¿Crisis de vocaciones? Dios nos llama a todos
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Llamadas de la vida.
Las tres lecturas de hoy nos hablan de la llamada de Dios y de la vida. La llamada de Isaías en la primera lectura, la de San Pablo en la segunda lectura (1Corintios) y la llamada de Pedro (y algunos discípulos) en el evangelio
La historia de la Salvación y la historia de la humanidad están llenas de llamadas de Dios y de la vida.
Por otra parte, quienes reciben –quienes recibimos- la llamada del Señor, (que somos todos) somos débiles: hombre de labios impuros (Isaías), un aborto (S Pablo), pecador (Pedro) y por eso sentimos miedo: ¡ay de mí estoy perdido! Sino embargo acogen la llamada: “aquí estoy, mándame”.
Isaías, como Pablo, como Pedro y aquellos pescadores siguieron a Cristo.
No temas, le dice Jesús a Pedro, ha sido perdonada tu culpa escucha Isaías. Pablo es lo que es no por sus méritos, sino por la gracia de Dios.
02.- Todos somos llamados.
La llamada de Dios es la que da sentido a nuestra vida. Cuando escuchamos la voz de la ultimidad, sabemos –creemos- hacia dónde vamos, cuál es el horizonte de nuestra vida. Cuando sabemos quién nos llama y hacia dónde vamos sabemos lo definitivo en la vida.
+ Nosotros entendemos que la llamada de Dios es para la vida religiosa o para ser sacerdote… Luego “sacralizamos” esa llamada y surge el clero, las personas sagradas, etc. Y no es así. Dios nos llama a todos. Todos somos llamados por Dios a la vida.
+ Haríamos bien en repensar –con más detenimiento que el breve espacio de una homilía- la distinción entre laicos y mundo sagrado. Podemos ser iglesia sin tal distinción.
+ En la época del Nuevo Testamento no había laicos y los criterios para la ministerialidad eran:
- El que presidía la comunidad, presidía la Eucaristía.
- Atender las necesidades de la comunidad eclesial: enfermos, necesitados, niños, etc.
En la época del Nuevos Testamento no había crisis de vocaciones, porque la comunidad cristiana se “autoabastecía” de las personas que atendían las necesidades de la comunidad.
03.- Llamados a la misión (rema mar adentro).
El lugar de la llamada a la misión no es el templo, sino el mundo, significado como el mar.
El mar –en la mentalidad bíblica- es el lugar de peligro, de la profundidad, donde incluso peligra la vida.
Surcar y navegar mar adentro es adentrarse en la vida, profundizar en los problemas, en las dificultades.
En este aspecto hemos conocido cambios importantes en el modo de entender el cristianismo. No hace muchas décadas, los movimientos cristianos eran de compromiso: “Juventud obrera católica (joc)”, “Juventud estudiantil, rural…” “Hombres obreros católicos (hoac)”. Pablo VI, siendo joven cura en Roma sufrió mucho con sus jóvenes estudiantes católicos (jóvenes Acción católica italiana) por la persecución del fascismo de Mussolini. Era un cristianismo que remaba mar adentro.
Quizás hoy en día el cristianismo se ha edulcorado y nos basta con un icono y dos velas.
Tenemos la tentación de la comodidad, de no arriesgar, y permanecer en las seguridades del puerto, nos quedamos en tierra. Sin embargo, el evangelio y la misma vida nos dicen: rema mar adentro…
04.- La barca es la figura de la iglesia
Este relato de la pesca tiene un marcado colorido eclesial: el mar, la barca, las redes, los peces, la pesca…
Este texto refleja la experiencia de las primeras comunidades cristianas (y de todas las comunidades): dificultades, galernas, noches, ausencia de eficacia pastoral, etc.
Necesitamos que en nuestra Iglesia esté JesuCristo. Jesús sentado en la barca…
05.- La pesca abundante por la palabra de JesuCristo
Por nuestras propias fuerzas seguramente que pescaremos poco, aunque nos pasemos la noche bregando.
La eficacia de la tarea está en la confianza en quien nos envía y va en la barca con nosotros.
Así lo entienden Pedro y los compañeros: Por tu Palabra, echaré las redes.
Fiarse de esa Palabra hace posible que acontezca lo impensable o, lo que es lo mismo, la utopía, la cual jamás será posible desde la lógica del pragmatismo.
Fiarse de la Palabra de Jesús nos introduce en una dinámica nueva. Nos libra de nuestras prepotencias más o menos inconfesadas y nos hace descansar en la esperanza.
La pesca abundante es la meta soñada, la utopía de la plenitud del Reino de Dios.
La llamada termina en la pesca abundante, en la plenitud
06.- Desde ahora serás pescador de hombres. dejándolo todo, lo siguieron.
Ser pescador (y sembrador) son tareas nobles y humanizadoras.
Quemar las naves y seguir a Cristo, aceptar la PALABRA es un acto de plena confianza capaz de llenar y dar sentido a la existencia humana. Es el abandono pleno en la ultimidad de Dios.
Aquí estoy, Señor, mándame.
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