Somos uno
Domingo IV de Pascua
8 mayo 2022
Jn 10, 27-30
En el cuarto evangelio se formula de manera radical la no-dualidad: “El Padre y yo somos uno”. Expresión que equivale a decir: “La Realidad es una”. Y todo lo que percibimos no son sino formas concretas en las que la Realidad una se despliega y manifiesta.
La no-dualidad -la afirmación de que somos uno- no significa en absoluto negar el mundo de las formas ni descuidarlo. Semejante trampa solo se cuela cuando se vive desde el ego o cuando se habla de la no-dualidad desde la mente. Sin embargo, la comprensión no-dual es, fundamentalmente, abrazo de todas las formas, es decir, amor que se manifiesta en valoración, respeto y cuidado.
La mente no puede entender la unidad, porque es incapaz de trascender el mundo de los objetos: pensar es delimitar y, por tanto, objetivar. Eso hace que todo lo pensado se convierta automáticamente en “objeto”. Debido a esa incapacidad, planteará la unidad como una “meta” a conseguir, a través de un pretendido esfuerzo moral. Por lo que, desde la mente, la formulación, en la práctica, viene a ser esta: “No somos uno, pero vamos a esforzarnos para serlo”.
La comprensión y la vivencia de la no-dualidad requiere el silencio de la mente pensante. Silencio que permite constatar en nosotros el Fondo silencioso y consciente que somos y que reconocemos en todos los seres. La unidad no es una meta; es nuestro origen, nuestra raíz y nuestra verdad.
¿Dónde estoy en la comprensión y la vivencia de la unidad?
Enrique Martínez Lozano
Fuente Boletín Semanal
Comentarios recientes