La vía negativa (I)
Del blog Amigos de Thomas Merton:
En su libro LA BENDICIÓN ORIGINAL, Matthew Fox habla de varias vías para el viaje espiritual: la vía positiva o camino I (hacernos amigos de la creación), la vía negativa o camino II (hacernos amigos de la oscuridad, soltar y dejar ser), la vía creativa o camino III (hacernos amigos de la creatividad y de nuestra divinidad), y la vía transformadora o camino IV (hacernos amigos de la nueva creación: compasión, celebración, justicia). Me interesa ahora, en la línea que estoy presentando, compartir algunas ideas de la vía negativa, que es también camino a las profundidades divinas.
Destaca tres ideas: vaciar o desprendernos de las imágenes; ser vaciados o dejar que el dolor sea dolor; sumergirnos en el vacío, en la nada, y finalmente (que no veremos ahora), apreciar una teología de la cruz.
“Uno no encuentra a Dios en el alma añadiendo algo, sino mediante un proceso de sustracción” (Meister Eckhart).
El crecimiento de la persona humana tiene lugar en la oscuridad. Bajo tierra. En pasadizos subterráneos. Ahí donde “ninguna imagen ha llegado jamás hasta los cimientos del alma”, solo actúa Dios. Todo misterio habla de oscuridad. Toda oscuridad habla de misterio. Las personas necesitamos en ocasiones desprendernos de toda imagen si queremos producir imágenes auténticas con nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestra oración y nuestro arte. Aprender a confiar en los espacios vacíos y en los silencios; en descender y no en ascender. Descendemos hasta la profundidad y ahí encontramos a Dios, “oscuridad sobre-esencial”, según Eckhart.
“Recordar esto: Todo sufrimiento tiene su final. Y cualquier cosa que sufran auténticamente, Dios la ha sufrido antes” (Meister Eckhart).
Una cosa es vaciar. Otra cosa es ser vaciado. El dolor hace esto. Nos vacía, si permitimos que lo haga. Tapar nuestro dolor con drogas, alcohol, televisiones, compras, sexo, no nos libera de él. Esto es someterse más al dolor, es permitir que siga gobernando nuestra vida, en lugar de que sea el amor quien lo haga. Pero enfrentarse a la oscuridad, aceptar el dolor, permitir que el dolor sea dolor, nunca es fácil. Por eso la valentía (un buen corazón) es la virtud fundamental en el viaje espiritual.
El sufrimiento es nuestro enemigo, pero esa no es excusa para no acogerlo, besarlo, durante el tiempo necesario para que verdaderamente podamos dejarlo ir. No hay manera de dejar el dolor sin antes haberlo acogido y amado, no como dolor, sino como a una hermana o hermano en nuestro viaje. El dolor que aceptamos y abrazamos hasta convertirlo en energía positiva nos ayuda a comprender a otras personas que sufren, es la escuela de compasión más legítima. También nos enseña que los verdaderos placeres de la vida son los más simples, los que se pueden compartir. El sufrimiento destruye las ilusiones y placeres falsos, y nos hace sensibles a lo verdaderamente hermoso de la vida. Muchas veces el sufrimiento no deseado, siempre y cuando le recemos o entremos en él y no lo ocultemos o huyamos de él, puede devolvernos el amor a la vida.
“Oh, dinos poeta, ¿qué haces? Alabo.
Pero los días devastadores y los vientos violentos,
¿cómo los soportas, cómo los recibes. Alabo.
Pero lo indecible, ¿cómo elevas eso,
cómo invocas lo innominable? Alabo.
¿Qué derecho tienes, al pasar por cada fase,
en cada máscara, a permanecer fiel? Alabo.
¿Y a qué se debe que tanto la quietud como la salvaje reyerta
te conozcan, como estrella y tormenta?
Porque alabo”.
(Rainer María Rilke)
Lo anterior es un resumen del texto citado para un encuentro grupal.
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