Si una comunidad no vive en paz, en alegría y aliento vital (Espíritu), tal vez sea porque Cristo no esté presente.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Algunas notas iniciales.
1.1. Jesús ha muerto el viernes. Judas se ha suicidado, Pedro le ha traicionado, los discípulos se ha dispersado. No es pensable que -al día siguiente, el domingo- estuviera ya constituida la iglesia, la comunidad cristiana naciente.
1.2.- Estos relatos reflejan el proceso de fe por el que los primeros cristianos llegan a la fe en el Señor resucitado.
1.3.- El camino de creación de la comunidad cristiana seguramente fue lento y difícil, porque los primeros cristianos eran judíos y les costó no poco separarse del mundo judío.
1.4.- Dice el texto que era el primer día de la semana. Es el primer día de la nueva creación, de la nueva humanidad que Cristo ha creado.
02.- Cristo no estaba en el grupo, en la comunidad,
Estaban reunidos los discípulos, pero no estaba Cristo.
Y porque no estaba Cristo aquella comunidad naciente se encontraba encerrada, triste, con miedo y sin ganas de vivir
Estaban los discípulos encerrados y con miedo
Nacimiento de la Iglesia más que difícil.
Aquellos “Diez” (faltaban Judas y Tomás), estaban encerrados y con miedo, porque Cristo no estaba entre ellos.
¿Como nosotros?
¿No es ésta la situación de muchas iglesias-diócesis, estructuras eclesiásticas? ¿No vivimos encerrados y con miedo a todo: miedo a la libertad, al Vaticano II, a las ciencias, a las ideologías, a los cambios, al pensamiento teológico, moral, litúrgico, etc.?
En el impasse en el que nos encontramos, no parece que nuestro momento diocesano sea especialmente alentador. ¿En nuestra diócesis se vive en paz, con alegría e ilusión? ¿No estamos más bien en una división eclesial, enfrentamientos y en una honda tristeza?
El miedo bloquea, paraliza. ¿No estamos bloqueados, paralizados? “Aquí no se mueve nada ni nadie”? Es la actitud de muchos obispos.
Por otra parte, ¿A qué será debido la huida de la Iglesia –como Tomás o los dos de Emaús- de tantas y tantas personas de la sociedad? ¿Por qué se han vaciado las Iglesias?
03.- JesuCristo confiere paz, alegría y aliento vital (Espíritu)
Cuando Cristo está presente en una persona, en una comunidad, en una diócesis confiere: paz, alegría y ganas de vivir:paz a vosotros… se llenaron de alegría… Recibid espíritu santo.
Una comunidad de Jesús se caracteriza por vivir en paz, alegría y Espíritu. Si no hay paz, alegría, aliento vital, puede que sea una buena organización religiosa con magnífica estructura y doctrina, con leyes perfectas y disciplina, pero seguramente que no es una comunidad de Jesús.
El evangelista Juan recoge las palabras del Génesis. Dios infunde aliento vital al barro humano. Ahora Jesús, exhaló su aliento sobre la comunidad naciente y recobran las ganas de vivir, coraje, la ilusión.
En los momentos de crisis personales, de sufrimientos eclesiásticos que afectan a la vida eclesial, habremos de abrir puertas, ventanas y, sobre todo, nuestro espíritu a Cristo resucitado para que ventile nuestras vidas y oxigene la vida eclesial.
Evoco lo que decía el papa Juan XXIII del concilio Vaticano II: abramos las ventanas para que salga el aire viciado y entre aire puro.
Si en nuestra Iglesia no hay paz, serenidad, alegría y aliento vital, es que Cristo no está presente.
04.- Tomás no estaba en el grupo.
Tomás se había marchado ya del grupo. Tomás es la versión de los dos de Emaús de Lucas. Es la versión lucana de la decepción. El asunto “Jesús” no valía la pena. Ha sido un fracaso total. Por eso se marchan del grupo. Nosotros esperábamos, pero todo ha sido un “sueño de verano”…
Por esta razón, Tomás no estaba en el grupo. Vivir a descampado es muy difícil.
¿Y si la iglesia fuese un remanso de paz, de sosiego, de convivencia, de contento, de vida o un hospital donde se curan heridas (Francisco)? ¿Quién no quiere vivir en paz y alegría?
05.- Se intuye en la Iglesia una vuelta al origen en las intuiciones de Francisco
Gracias a Dios que el estilo y tono cristiano y eclesial de Francisco es más evangélico del que pulula en algunas diócesis y obispos.
El paradigma ha cambiado con Francisco.
Aunque el papa Francisco no logre muchas cosas y cambios que quisiera y son necesarios, al menos el paradigma ha cambiado. Quedémonos con el espíritu de Francisco, el espíritu que Jesús infundió en la comunidad naciente. Lo principal en la Iglesia ya no es el miedo y la represión, la condenación y el infierno, la doctrina a ultranza y contra quien sea. Francisco no carga machacona y agresivamente contra el pueblo el laicismo, el secularismo, contra el ateísmo, contra los homosexuales, los divorciados, etc.
Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, te confiere paz, alegría. El ¡Señor mío y Dios mío! Es JesuCristo y nadie más ni en el ámbito social-político, ni ninguna jerarquía eclesiástica sustituye a JesuCristo.
El grupo, la familia, el pueblo, la iglesia nos arropa, nos protege. En el fondo la complejidad de todo el entramado cultural es un “techo” que nos resguarda.
06.- ¡Señor mío y Dios mío! Cristo centro de nuestra vida personal y eclesial.
Lo primero lo decisivo es la presencia y cercanía de Cristo. Hemos de volver a Cristo: como Tomás, como los dos de Emaús, como todo hijo pródigo. Necesitamos una eclesiología, una Iglesia cuya piedra angular sea Cristo, no el funcionariado.
Tomás se encuentra con Cristo en la fe: ¡Señor mío y Dios mío! Los dos de Emaús dicen: ¿No ardía nuestro corazón?, ¡lo hemos reconocido al partir el pan! La salvación no está en un obispo, sino en Cristo.
Es Cristo, la memoria eclesial de Cristo quien nos hace guardar la serenidad, la paz, la ilusión, la alegría, la esperanza y la misericordia.
Solamente a Cristo le decimos:
Señor mío y Dios mío
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