Dom 8.5.22: Yo y el Padre somos “uno/una” (Jn 10, 27-30). ¿Una Grande; una, Santa, Católica?
Sobre el tipo de “unidad” de Jesús y el Padre (del hombre con Dios, de un hombre con otros, de una nación o estado, de la humanidad entera) venimos discutiendo desde antiguo. Será bueno reflexionar una vez más sobre ella. Yo y el Padre somos uno/una. Pero ¿qué tipo de unidad?
Hay un modelo de unidad de “fascio” (haz o paquete guerrero),conjunto de varas que, siendo frágiles en sí, se atan y unen, formando un conjunto fuerte, perdiendo su individualidad (su identidad, su voz propia), al integrarse en un conjunto que parece superior (pero que esinferior)?
¿Es esa la unidad de Jesús y el Padre, la unidad del Capital que es Uno, la de la Hoz y el Martillo, la de una Iglesia que se define como una-santra-católica-apostólica? Puede seguir leyendo quien quiera situars quiza mejor ante el tema que aquí aparece, ante todo, como un tema religioso. Buen domingo de pascua a todos.
| X. Pikaza
Evangelio:
En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.” (Jn 10, 27-30).
Hay un modelo de unidad de comunión y comunicación, que se va creando por diálogo, a través del regalo libre y generoso de cada persona, que comparte su vida en diálogo con otros. Ésta es la unidad de Jesús que no se impone sobre otros formando un fascio (hacha) de imperio, sino porque comparte con cada uno la vida, en regalo de amor.
Una semblanza
Ésta es la unidad del don y la acogida personal, de la palabra compartida, del gozo de que el otro sea diferente, para así comunicarnos unos y otros en libertad de amor, encontrando cada uno su vida y plenitud en los demás. En esa línea dice el evangelio:
(a) Yo y mi Padre somos Uno, porque él me ha dado lo que soy, viviendo en mí, para que yo dé a mi vez mi propia vida, para que seamos Uno.
(b) Yo y mi “hermano” (prójimo) somos uno, porque yo quiero que él sea, y el quiere que yosea, siendo distintos (cada vez más distintos y libres) al comunicarnos y compartir la vida. Esta palabra del evangelio tiene connotaciones políticas.
Dos imagenes ambiguas
Puede haber una unidad política (una-grande-libre) que se ha aplicado en muchos paises (incluso en España, con sentido religioso).
Esta es la unidad clásicas de los austrias con el lema AEIOU (Austriae est imperare orbi universo: El destino de Austria es gobernar el universo)
Hay un tipo de Rusia que dice “Ucrania y yo somos Uno; por eso yo puedo y debo conquistarla”… Pero la unidad de comunión no se conquista con las armas, sino con el don y regalo de la vida compartida. La verdadera unidad y libertad no se consigue por la fuerza, sino por el don y regalo de la vida.
Pero la unidad de Jesús que “yo y el Padre” somos uno… no se puede alcanzar de esa manera, por negación de los otros (de los diferentes). La grandeza no eleva negando la grandeza de otros….
Hay capital que puede decir: El Capital y Dios es lo mismo… Ha podido haber un tipo de iglesia que se identifica con un dios que no es Dios, porque no es comunión. La unidad de la Iglesia (una santa…) es sinodal de comunión y diálogo, como he puesto de relieve en una postal anterior dedicada a la “sinodalidad” cristiana, como está diciendo el Papa Francisco.
La iglesia una, santa, católica y apostólica… Pero es una siendo comunión en libertad de personas libres; es santa encarnándose en la historia de los hombres; es católica siendo universal y es apostólica porque está fundada en los apóstoles o enviados de Jesús.
PUNTO DE PARTIDA ISRAELITA, LA UNIDAD DE DIOS. Escucha Israel, Yahvé tu Dios es Uno, amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón…” (Dt 6, 6).
‒ Confesión: Yahvé, tu Dios es Uno. Frente a la multiplicidad de dioses y poderes del mundo, Yahvé es la unidad absoluta, en él se condensa todo lo que es, en línea de monoteísmo. Yahvé Dios es uno y único, no hay a su lado ningún otro poder, ningún otro principio de realidad.
