22), pero he preferido retrasarlo, para dedicar el post de ayer a la prof. Esther Miquel, amiga y profesora que falleció el pasado 11.
Este es un tema complejo, que iré desarrollando a lo largo de las próximas semanas. Hoy presento el evangelio del domingo desde la perspectiva de las cinco bombas o riesgos principales de la vida humana, en una línea que ha sido desarrollada por el Papa Francisco (Laudato si).
Evangelio, extracto (Lc 21, 5-19)
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. “Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso? Él contestó: …
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico… Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre… Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel…
Introducción. Temas de conflicto y destrucción según el evangelio.
Son los normales en la literatura bíblica: A fame, peste et bello. Según la Biblia, riesgos mayores de destrucción del hombre son el hambre, la enfermedad/peste (epidemias)y la guerra. A esos se añaden otros dos riesgos: los “terremotos” (como riesgo cósmico) y las “persecuciones” en contra de los distintos (adversarios, enemigos etc.) y en general en contra de las víctimas. ).
En otro tiempo, los hombres girábamos en torno a la naturaleza que se elevaba ante nosotros como perfecta de manera que debíamos limitarnos a conocerla, ajustándonos a sus ritmos. El hombre estaba inmerso en un mundo exterior fijo y terminado y no lo podía cambiar. Las cosas eran como eran: formaban como una “bóveda” o gran círculo perfecto donde los hombres se limitaban a residir de un modo pasivo. No podía haber ecología activa.
Ahora, ya no estamos inmersos en una naturaleza hecha, perfecta, inmutable…, sino que podemos destruir los ritmos vitales de la naturaleza.
Desafío ecológico. El riesgo de las cinco bombas
El principio de toda ecología es el respeto por la naturaleza, interpretada antaño como divina y luego puesta al servicio de los hombres, para que ellos pudieran convivir y realizarse humanamente en ella. Pues bien, avanzando en una línea de manipulación cósmica, a lo largo del proceso creador de la modernidad, desde mediados del siglo XX hemos llegado a una situación extrema: aquellos medios de conocimiento cósmico que podían servir para mejorar nuestra forma de vida en el mundo han venido a convertirse en un arma destructora; somos capaces de conocer muchos mecanismos interiores de esa naturaleza, de manera que podemos ayudarla y embellecerla, pero al mismo tiempo los podemos emplear por medio de la bomba o explosión atómica, de manera que podemos destruir por entero la misma naturaleza.
Antes no podíamos, no sabíamos, no teníamos la posibilidad de realizar un suicidio cósmico. Ahora la tenemos. Antes podíamos pensar que el mundo es eterno y que nosotros somos también eternos como humanidad sobre la tierra. Ahora sabemos que no sólo podemos destruirnos nosotros mismos como humana, sino que podemos destruir el mismo como manantial espacio de vida. Esa destrucción podemos “realizarla” de diversas formas, pero todas pueden condensarse básicamente en cinco bombas, que empiezo presentando, de un modo general, por orden de gravedad.
1. Bomba atómica. Riesgo militar. Esta es quizá la más peligrosa de todas las bombas, vinculada a la capacidad de destrucción directa de la vida humana. Quizá por vez primera en la historia de la humanidad tenemos el poder de destruirnos a nosotros mismos, todos los seres humanos. No vivimos ya por simple “deseo biológico”, sino porque, en un sentido general, los dueños de las armas y de la tecnología destructiva no quieren destruirse y destruirnos a todos con armas atómicas.
Bomba cósmica. Matar el Planeta.. Hasta ahora la tierra ha subido en el nivel de la vida hasta llegar a la conciencia y libertad humana. Una fuerza inmensa que algunos pensamos que viene de Dios, viniendo de la misma raíz del cosmos, nos ha hecho crecer, asumir la libertad, vivir en un nivel de conciencia. Pero con la vida humana ha crecido el poder y la violencia mutua, el egoísmo de utilizar para nuestro capricho los dones de la tierra, hasta llegar a destruirlos, a través de la bomba que llamamos ecológica. Éstos son algunos de los signos de la destrucción ecológica, que ha sido evocados en el relato del diluvio (Gen 6-8) pero también, y de un modo más intenso, en el Apocalipsis. Hoy podemos encender (quizá estamos encendiendo la mecha de esa bomba):
— Aumenta la chatarra volante de la atmósfera, dando vueltas a la tierra a velocidades inmensas… Si seguimos engrosando ese gran basurero de la “nube de deshechos” de “planetas artificiales errantes” podrá llegar un día (algunos dicen que puede estar cercano) en que se producirá un gran estallido mortal en la alta atmósfera, un daño irremediable para la vida del mundo.
