Plenamente Humano.
No se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano (Teilhard de Chardin)
25 de marzo. Domingo de Ramos
Mt 21, 1-11
Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba: ¿Quién es éste? Y la multitud contestaba: Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
En su película Últimos días en el desierto (2015), el director colombiano Rodrigo García explora un Jesús que desde su humanidad transforma a quienes se cruzan en su camino. García no quería mostrar al Jesús divino, elevado, como nos lo han mostrado algunos directores, sino uno más cercano con el que pudiéramos conectarnos de otra manera. Ewan McGregor, actor escocés, desempeña el papel de Jesucristo y de un demonio, que le acecha, le cuestiona y le reta. Jesús le responde, no con la divinidad que yace bajo su piel sino desde su humanidad, contestando con la certeza del que se sabe amado y siguiendo el instinto de su corazón.
Una fuerza interior que le lleva a la plenitud de su ser. Plenitud que, como nos cuenta Alma, Mahler repetía en su versión de artista una y otra vez: “Todas las creaturas de la naturaleza se engalanan sin cesar para Dios. Así que todo hombre tiene tan sólo una obligación: mostrarse ante Dios y ante los hombres tan hermoso como sea posible”.
Y plenitud, como la que nos propone alcanzar “La danza de la flor”. La he danzado un jueves en Másquesilencio. Me encanta su forma y su significado, y también la música que mentalmente pongo en ella. De pie, el cuerpo erguido, pienso en la esencia de mi ser que, como el de todo rosal, hunde sus raíces en la tierra. Intento darle vida y, para ello, abro en cruz los brazos, doblo levemente las rodillas y, bajando el cuerpo, hago ademán de recoger en el cuenco de las manos la semilla que nace en el campo. Con ellas, juntas en gesto de oración, las elevo hasta mi corazón, las abro sobre él para entregársela y que le dé calor. Torno a cerrarlas, y las vuelvo a subir por el centro de mi rostro como haciéndola crecer hasta ser árbol. Voy abriendo mis brazos y los elevo con las manos abiertas hacia arriba hasta acariciar el cielo. Ofrezco esa simiente a la tierra que la crio y ha dado vida, y a cuantos crecen y viven en virtud de su fuerza. Finalmente bajo de nuevo las manos hacia el suelo, le doy gracias, y repito el gesto de devolverle la semilla para que continúe naciendo y dando frutos en eterna sementera. Te invito a bailar mi “Danza de la flor” y a ser feliz haciéndolo, como quizás lo fueron los que aclamaron a Jesús en su entrada en Jerusalén este domingo de mantas, de palmas y de ramos.
El jesuita granadino Leandro Sequeiros (1942), licenciado en Teología, doctor en Ciencias Geológicas y catedrático de Paleontología, nos propone un triunfante entrar en nuestro particular Jerusalén para reconciliarnos con nosotros mismos y trascendernos. No hace mucho le escuché decir en una conferencia: “Prestigiar, difundir y extender una dimensión espiritual para la armonía y reconciliación del ser humano con la realidad natural y social, puede ser un primer paso para reencontrarse con uno mismo y reivindicar la posibilidad de trascender nuestra propia limitación intelectual, social y emocional. Y todavía no hemos llegado a lo religioso y menos aún a lo cristiano”.
Teilhard de Chardin, otro sabio y también científico como Sequeiros, también reiteró la necesidad de crecer y de dar vida a nuestra vocación de discípulos de Jesús: “No se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano”. ¿No será ésta la respuesta mejor a la pregunta que hacía aquella mañana el pueblo? “Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba: ¿Quién es éste? Y la multitud contestaba: Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” (Mt. 21, 10-11).
Un profeta visionario, peregrino del Espíritu, que nos enseñó, en boca de San Juan de la Cruz, a darle a la caza alcance.
LA GAVIOTA
Soñé que era gaviota y que volaba
el cercano Ecuador de Tierra y Cielo.
Yo confiado navegaba
al socaire del aire de tus alas.
¿Cómo haces, gaviota,
peregrina del Viento,
para amar nuestra Tierra
y liberarte
de las frías cadenas de los cielos?
–”Solamente… ¡¡Porque también yo sueño
realidades!!”
(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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