¿La religión nace del miedo? El cristianismo de la confianza. No temáis.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- El miedo.
El miedo es una sensación de angustia ante un peligro real o supuesto, presente o futuro.
Podemos sentir miedo ante una enfermedad, ante el sin-sentido, ante una situación familiar, política, ante un fracaso. Podemos sentir miedo ante la muerte. Dependiendo de la educación que hayamos recibido y cuál sea nuestra imagen de Dios y de la religión, podemos temer, sentir miedo a Dios
A veces el miedo deriva en angustia, que es más difusa, más inconcreta y más profunda. Se trata de un estado de ansiedad “generalizada”. Es un síntoma existencial que no depende de la riqueza o pobreza, de la salud o enfermedad. De hecho podemos sufrir angustia y depresión el rico y el pobre, el sano y el enfermo, el ignorante y el culto, el creyente y el ateo, el hombre y la mujer.
¿Habrá alguna persona que no haya sentido miedo o angustia en algún momento de su vida?
02.- No temas pequeño rebaño mío.
Hay una tesis (una corriente de pensamiento) que sostiene que la religión tiene su origen en el miedo. Tenemos miedo en la vida y por ello recurrimos a Dios, a los ritos, cuando no a las supersticiones, magia, etc…
Es posible que la religión tenga su origen en los miedos humanos. El cristianismo, no. El cristianismo es confianza y descanso en el Señor. ¡Cuántas veces nos dijo Jesús: no temáis, no tengáis miedo en las tempestades y galernas de la vida!
El miedo es lo contrario de la fe y de la confianza en las personas, en la vida y en Dios.
En estas cuestiones tienen mucho que decir y hacer la psicología, tal vez la medicina, pero también la bondad, la cercanía, la familiaridad empatía tienen mucho que decir y hacer. El miedo no es problema médico, al menos no es solamente una cuestión médica. El miedo y la angustia son problemas que encuentran un “buen tratamiento” en la confianza, la amistad y la fe.
La ciencia, la psiquiatría son muy valiosas en estas cuestiones, pero no es lo mismo vivir en paz que estar sedado. La serenidad y paz es algo más profundo: pase lo que pase, me pase lo que me pase sin Ti, Señor. Mi vida está bien en Dios: por ello no temo en la vida, ni en la muerte, y aunque peque, que peco, encuentro paz en el Señor… No temamos: el Señor está de nuestro lado, da sentido a la vida, nos acoge siempre con bondad y perdón; nos da vida.
La serenidad y calma de Cristo no provienen de que al final de la vida cuadren las cuentas morales en un supuesto juicio bancario allá en el juicio final, sino que la serenidad del creyente proviene de que estamos anclados, firmes en Dios: firmes en un Dios que no es un contable (un Dios que se limite a ser un mero contador de los pecados y de acciones buenas cuando el ser humano muere es un Dios superfluo, ese Dios no vale absolutamente para nada ni es el Dios de Jesucristo).El encuentro con Dios es siempre salvífico: en la vida y en la muerte
La palabra “fe” (confianza) aparece hoy más de siete veces en la primera lectura (Hebreos).
La paz y la calma interiores provienen de una profunda confianza –fe– en el Señor: es la experiencia del abandono en el Señor, la confianza radical en Dios. S Pablo dirá: “Sé de quién me he fiado“: desde esa profunda confianza en el Señor la vida transcurrirá en paz aún dentro de las crisis y dificultades.
Esto es lo que recoge bien la mística: nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta. De otra manera lo dice el salmo 61: Solamente en Dios descansa mi vida… Y es lo que nos dice Cristo: no temáis, vivid serenos, en paz.
No temas, pequeño rebaño.
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