— Crece la polución, aumenta el calor. Los residuos tóxicos. No podemos romper a cañonazos la “bóveda” del cielo, que la Biblia interpretaba en forma de cubierta protectora, pero podemos calentarla y agujerearla con emisiones de gases que producen un efecto de cubierta de invernadero, que no sólo calientan la atmósfera, sino que la “polucionan”, de forma creciente, convirtiéndola en un espacio irrespirable, de manera que si seguimos así llegará el día en que no podamos respirar, de manera que la tierra se convertirá en un infierno… Por ahora o podemos secar todas las aguas de los mares, pero podemos envenenarlos con residuos tóxicos de todo tipo, de manera que al fin será imposible la vida en el planeta… No podemos destruir la tierra, pero podemos convertirla en un desierto, si no mantenemos el equilibrio de las especies vegetales y animales.
Bomba genética, biológica Riesgo de destruir la identidad humana.Hasta ahora, el proceso de la evolución biológica se había venido desplegando por sí mismo, como si una fuerza interior (que podemos llamar divina) fuera guiando las mutaciones genéticas, externamente expresadas a través de unos procesos de azar y necesidad. De esa forma, la vida ha funcionado, se ha extendido y diversificado, hemos surgido los hombres como seres especiales y nos hemos propagado. Pues bien, ahora hemos descubierto que podemos penetrar con nuestra ciencia en el interior de esos procesos, suscitando mutaciones, seleccionando cambios genéticos e influyendo no sólo en el despliegue de la vida vegetal y animal (creando transgénicos y clonando animales), sino de la vida humana. Sin duda, esa capacidad de influjo genético es buena; pero allí donde unos hombres manipulan los genes (especialmente los humanos) para servicio egoísta de algunos o del propio sistema puede estallar esa bomba genética, llevando en sí la destrucción de nuestro ser humano.
– El aspecto positivo de esta bomba viene dado por el hecho de que se puede planificar de un modo coherente el proceso generativo, dentro de la línea de eso que suele llamarse la paternidad o maternidad responsable. Entendida rectamente, la liberación sexual constituye una de las mayores conquistas de la modernidad, no sólo para las mujeres, sino también para los varones. Unos y otros pueden descubrirse responsables de sus relaciones afectivas sin que ellas impliquen necesariamente un compromiso inmediato de tener hijos). Unos y otros deben saberse responsables de los hijos que quieran tener, con la ayuda de las técnicas médicas de tipo biológico. Puede llegar un tiempo en que los niños nazcan “del espíritu de Dios” (como Jesús, el hijo de María); es decir, del gozo de la vida y de a esperanza de futuro.
– Pero la bomba genética puede tener un aspecto negativo, allí donde se quiera manipular la generación de nuevos seres humanos que no sean ya “fines en sí”, seres autónomos, sino que se gesten con una finalidad distinta, como medios para otro fin (económico, social o militar). En este contexto podríamos hablar de una perversión suprema del “deseo de Eva (de los seres humanos como engendradores”, que quiere poseer las llaves del bien y del mal para engendrar un tipo de vida a su medida, conforme a sus necesidades o apetencias, sin verdadera autonomía. Si esto fuera así, los niños ya no nacerían del Espíritu de Dios, a través del gozo y de la donación humana, sino del puro cálculo económico, como si fueran máquinas programadas para el consumo. Si fuera así, conseguiríamos máquinas eficaces, pero habríamos destruido para siempre al hombre.
Bomba social, el gran enfrentamiento: Lucha de todos contra todos.El tercer tema ecológico estaba vinculado con la justicia social, es decir, con las grandes relaciones económicas y laborales, políticas y administrativas. En esta línea, junto al terror atómico y el control genético, viene a elevarse el terror social que puede estallar y estalla cuando existen unas condiciones especialmente duras de injusticia o e falta de trasparencia entre los grupos humanos. Como hemos dicho, en otro tiempo solían darse sólo condiciones locales y particulares para el surgimiento de ese terror. Pero ahora pueden surgir y están surgiendo unas condiciones generales o universales, que son capaces de hacer que estalle un tipo de guerra social sobre el conjunto del planeta.
