Personas LGTBI relatan las violencias a las que son sometidas con motivo del Día contra la LGTBIfobia
Con motivo del Día Internacional contra la LGTBIfobia, que se conmemora cada 17 de mayo, personas LGTBI han explicado, a través de sus propias vivencias, la discriminación y las violencias que siguen sufriendo a día de hoy debido a su orientación sexual o su identidad de género en una rueda de prensa organizada por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).
Cada año, el Día Internacional contra la LGTBIfobia celebra la eliminación de la homosexualidad en 1990 de la lista de enfermedades mentales de Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, treinta años más tarde, personas LGTBI han explicado como siguen siendo sometidas a supuestas terapias de reconversión, expulsadas del hogar familiar, perseguidas y amenazadas en sus países de origen, discriminadas en el ámbito laboral, acosadas en las escuelas y víctimas de una violencia institucional que las señala y les resta derechos con respecto al resto de la población.
Acoso escolar, LGTBIfobia en el ámbito laboral y problemas para filiar a su bebé
Noemí vivía en Lugo a los 15 años cuando se dio cuenta de que le gustaban las chicas. “Cuando se enteraron en mi instituto empezaron las miradas de asco y el acoso. No tenía ningún referente y no entendía por qué tenía que pasarme a mí, pensaba que eso era de bichos raros. No hablaba con mis padres porque no quería que supieran que tenían ese monstruo de hija. Pensé en suicidarme, pero no lo hice para no hacerle eso a mi familia”, ha explicado.
Como consecuencia de esa situación, bajó su rendimiento en los estudios y no pudo estudiar fuera, porque ella “quería escapar de allí”. Cuando pudo cambiar de ciudad conoció gente LGTBI que la ayudó a empoderarse, pero aun así no se visibilizó en el trabajo. “Escuchaba comentarios LGTBIfóbicos y sentí miedo a las represalias. No podía compartir nada de mi vida personal”, ha asegurado.
El acoso vivido en el instituto hizo que, más adelante, quisiera ser profesora “para aportar” así que aprobó unas oposiciones y por fin pudo visibilizarse en todos los ámbitos de su vida y crear un grupo de apoyo al alumnado LGTBI. “Soy funcionaria. Ya no pueden despedirme”, ha declarado. Le sorprendió que, 25 años después, el alumnado de su instituto en Coruña siguiera sin haber visto nunca a una mujer lesbiana. Recientemente se ha visto obligada a casarse en plena pandemia para poder filiar a su hija. “La ley exige a las parejas de mujeres estar casadas antes del nacimiento para poder ser reconocidas como madres”, ha denunciado.
Negación de acceso a la universidad, no reconocimiento de la identidad, amenazas de muerte
Juan José se enfrentó en su país de origen, Colombia, a la discriminación del decano de la universidad en la que quería estudiar Medicina. Pasó todas las pruebas y en última, la entrevista personal “no me aceptaron porque lo que veía no se correspondía con el nombre y el género que ponía en mi documentación”, asegura.
Estudió otra carrera en otra universidad pero al terminarla todas las puertas de acceso al mundo laboral se le cerraron y tuvo que ejercer como autónomo. Un día, empezó a recibir amenazas por parte de un grupo armado. “Comenzaron con insultos tipo “maricona”, siguieron con que no querían gente como yo en el barrio y pronto me amenazaron de muerte. Yo ya había perdido un hermano víctima de la violencia en Colombia así que sabía que allí las amenazas de muerte se cumplen”, ha denunciado.
“Me vi obligado a salir de mi país y a pedir ayuda internacional para salvaguardar la integridad de mi familia y la mía en una época de pandemia donde ha sido complicado acceder a muchas cosas. En Colombia, al final pude cambiar mi nombre, pero no mi género. Al llegar a España, un policía me cambió el género automáticamente y me dijo: “tú para mi eres un hombre hasta que me digan lo contrario”. Eso para mí fue una victoria social, ha asegurado.
LGTBIfobia familiar, terapias de reconversión y LGTBIfobia en la atención sanitaria
Rubén relata cómo al crecer en un entorno evangelista al principio pensó que ser homosexual era un pecado. No reveló a nadie su orientación sexual hasta que su familia lo descubrió al ver un chat con otro chico. La familia llamó entonces a unos pastores de Madrid para que fueran a su casa en Valencia y le coartaron todo tipo de libertades. “Me tiraron películas de Harry Potter y todo lo que consideraron que podía ser satánico, controlaban mis horarios, me quitaron la música e internet y me practicaron una especie de exorcismo para sacar de mí los demonios”, ha explicado.
Sin independencia económica, se vio obligado a viajar a Brasil a una escuela donde su familia le mandó para “curar” su homosexualidad. Rubén ya sabía que lo que él alguna vez sintió fue amor y eso no podía ser malo. Una vez allí se negó a asistir a unas clases donde le comparaban con pederastas y zoofílicos. Eso implicó que no pudiera acceder al comedor del seminario por lo que pasó dos meses sin prácticamente comer hasta que regresó a España. Perdió 20 kilos en dos meses.
Una vez en España, intentó suicidarse como consecuencia de todo lo vivido. Su familia lo ingresó en un hospital psiquiátrico donde estuvo 4 días retenido con una camisa de fuerza y donde solo dieron credibilidad a la versión de una familia que lo acusaba de agresivo, narcisista y de que el intento de suicidio solo fue para hacerles daño. Salió del hospital sin ningún diagnóstico.
NOTA. Día contra la LGTBIfobia
Fuente FELGTB
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