‒ Mandamiento: Amarás a Yahvé tu Dios. Dios es uno en amor mutuo, no en imposición, y en él nos unimos todos..Por eso, este Dios que es Uno dice a los israelitas (a los hombres) que le amen; no que le obedezcan, ni que se inclinen ante él, sino que le amen. Eso significa que la unidad de Dios es unidad para el amor, unidad de dos: de Dios y de aquellos que le aman, por gracia y no por imposición.
FORMULACIÓN CRISTIANA. Yo y el Padre somos Uno (Jn 10, 30)… Que todos sean Uno como Nosotros somos Uno (Jn 17, 20-23).
– La unidad del evangelio es comunión, no identificación; es deseo de que el otro sea diferente (independiente), para que así podamos compartir mejor la vida.
- Ser Uno no es estar aislado, en contra de todos, sino vivir en comunión con todos. La unidad (el ser) es comunicación, de forma que no hay unidad ni hay realidad si no existe donación, regalo de vida de uno al otro. Ésta es la experiencia suprema, la unidad en forma de comunión.
- Cada uno es Uno con los demás dando lo que tiene y recibiendo lo que le ofrecen… La unificación es comunión, formando así unidad en presencia, conocimiento y comunión, es decir, en vida compartida. Por eso, quien quiera ser Uno a solas, encerrado en sí, deja de serlo. Quien quiera ser Uno imponiendo a los otros su unidad se destruye a sí mismo y destruye a los otros.
UNIDAD DIVINA Y HUMANA
Ésta es la palabra clave de Jesús: Yo y Dios somos “uno” en unidad y comunión de amor; Yo y el prójimo somos “uno” en comunicación (en diálogo, escucha y respuesta) de amor, de forma que nos hagamos diferentes para que podamos compartir en comunión la vida, en forma de palabra.
Dios no es Uno cerrándose en sí, sino dando su ser-vida a todos. Por eso es el mayor, no porque tiene más, sino porque da más, da todos a los demás para que sean. No es superior teniendo más cosas… sino dando más, dándose del todo.No es superior para ser más grande,, sino para hacerse inferior, encarnarse, y compartir la vida con todos.
Por eso, yo también puedo decir: “Yo y el Padre somos Uno”. Soy uno con el Padre si doy a los demás (como el Padre) todo lo que soy y lo que tengo. estoy diciendo que nosotros los hombres y mujeres, hijos de Dios, somos Uno en el
SUPERAR EL RIESGO ARRIANO
El arrianismo ha sido y sigue siendo la mayor (casi la única) herejía cristiana. Este es la herejía de imponer un “dios” por encima de los hombres, un Dios superior, un Dios que manda y domina. Ésta es la herejía del Dios “superior” y de los hombres inferiores o súbditos… Esta es la herejía de un tipo poder, estado o sistema… por encima de los individuos, es la herejía del sometimiento, de la unidad que se consigue por guerra y conquista, por imperio, no por comunidad de vida. En esa línea se ha situado y se sitúa el arrianismo:
– Conforme un presupuesto jerárquico de imposición, el arrianismo concibe la realidad de forma escalonada, como un despliegue poderes que va pasando de lo más perfecto (el Dios transcendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior); en el intermedio entre el Dios inaccesible y este bajo mundo se halla el Logos. Los humanos estamos en el mundo inferior, lejos de Dios, y necesitamos que alguien (Cristo, Logos de Dios) nos lo revele. Lógicamente, ese Cristo intermedio es más que humano, pero menos que divino.
– Conforme a ese presupuesto religioso de tipo jerárquico, los arrianos confiesan que Jesús ha sido un individuo sumiso y obediente a Dios. Esta es su grandeza, el ejemplo que ha podido ofrecernos. Resulta osadía llamarle divino, es soberbia hacerle igual a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado, sino humilde servidor del misterio. Por eso le vemos bajo Dios, como ministro de su amor, intermediario que sufre por nosotros y obedece al gran misterio.
−El arrianismo es una forma lógica y piadosa (pero en el fondo anticristiana) de entender el evangelio: Dios seguiría estando siempre alejado, Jesús sería un súbdito de Dios…, ejemplo de obediencia para los humanos. Pues bien, en contra de eso, la iglesia ha defendido que la experiencia cristiana no es de sumisión del inferior a los superiores, sino de amor mutuo entre iguales.