Los privilegiados del sistema se defienden diciendo que el terror sólo se puede atajar con métodos de fuerza: más policías, más cárceles, mas seguridades exteriores. Pero de ese modo no se resuelve el problema, sino que se ensancha y profundiza. La humanidad sólo puede surgir y mantenerse en condiciones de libertad. Si el control del sistema se hiciera absoluto cesaría el terrorismo de los marginales, pero acabaría con ello la libertad y vida humana: estaríamos condenados a movernos entre el riesgo del terror indiscriminado (con la destrucción del ser humano) o la creación de sistemas de seguridad cada vez más poderosos (que acaban destruyendo también a la humanidad). Optar por la vida implica optar por formas de vida en libertad y gratuidad, superando los riesgos de terror del sistema y de sus contrarios.
Bomba personal. Suicidio, el cansancio de la vida.¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida? (cf. Mt 16, 26). Ésta palabra ha de entenderse no sólo en un sentido religioso trascendente, sino en un sentido vital muy concreto. Podemos tener casi todo, y perder el gusto por la vida, no sólo por los valores afectivos, sino por los valores artísticos y vitales, por el agua, por el viento, por la naturaleza, en el sentido del Cántico de las Creaturas del Hermano Francisco. El riesgo mayor de este mundo es ya el cansancio de la vida, que se muestra en la necesidad de fármacos y drogas que se consumen, en la cantidad de suicidios que se cometen.
No se trata de dominar técnicamente sobre el mundo, sino de aprender a gozar de su belleza, reconociendo día a día el valor de la vida y bendiciendo a Dios por ella. Dios está presente y actúa en el despliegue y en la vida concreta de los hombres, que se mantienen no sólo por deseo biológico y por otras razones de tipo material o familiar, sino también porque ellos mismos optan, es decir, porque lo quieren, pues en realidad, en el momento actual (2016), ellos podrían negar la vida y matarse (en plano individual y social, por suicidio y destrucción de la especie).
Los hombres podríamos renunciar a vivir (suicidános) o a transmitir la vida (sin necesidad de renunciar al sexo), dejando que la especie humana desaparezca… Por eso, en realidad, si ellos siguen (si seguimos) transmitiendo vida y vivimos es porque queremos. El mismo hecho de que existan padres que regalan su vida (desde la Vida de Dios) y que engendran gratuitamente, sembrando y recibiendo nuevos seres humanos, en libertad generosa y arriesgada, muestra que, en el fondo, aunque no lo digan conscientemente, ellos confían (confiamos) en el Dios de la Vida que se expande y regala por gracia.
Pues bien, si eso cambio, si los hombres y mujeres pierden el gozo de vivir, y sólo se mantienen de un modo “artificial”, apegándose a cosas, queriendo sólo disfrutar con ellas, apoderarse de todo por la fuerza, terminarán perdiendo ese gozo de la vida y optando por la muerte (suicidándose). El Dios bíblico quiere la vida de los hombres. Pero, si nos empeñamos, por egoísmo y violencia, nosotros, los “poderosos” del mundo, por ansia de dominio y deseo de poder, podemos destruirla, matándonos a nosotros mismos, como sabía la Biblia.
¿Convivir con las bomba? Superar el riesgo de la bomba. Tres tareas:
Por vez primera, la humanidad en su conjunto puede destruirse a sí misma (en el plano cósmico, personal y social) o puede optar por la vida, de un modo consciente. Eso significa que ya no son suficientes un tipo de respuestas antiguas. No podemos trazar unos caminos de futuro con ideas y técnicas sociales que habían servido en la modernidad, pero que nos han llevado a la situación actual. Con el tipo de ciencia y de política, con la forma de educación de los siglos anteriores, tal como ha culminado en el sistema capitalista, corremos el riesgo de destruirnos.
Por eso, son muchos los hombres y mujeres de este tiempo que han empezado a pensar que la humanidad no tiene y futuro. Ella estaría situada ante unos retos que resulta incapaz de resolver con las formas de pensar y actuar que hasta ahora se han seguido. Eso significa que tenemos que poner en marcha formas modelos de renuncia, fraternidad, transcendencia,
Saber renunciar, un principio de pobreza. La modernidad nos ha dicho “atrévete” (Kant) y nos hemos atrevido, hemos explorado, hemos creado formas nuevas de ciencia y de economía, que de hecho se han puesto al servicio de los triunfadores del sistema. Pero ahora descubrimos que no podemos explorar todas nuestras posibilidades desde una perspectiva racional, buscando siempre nuestro provecho particular, absolutizando nuestra forma de pensar. En el día en que queramos comer la “manzana del bien y del mal”, haciéndonos dueños de la realidad terminaremos matándonos todos. Ahora debemos añadir: Atrévete a renunciar,… Renunciar a la bomba, renunciar a un tipo de violencia…Si no renunciamos a un tipo de violencia atómica, de manipulación genética y de enfrentamiento social (vinculado al sistema capitalista y al imperio con las grandes naciones-estado que lo rodean) acabaremos matándonos todos.
