Dios Amor
Inicialmente me costó encontrar el título: ¿cómo había que relacionar las dos palabras que lo componen? Tanto consciente como inconscientemente la relación entre ambas palabras puede generar reacciones no deseadas en los lectores. Con ambos términos no me refiero a religiosidad ni espiritualidad alguna. Es importante que la persona lectora se deje ir para ver estas dos palabras qué le hacen resonar en su interior, sin filtrar nada de la parte cognitiva. ¿Son dos realidades?, o ¿una tal vez? ¿Universales? Cada cultura tiene sus propias palabras. Vamos a ver, en primer lugar, su etimología o estudio del sentido verdadero. Es un asunto de desmenuzar las palabras.
La palabra “Dios” sin dudas reenvía de repente a un Ser Supremo o Superior, y puede resonar bien, regular o muy mal en cada uno de nosotros. Esta palabra, Dios, viene del latín y éste del griego y éste de la lengua más antigua, el indoeuropeo. En resumen: el significado original es “luz“. Y aquí la cosa cambia muchísimo. Esta “Luz”, que por tanto ilumina, no es una palabra sino una Realidad. Me atrevo a indicar un nivel de conciencia que permite ver y vivir las situaciones interiores que tienen como base toda la anatomía y la fisiología. Hoy lo ubican todo, no muy acertado, en el cerebro. Éste no puede existir aislado sino en el contexto no únicamente biológico sino también psicosocial que permite sintonizar tanto con la realidad interior como la exterior, que es la misma. Luz que resplandece en la macro y micro realidad. Ahora bien, sin olvidar que no hay más ciego que aquel que no quiere ver.
La palabra Amor nos permite en castellano realizar un juego etimológico forzado, pero no académico. La vocal “a” la podemos considerar como negación o privación: no. Y la segunda “mor” por la pronunciación puede sentirse como muerte (mor, mortis). Por tanto, amor es donde no está la muerte: a-mor. Donde no hay muerte, hay vida. Amor es vida. Y si vamos a la raíz más antigua, la indoeuropea “am”, significa “madre”. Y la madre da la vida. “Ha dado a luz” una forma de expresar el nacimiento de un ser humano. Y nos acercamos a un ámbito donde hay cariño, estimación, apego, entrega incondicional y otros valores fácticos. Dicho de otra forma, la palabra “amor” sintetiza una cantidad de emociones accionales. Emoción y cuerpo son dos palabras de la misma realidad humana: Corporeidad. Por tanto, diferenciar no es separar. Desafortunadamente, hay ciertas ciencias que lo hacen y así vamos. Es un problema muy serio que debe considerarse en la nueva sociedad del conocimiento, cambio y creatividad. La robotización o la mecanización no tienen emociones ni creatividad ni ven; sí un enorme cálculo matemático. La robótica, como la ciencia y técnica, no aman ni dan luz vital; no tienen valores humanos. Son como un cuchillo bien afilado, pero ¿en manos de quién está?
Dios: LUZ. Amor: VIDA. Por lo tanto, LUZ VITAL. Y el problema de palabras es que utilizamos la palabra amor, como he insinuado antes, con muchos sentidos distintos. Y ahí está la confusión. Nuestra lengua es pobre para expresar esta riqueza pneumapsicosomática. O dicho de otra forma “la energía vital dinamizando las emociones expresadas en la corporeidad”. Es decir, la totalización radical del ser humano. Esta gran “calidad humana profunda”, que es un dato antrópico, forma parte de la estructura humana. Los entendidos nos dice que el finlandés tiene unas cuarenta palabras para expresar los matices distintos de la nieve. Y un poeta sufí persa Ḥusayn ibn Manṣūr al-Ḥal·lāğ (858-922) utiliza unas sesenta palabras para expresar los matices distintos de amar. Y la lengua griega tiene tres palabras para expresar el amor: Eros, filia, ágape. Y en castellano, una: amor. Y aquí entramos en el gran ámbito del erotismo. Este instinto pulsional, a la vez genético y sin objeto específico, empuja, da energía: luz y vida. La palabra “amor” es una gran tapadera en muchos matices perversos, cuando es simple instinto.
Y si hay un ámbito donde es necesario “educar” mucho, es en este mundo psicoafectivo o sexualidad o sexuación. Y las experiencias de los demás no son válidas para el proceso de autorrealización. Este proceso es LUZ VITAL. Y la fuente o el manantial es el núcleo profundo de todo ser humano, que no tiene nombre, pero Es. Al nacer, fruto de la relación amorosa como ideal, que surge en el momento del deseo de querer “dar a luz vital” tanto en el padre como en la madre. Es necesario “educar o hacer emerger del interior” al reconocer a través de los diferentes niveles de conciencia de que la corporeidad es su expresión.
Dicho con una metáfora: La luz que la bombilla da no tiene la fuente en la bombilla misma, que puede creérselo (y entonces tenemos un narcisismo), sino que la energía le es dada. Y así tomar conciencia la bombilla de cuál es su hondura. Toda una gran trabajo de la hominización a la humanización o “humanizar la humanidad”. Como me decía un buen librero de Santiago de Compostela a la pregunta de los peregrinos: ¿Cuándo falta por llegar a Santiago? Les respondía, y ha hecho una postal: ¡No corras! que dónde debes llegar es a ti mismo. Es decir, hacerte consciente de la LUZ VITAL. La profundidad eres tú mismo/a.
Jaume PATUEL PUIG (1935)
Pedapsicogogo
Fuente Fe Adulta
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