– Los arrianos eran más piadosos, los cristianos “ortodoxos” han querido ser fieles al amor: Dios es misterio de comunión que se ha hecho totalmente presente sobre el mundo. Por eso, creer en la Trinidad implica comprometerse en favor de la igualdad y comunión universal sobre la tierra. Creer en la Trinidad significa decir “Dios y yo somos uno”, “Dios y mis hermanos somos uno”.
La razón y piedad (y un tipo de oportunismo político) se hallaban de parte del arrianismo. No es de extrañar que un día el imperio romano (helenista) pudiera convertirse al cristianismo tanto por política (el emperador necesita fomentar la sumisión; le viene bien que el Cristo haya sido el gran sumiso), como por piedad (nosotros, con Jesús, debemos ser obedientes a Dios).
DIOS NO ES IMPOSICIÓN O DOMINIO, SINO COMUNICACIÒN DE VIDA.
Tras una búsqueda una laboriosa, el conjunto de la iglesia cristiana sintió la necesidad de rechazar las posturas arrianas, para mantenerse fiel a su experiencia original, tanto en plano religioso como filosófico. Así lo hizo en el concilio de Nicea (año 325), al afirmar que Jesús es con-substancial (=homo-ousios) a Dios Padre. Eso significa que Jesús y Dios se unen como iguales, en comunión de amor completo, sin superioridad de uno, ni sumisión de otro. De esa forma, Nicea ha rechazado todo intento de interpretación jerárquica de Dios y del cristianismo.
En perspectiva religiosa, Nicea afirma que la piedad no consiste en el sometimiento u obediencia de una persona a otra, sino en la comunión de todas; por eso, la fe de Nicea en la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo constituye el principio y salvaguardia de todo pensamiento y comunión cristiana. Frente a la falsa virtud pagana (arriana) del sometimiento ha destacado Nicea la verdad suprema de la comunión personal: no somos súbditos unos de los otros (ni siquiera de Dios), sino hermanos y amigos, compartiendo la misma “esencia”.
En perspectiva filosófica, Nicea ha rechazado la visión de un Dios jerárquico, de una divinidad descendente y gradual, que vincula en un todo sagrado lo más alto (el Dios separado) y lo más bajo (la humanidad mundana). Nicea sabe que hay distinción (Dios es divino, el humano creatura), pero esa distinción no conduce a la jerarquía (uno sobre otro), sino a la comunión en amor de Dios con los hombres en Cristo.
JESÚS, LÓGICA DE UNIDAD
- Hay una lógica de jerarquía, según la cual cuanto más se eleve a Jesús más se abaja a los hombres, poniéndoles en un escalón inferior… Jesús aparece, así como salvador de los hombres, pero desde fuera, desde arriba: como una especie de patrón celeste que les protege, como un Dios superior (un ídolo) que les salva a través de una lógica de sometimiento. Pero esa lógica de sometimiento quiebra y se rompe en Jesús… Dios no es la altura fuera, sino la profundidad dentro de Jesús
- La lógica de Jerarquía se hace lógica de entrega, don de vida en el interior de la vida humana… Jesús está arriba (ascensión) estando dentro, viviendo desde dentro del dolor de la vida humana, desde los pobres y excluidos… Jesús no habla de un Dios que está fuera; sino que es el mismo Dios hablando en el interior de la historia de los hombre, desde los excluidos por el templo Jesús revela a Dios como principio de Reino, es decir, como promotor de un camino de futuro, centrado en la resurrección.
- La lógica de Jesús no es de sometimiento, sino de comunión y vida compartida.No es lógica de superioridad (alguien sobre nosotros), ni de pura interioridad (lo divino en nosotros), sino de comunicación, de diálogo… Dios es el diálogo en nuestra propia via…El Jesús pascual sigue siendo el mismo el mismo Jesús de Galilea, aquel que no se eleva sobre nadie, que no salva desde arriba sino entrando en la vida de los hombres… que no se eleva para ayudar desde fuera, que no toma el poder…Éste es el tema de fondo: Jesús no toma el poder sagrado, porque no hay un poder sagrado que tomar, ni eleva al hombre hacia el nivel superior de lo divino. Al contrario, Jesús descubre al hombre lo que el hombre tiene y puede ser, como despliegue de Dios
CONCLUSIÒN TRINITARIA
– La Trinidad es una exégesis de la vida y persona de Jesús, tanto en su vinculación a Dios (en su relación con el Padre) como en su apertura hacia los humanos: en su mensaje de libertad y en el don pascual que el Espíritu ofrece a los creyentes. El Dios cristiano es comunión de amor que se expresa como don fundante (Jesús brota de Dios) y entrega personal (Jesús pone su vida en manos de Dios), culminada en la comunión (encuentro de amor del Padre y del Hijo, donde todo alcanza su verdad perfecta).