‒ Fraternidad, ser hermanos. Hemos empleado hasta ahora un tipo de racionalidad dominadora e instrumental, convirtiendo las cosas en utensilios a nuestro servicio. Ahora descubrimos que esa actitud no basta y que es muy peligrosa… Si cada uno de nosotros, cada uno de los pueblos y grupos humanos, busca únicamente su triunfo y razón, el despliegue de su propia verdad particular, acabaremos matándonos todos. Necesitamos un tipo de sabiduría nueva, más allá de los juicios antiguos del bien y del mal, de los discursos absolutos; una sabiduría que no sea de dominio, de poder y violencia sobre los demás, sino de riqueza gozosa y de diálogo, de pluralidad y encuentro mutuo, en la línea de lo que ha sido el despliegue múltiple del mundo. Sólo así, en pobreza (renuncia personal) puede cultivarse el máximo don del encuentro con los demás, de manera que Dios (la vida) nos dará de nuevo hermanos, en vez de competidores y enemigos como ahora
‒ Una ventana abierta a la transcendencia. Pensamos que en esta búsqueda nueva nos pueden servir los modelos religiosos antiguos, pero no tomados al pie de la letra, sino desde su mensaje más profundo. Los hombres de las grandes tradiciones religiosas y culturales, no sólo en el contexto judeo-cristiano o muslmán, sino también en otros contextos, han explorado caminos de vida que resultan muy valiosos. Por eso, la humanidad actual se encuentra ante unos retos nuevos, pero no está totalmente desamparada o desprovista de recursos, pues las religiones, entre ellas de la Israel han descubierto y ofrecido proféticamente unas líneas de apertura y solución, que nos permitirán vivir sobre la tierra, si es que escuchamos su voz y la actualizamos.
Tarea de humanidad: Vivid, multiplicaos…Riesgo de muerte, opción de vida
Este es el tema clave: dentro del mundo ha surgido un viviente peculiar, capaz de asumir y dirigir su evolución, enfrentándose con la propia vida de su entorno, utilizando para ello palabra y culto, pensamiento y ciencia, economía y política etc. El hombre sigue siendo un ser cósmico, biológicamente frágil, inmerso en la gran trama de la evolución vital; pero, al mismo tiempo, viene a presentarse como creador, capaz de plasmar su propia identidad, en un nivel de conciencia, pensamiento y organización social, que ha desembocado en el sistema global de la actualidad, con sus posibilidades de vida (y de muerte), es decir, de destrucción ecológica no sólo de ellos, sino del mismo mundo.
Somos herederos de un largo proceso de vida, que hemos asumido de un modo consciente. Ahora somos nosotros los que avanzamos por ella (dentro de ella), como nómadas en busca de una «casa de la identidad», de un hogar donde podamos descubrir nuestra verdad y desplegarnos en plenitud, como signos de la gran Presencia, en comunicación de gratuidad. Esto es lo que afirma la tradición monoteísta al afirmar que navegamos (volamos, nos van conduciendo) hacia un puerto o ciudad escatológica, donde se cumpla la esperanza de lo humano, hacia una condición de vida que la Biblia y el Corán definen como paraíso o cielo (pura Presencia universal de vida). En esa línea podríamos evocar de nuevo el tema del Arca de Noé, que nos conduce al puerto de la vida en plenitud.
Algunos afirman que estamos condenados a seguir fatigosamente por unos caminos sin salida, que se cruzan y vuelven siempre hacia los mismos lugares anteriores engañosos, sin rumbo ni meta, hasta que un día acabemos, dejando ya de respirar por siempre. En esta perspectiva, algunos añaden simplemente que “estamos”: no vamos a ningún sitio, ni venimos de ninguna parte; nuestra vida es señal de una presencia indiferente (abierta quizá a los dioses inmortales, dominada quizá por la pura muerte), por encima de todo posible cambio, pues todos los caminos resultan al fin pura apariencia. Mirado en esta perspectiva, el tiempo no sería más que una mentira.
