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La catedral de Ana.

Domingo, 7 de noviembre de 2021

viudaMc 12, 38-44

Ahí está ella, entre los enfermos sin techo de Nueva York. Es una mujer de mi comunidad, Hermanas Para la Comunidad Cristiana (SFCC en inglés). Ella va mucho más allá de la comunidad cristiana.

Ana después de muchos años en el proyecto Sure, we Can ha discernido su llamada a crear Hogar con los más abandonados de la sociedad. Su compromiso es y de hecho ya está construyendo casitas para los más vulnerables por enfermedad y sin techo, en el centro de Nueva York, para los no queridos en ningún sitio, ni en la calle. Y sin seguro médico, por supuesto.

Se siente llamada a servir a estas personas, y a ello dedica todo su ser. Si tiene que hablar con el alcalde lo hace, si con los políticos -para conseguir ayudas y permisos- ahí va. Si tiene que sembrar tomates y construir pequeños habitáculos con voluntarios… con ellos se arremanga. Es hermana de lxs sin techo, de lxs que sus familias ignoran por adictos… de lxs leprosos de hoy.

En el corazón financiero del mundo, el corazón de una mujer late a otro ritmo.

Me recuerda el impacto del Efecto Mariposa: “el aleteo de las alas de una mariposa en Brasil puede provocar modificaciones atmosféricas hasta culminar en una tempestad en Nueva York. El presupuesto teórico es que todas las cosas están inter-ligadas y van asumiendo elementos nuevos, creando complejidades en el curso de su evolución” (Boff).

Siempre, a lo largo de la historia, hay una mujer o un grupo de mujeres que, pasando desapercibidas: cambian, transforman, proyectan y construyen el futuro.

La llaman la Dorothy Day de hoy. Es vasca y habla poco. Cuando lo hace, sonríe. Son sus gestos los que encarnan el Evangelio. (Al final hay un enlace sobre su trabajo).

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Cuando leo el texto de hoy, emergen de mi interior las Anas en el mundo -son tantas las que lo dan todo, que se exponen a tope- y lo hacen porque confían en el fiel, y en la bondad intrínseca de los humanos.

En la primera lectura ya vemos cómo a una viuda -a una persona sin recursos de ningún tipo, en aquel tiempo- se le pide que comparta todo lo que le queda; y lo hace. Y, gracias a ese abandono descubre que la fidelidad de Dios se vuelca en ella. Es la fuerza de nuestras Anas, anónima en el Evangelio y en la realidad de hoy; su fuerza es su conexión con el Todo que saca lo mejor de ellas y las impulsa al riesgo absoluto por Amor al Absoluto.

La viuda, miembro débil de la sociedad, representa a la comunidad fiel, que en medio de una realidad eclesial corrompida, como ahora, y que horroriza a tantxs, ama a Dios como compañero de camino.

Jesús nos quiere dar una enseñanza, como se la dio a sus discípulos a quienes vemos, a través de la figura del joven rico, y otros, que no quieren abandonar su riqueza, su seguridad, y les/nos dice: no son los ricos, los ordenados, los importantes… los que valen a los ojos de Dios, sino los que ponen su confianza en Abba/Amma, y no en el dinero ni en el prestigio, refugio de personajes inmaduros afectivamente, que necesitan poseer, controlar, dominar para sentirse bien. De ahí la hecatombe de instituciones que se han hecho fuertes a fuerza de explotar, dominar, violar derechos y cuerpos.

Esta confianza equivale a la del discípulo, a la de la persona que tiene una relación personal de amistad y cariño, con el Maestro, y le acompaña y sigue su proyecto.

