Todos en la vida necesitamos amar y ser amados.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Hoy nos fijamos en la lectura de San Pablo a los corintios:
- Un canto al amor.
La reforma litúrgica que realizó el Concilio Vaticano II (Constitución: Sacrosanctum Concilium) dispuso que en las Eucaristías de los días de fiesta leyéramos tres lecturas: normalmente la primera lectura tomada del Antiguo Testamento, la segunda del Nuevo T y la tercera tomada del Evangelio.
En la práctica, las homilías versan normalmente sobre el Evangelio.
Sin embargo hoy vamos a centrarnos en el texto sobre el amor que S Pablo escribió a los cristianos de Corinto. Es un canto al amor.
02.- La dimensión humana del amor.
El amor no es una dimensión, un valor específicamente cristiano, es una dimensión y una necesidad humana. Probablemente el amor es la dimensión más importante y más primaria y necesaria de la vida.
Todos en la vida necesitamos amar y ser amados.
Podemos vivir –hemos vivido- sin libertades cívicas en la época de la dictadura, podemos vivir en una gran escasez humana (como la que todavía recordamos de la “época del hambre” en la larga posguerra), podemos vivir con poco dinero, nos puede amenazar la represión sociopolítica y eclesiástica.
Lo que no podemos vivir sanamente es sin amor.
Me parece a mí que el no haber conocido, no haber experimentado el amor familiar, el amor que la misma condición humana despierta en el transcurrir de la vida, el no sentirse querido en la vida, en la comunidad, en la amistad, es fuente de graves problemas personales, psicológicos, problemas de madurez personal y de serenidad en la vida, y es fuente, a su vez, de desequilibrios, de fanatismos fundamentalistas político-religiosos, etc. (El que se siente amado y ama no es fanático, no es, no puede ser fundamentalista).
Quien más, quien menos, hacemos cábalas y nuestras quinielas acerca de quien pueda ser el próximo obispo de San Sebastián. Quiera Dios que nos manden (triste afirmación: “que nos manden”), pero cuando menos que sea un hombre bueno y bondadoso. ¿Progresista? ¿guipuzcoano? ¿Muy inteligente? Que sea bueno, que sepa amar: basta.
Juan XXIII no era un hombre especialmente progresista, ni brillante intelectualmente, pero Juan XXIII era un hombre bueno, amaba.
03.- Amor.
El amor es lo único que hacer salir al ser humano de su guarida, de su propio “yo”. Quien se pasa la vida pensando en sí mismo, es imposible que llegue a abrirse por el amor a los demás: ni a la Verdad, ni se alegre del bien ajeno, ni respete los modos y estilos de vida de los demás. Quien vive pensando todo el día –y toda la vida- en sí mismo, en su salud, en su economía, en sus derechos, en su patria, en su dogma, en lo que le corresponde, ese tal no vive, porque no ama.
En el fondo el amor es una postura inteligente propia solamente del ser humano. Las posiciones de odio y venganza, de mantener enfrentamientos, las posiciones enquistadas, de agresión fanática no es que sean solamente éticamente malas, sino que más bien son poco inteligentes: aunque solamente sea por el hecho de que se vive mejor en paz que en guerra. Los odios, enrocamientos, los “no diálogos”, los atrincheramientos fanáticos político-eclesiásticos son posiciones poco inteligentes, propias de etapas anteriores a Atapuerca.
Por otra parte El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (1Juan 4,8.21).
04.- Dimensión política del amor.
Llama poderosamente la atención cómo en la vida social, política, incluso eclesiástica, hay dimensiones casi completamente ausentes, entre ellas el amor, el perdón, la verdad, la esperanza, la alegría por el bien ajeno, la afabilidad, que curiosamente son los valores de Cristo y son valores que construyen personas. Más bien en nuestra sociedad predominan la competitividad, la lucha, el poder, la venganza, el brillo social, las multinacionales que explotan y son los rectores del poder.
Curiosamente estos valores: amor y perdón no tienen cabida en la vida sociopolítica.
Sin embargo, el amor, el amor cristiano tiene una vertiente política (polis significa: ciudad), que nos ha de llevar al compromiso cívico con los pobres, con una sociedad más justa, con trabajo, con perdón.
Hay problemas sociales que no verán la solución solamente con medidas políticas, legislativas, policiales, etc. La violencia de género, la agresividad (agresiones) sexuales, la higiene-salud mental necesitan “otros tratamientos” como son la educación para el respeto, el amor, la esperanza, la educación, el valor de la persona en sí misma.
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