1.Somos vivientes abiertos a una presencia de Vida por encima de la muerte Hemos nacido del mundo y podemos estropearlo, destruyendo muchas de sus especias, para morir también nosotros, después de haber matado. Pero, en otro sentido, podemos afirmar que somos unos vivientes que estamos abiertos a un tipo de presencia superior, a una vida más alta, como prometía de algún modo Gen 1-8 y como afirman muchas tradiciones religiosas y, de un modo especial, la cristiana. En ese sentido, como he dicho, el Arca de Noe puede llevarnos hacia un tipo de paraíso de humanidad reconciliada.
En este contexto definimos al hombre como ser natal y mortal, que puede esperar una Vida más alta: el único viviente que sabe que ha nacido y que sabe que muere. Mirada en perspectiva cósmica, la muerte biológica forma parte del despliegue biológico, pues en la cadena alimenticia (de la que hemos tratado en el apartado anterior) unos vivientes se sustentan de los otros y los nuevos individuos sólo pueden subsistir si van muriendo los antiguos. En ese aspecto, los fracasados y excluidos de la cadena alimenticia hacen un favor a los que triunfan: sólo a través del sacrificio de los individuos y grupos menos aptos ha podido expandirse la evolución biológica.
Mirada en ese fondo, la muerte forma parte del proceso de expansión y globalización de una vida donde los triunfadores subsisten y avanza a costa de los derrotados y “comidos”; pero, al fin, también los triunfadores perecen, en manos de una muerte “democrática” que se impone sobre todos. Eso lo han sabido las diversas religiones y lo han expresado de un modo simbólico, a través del rito de los sacrificios, en los que la muerte de una víctima sirve para el despliegue de la vida. En este contexto podemos distinguir tres niveles:
‒ Una visión antigua: En un mundo que parece eterno. Los vivientes prehumanos (plantas y animales) carecen de individualidad estricta: por eso, en un sentido radical, no pueden morir, porque no han nacido, sino que forman parte del continuo de la vida. No son ni natales ni mortales, pues no son Auto-Presencia, carecen de identidad estricta, de individualidad personal. Eso significa que la muerte de los individuos está al servicio del conjunto de la vida que sigue naciendo y avanzando (o rodando) sin saberse, aunque parece portadora de un Designio que ella misma ignora. En ese contexto se podía pensar que la vida misma es eterna, no se puede destruir en modo alguno.
– Una visión cristiana… en un mundo abierto a Dios.Los hombres han nacido a la vida individual, de tal forma que tienen un valor absoluto, cada uno por sí mismo (aunque dentro del conjunto), pues son Auto-Presencia en relación. Por eso, la muerte es para ellos un problema o, mejor dicho, un misterio, porque cada individuo (varón o mujer) es signo personal de la Presencia, una ventana nueva y única del Infinito. Eso significa que cada hombre es un absoluto y su muerte es destrucción estricta, a no ser que se vea como un camino abierto hacia un tipo de vida más alta, como afirman o postulan las diversas religiones. Pues bien, estos hombres, buscándose sólo a sí mismos, pueden destruir el equilibrio de la vida cósmica, que podía parecer eterno.
‒ Nuevo paradigma. Un sistema biológico amenazado. Antes se pensaba que las especies eran eternas, que la vida es eterna. Hoy sabemos que el planeta tierra es limitado y que nuestro sistema vital puede destruirse… Hoy nos situamos ante el gran lema de Dt 30: “Pongo ante la vida y la muerte…”. Los hombres como tales pueden elegir la muerte, no sólo para ellos sino para la vida en el planeta. La vida “perdurable” es un don… La muerte de la vida puede ser y es un “pecado” de la humanidad.
De esa manera, el triunfo del sistema, con su dinámica productora y consumidora, conduce al sometimiento y muerte de los hombres concretos a quienes pone al servicio de una totalidad impersonal. En esa línea triunfa y se expande extendiendo por doquier su muerte, y destruyendo la naturaleza, impidiendo que los individuos puedan desarrollar una existencia valiosa, por sí misma. Entendido así, el sistema viene a presentarse como un ídolo, un Dios falso que sacrifica para su provecho no sólo a los individuos, sino el mismo entorno vital, poniéndolo al servicio de los intereses de los privilegiados, no del gozo y despliegue de todos. Ese tipo de sistema es capaz de utilizar para su provecho la bomba atómica, lo mismo que la biológica y la social: así vive extendiendo por doquier su terror.
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