Por ello, la viuda que contemplamos echando todo su capital en las ofrendas del Templo, encarna la antítesis de los dirigentes infieles a Dios por su amor al dinero y al poder moral sobre otros. Y Jesús flipa cuando la ve, y cuando te ve, a ti que a tu manera también lo haces: “Anas” de hoy, compartiendo todo lo que tienen con sus hijos y refugiados, acercándose en el supermercado a las marroquíes para saludar y acoger y ofrecer, como vi ayer: el barullo que montó una abuela con un grupo de mujeres muy cubiertas de telas y mascarillas que se confunden con burkas… podían ser marroquíes, pakistaníes, afganas, sirias…sus risas me hicieron notar que eran muy jóvenes. Ellas cubiertas, ellos no, claro. Sutilezas de control que empobrecen y silencian a personas que podrían ser educadoras, sanitarias…en sus países, y tienen que vivir exiladas porque en los templos de las religiones y en los palacios hay personajes mezquinos, en nómina y eméritos.

La viuda es modelo de discípula. ¿Cómo es la discípula de hoy? Como nosotras la encarnemos. Con estudios, sí, pero sobre todo alguien apasionado por el Evangelio, que como nuestras Anas, no tenga miedo a la intemperie. En unos casos, real, de no-techo, como la de Nueva York, en otros casos, la mayoría, de no-reconocimiento, de no-apoyo, como siempre en la historia.

No pretendo adivinar el futuro, pero desde la tripa al cerebro veo clarísimo que la iglesia de Jesús: las comunidades cristianas en general, sólo resucitarán, cuando las Anas de hoy formen parte -con su aleteo de mariposa- de la tormenta que Jesús provoca cuando entra en la vida de la gente. Y sepan acompañar a los nuevos miembros de comunidades alternativas a las esclerotizadas por el patriarcado dominante.

Me gusta la catedral de Ana. Muy cerquita de las majestuosas catedrales católica y episcopaliana de Nueva York.

Creo que no es el único modelo de discípula. Pero cuando Jesús la ve echando todo lo que tiene para vivir, en el limosnero…el hombre se derrite. ¡Ya lo creo! También él está hasta arriba de clericalismo, de política sucia, de abusos de poder en nombre de una religión que no existe más que en la mente de sus organizadores. Y al ver a aquella mujer, ve en ella lo que no logra despertar en ellos. Por esto, tal vez, ellos no la reciben, porque se sienten amenazados por su discipulado radical y fiel.

Conozco otras que no se llaman Ana, pero que me hablan de Evangelio puro, como mi amiga a quien ETA mató al marido en el portal de su casa, y desde entonces se dedica a hablar de reconciliación en centros educativos de todo Vizcaya. O la otra amiga, que con Parkinson y el suicidio por depresión de la hija que cuidaba como a una recién nacida, se dedica a visitar o llamar a diario a personas mayores y solas, llevándoles, con su aleteo la cercanía del que es fiel. O la que acoge en su casa a su hija, nieto, yerno a quién la pandemia ha dejado vulnerables, con inseguridad de perder todo por lo que habían trabajado muchos años, como las Anas de La Palma, cuya lava se ha llevado sus propiedades, pero no su corazón.

También ellas son viudas. Y son mujeres. Y crean a su alrededor cercanía y bondad. No entran en las papeletas de futuros Vicarios episcopales, ni generales…están ahí, dando vida, como la mariposa aleteando. Y Jesús está orgulloso de ellas, y mira a los letrados de reojo con unas ganas de mandarles a la mismísima…mientras ellos ceden sus catedrales por dinero a una vulgaridad, y ellas, las Anas, la siguen limpiando.

¿A qué también tú conoces a varias “Anas”? Es más, tal vez seas una de ellas. Por ello a todas os damos las Gracias. Nos vemos en vuestras catedrales, vuestros hogares, auténticos lugares de comunidad cristiana, donde siempre hay acogida, bizcocho y cariño. ¡Menuda Eucaristía! Aunque sea online, como ha sido últimamente para muchxs y sigue uniendo a las Anas de diferentes países y continentes, porque ellas, no paran. Son incombustibles, por eso la Comunidad Cristiana sigue en las calles, en las pantallas, en los hogares.

Ahí nos vemos hermanxs. Aunque sea Nueva York o La Palma, o tu barrio o tu pantalla.

¡Feliz Domingo!

Magda Bennásar Oliver, sfcc

espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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