– La Trinidad es la hondura de Dios, que despliega y regala su misterio, como Espíritu o aliento de vida en la Iglesia (en la humanidad). La Trinidad es la misma comunión divina, culminada y perfecta, que viene a revelarse como fuente (y sentido) de toda comunión para los humanos. Dios es vida eterna compartida: sólo por fundarse en ese Dios, la iglesia puede ser experiencia de vida compartida: encuentro de hermanos que regalan y reciben (comunican) la existencia. El Dios encarnado en Jesús se revela y despliega en la iglesia (sin dejar de ser divino) como proceso culminado y comunión perfecta: eso es lo que la iglesia llama Espíritu Santo y así lo han defendido con gran fuerza los Padres del Concilio de Constantinopla (año 381).
Podemos destacar en ella un elemento más especulativo, otro más práctico. Ambos son fundamentales para entender la Trinidad cristiana, tanto en perspectiva intradivina (Trinidad en sí), como en su apertura al ser humano (presencia trinitaria). L a Trinidad nos muestra que Dios es un despliegue de amor que brota del Padre, se expande por el Hijo y culmina en el Espíritu Santo. Desde ese fondo, podemos hablar de los tres momentos constitutivos y fundantes de su realidad.
– Dios es ousia o esencia fundante (Padre) que se entrega a sí misma y sólo existe al entregarse;
– Dios es dynamis, la fuerza del amor que se entrega y se expresa en el mundo en forma humana (es Hijo);
– Dios es finalmente entelekheia o perfección cumplida (Espíritu Santo).
– Dios es comunicación y comunión de amor (perijoresis). Todo Dios es un despliegue de amor personal. Sólo existe y sólo puede concebirse en la medida en que se entrega a sí mismo, en generosidad interior y exterior, para que todos podamos compartir la vida, siendo Uno con él (en él) y siendo Uno entre nosotros (sin imposición de unos sobre otros).
Esa comunicación mutua de amor (en griego perijoresis) puede y debe decirse en latín con dos palabras:
– Cincumincessio (=Proceso comunicativo). Cada persona existe en la medida en que “camina” (incedere) hacia la otra en proceso circular (circum). De esa forma, lo que solemos representar como triángulo trinitario (tres personas vinculadas desde sus ángulos respectivos, en la unidad del triángulo divino) puede y debe representarse como itinerario completo: el camino de Dios culmina en amor, para abrirse a los humanos en donación total. – Circuminsessio (=Experiencia de inhabitación). Cada persona se asienta o tiene su sede en la otra. No sólo camina hacia ella, sino que habita en ella: existe en sí (tiene sentido, se realiza) en la medida en que está fuera de sí, dando el ser a la otra, recibiendo el ser de ella. En otras palabras, cada persona “reina” haciendo reinar a las otras, teniendo en ellas su trono.
Esta terminología de inhabitación dialogal (perikhóresis) nos permite comprender el misterio de Dios y nos lleva a comprender la unión (comunión) humana como encuentro de personas. Esa es la unidad de Dios, por eso podemos decir “Dios es Uno”, Dios y nosotros somos uno. Sólo en esta perspectiva podemos aceptar las formulaciones políticas y eclesiales del principio.
Mi nación puede ser una, grande y libre… pero sólo en comunión de vida, en libertad: Puede ser “una” dando espacio de vida a las otras; puede ser grande haciendo que las otras naciones sean grandes; puede ser libertad abriendo espacio de libertad para todos.
Mi iglesia puede ser una, santa, católica y apostólica… pero sólo sin imponer su unidad a nadie; puede ser santa acogiendo a todos, sin expulsar a los llamados “pecadores”, a los otros; puede ser católica, abriendo espacio de vida en los que caben todos, cada uno con sus diferencias….
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